jueves, noviembre 30 2023

El niño by Awilda castillo

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Dentro de las Actividades del Taller de Escritura la narradora venezolana Awilda Castillo trata de una manera aguda las situaciones complicadas que se viven ahora en Venezuela -j re crivello

 

—Ya es hora, así que les agradezco que estén aquí en cinco minutos. Alberto cierra la llamada al servicio privado de ambulancias.

—Todo listo querida, ya vienen por ti. Medio sonríe mientras toma su mano y la acaricia suavemente. ¿Estás bien?

—Sí, mi amor, estoy bien. Ya veremos a pronto a nuestro Cesar Alberto, falta poco para que la luz de nuestros días se encienda.

Marta expresa lo que siente por dentro. Han sido 12 meses de preparación para este momento. Aunque el embarazo ha durado lo normal 38 semanas (contando ya casi la 39) meses antes ya había comenzado la revolución con la decisión de tener un hijo.

Alberto y Marta se habían conocido cinco años atrás en la facultad de arquitectura. Aunque se cruzaron muchas veces en clases comunes, no fue hasta el último año de carrera cuando se dieron cuenta que uno y otro existían. Así que, se descubrieron faltando apenas dos semestres para terminar la carrera. Desde entonces fueron inseparables.

Al año siguiente se casaron y juntos establecieron una pequeña firma de arquitectura al inicio, pero luego de participar y ganar un concurso de diseños de puentes a nivel internacional, su vida profesional cambio; se catapultaron hasta convertirse en uno de las firmas más destacadas en el continente.  En el último año crecieron tanto que ya pasan de la centena en cuanto a cantidad de profesionales que dependen directamente de ellos, los cuales hacen vida laboral diariamente en el moderno edificio que construyeron para la empresa.

No tienen problemas económicos de ninguna índole, así que pueden darse los gustos, caprichos y lujos que quieren.

Marta tuvo la idea de convertirse en madre desde hace unos quince meses atrás, luego de una reunión de reencuentro con las amigas del colegio donde se encontró que todas pisando los treinta y un poco más, ya estaban con hijos, algunas de más de cinco años de edad. La única sin procrear era ella. Eso no había sido una de sus prioridades. Lo suyo era pasarla bien con Alberto, ser los primeros  a nivel profesional y hacer el dinero para tener todo lo que quisieran. No había nada que no pudieran  comprar, o al menos casi nada.

Su interés por ser madre se volvió obsesivo cuando se percató de que no podía embarazarse fácilmente. Procedió a hacerse una inseminación y al tercer intento, lo logró.

El transcurso de  los meses desde entonces habían girado en torno a César Alberto; El niño que iba a tener. Nunca quiso ver el sexo del bebé, pero asumió que era niño.

En lo sucesivo vinieron los diseños para la habitación del bebé y de hecho la firma abrió una sección de diseño de  interiores especialmente para áreas infantiles, donde todos los bocetos principales apuntaban a la habitación y a la vida de César Alberto.

Al principio Alberto se sumó a la euforia, pero pasados los meses se iba dando cuenta de la compulsión que se había desarrollado en su mujer. Ya la relación entre ellos dos había pasado a segundo plano; ahora todo giraba en torno al nuevo integrante de la familia y sobre todo a lo que ella iba a hacer con él. No eran planes de tres, era plan de una, con la excusa de un pequeño acompañante dentro de un corto tiempo.

Al séptimo mes se presentó un episodio de contracciones y ella determinó que el bebé esperaría el tiempo necesario y no quiso sacarlo antes, aunque la recomendación médica era esa.

Ahora llega el momento, el inicio del trabajo de parto ha comenzado.

 

 

En los suburbios de la ciudad, una pareja joven de recursos limitados se dirigen por tercera vez al hospital público más cercano y son devueltos, por lo que deciden ir al centro de la ciudad, aunque saben que las clínicas son pagas y el hospital donde pudieran atenderlos está bien lejos. Toman el subterráneo y al llegar a la parada donde debían bajar, Roma siente que una contracción muy fuerte le sacude.

—Ayyy Javier, creo que ahora si llegó el momento. Ella se encorva y ya en la superficie de la calle, luego de salir del subterráneo, el dolor se vuelve cada vez más persistente.

—Aguanta un poco cariño, debemos tomar otro bus para llegar al hospital, aguanta por favor.

—Está bien Amor aguantaré. Y viene otra contracción.

Ellos que están en plena vía con el dilema de un parto que se presenta en circunstancias que no pueden afrontar, y pasa un camión de bomberos que regresan luego de apagar un incendio de pocas proporciones en un parque cercano. Al ver a la pareja, detienen la marcha y uno de ellos pregunta:

—¿Todo está bien?

—No Señor, creo que no, dice Javier. Mi esposa va a parir y no hemos podido llegar al hospital.

Uno de los bomberos baja del camión, mientras el que está  al mando llama para solicitar que la ambulancia y los paramédicos vengan.

El pocos minutos la ambulancia llega, y los paramédicos atienden a la embarazada.

—Este bebé está por venir pero creo que no será por vía normal; lo más seguro es que haya que hacer una cesárea. Dice uno de los paramédicos quien examina a la mujer.

El dolor va en aumento sin poder terminar la labor de parto y la primeriza pierde el conocimiento y se desmaya.

—No nos da tiempo de llegar al hospital, en la calle siguiente está la clínica “Vida y Salud” debemos parar allí, es una emergencia.

—Pero no tenemos dinero para pagar eso, alcanza a decir el marido de Roma, muy preocupado.

—Esto es una emergencia extrema señor, deben recibirnos. No creo que su esposa llegue al hospital a dónde íbamos con vida.

 

 

Javier Chacón, médico de urgencias en la clínica “Vida y Salud”. Ya son dos años ejerciendo esta actividad y a la espera de ser ascendido al puesto de Jefe de Emergencias, cosa que le mejoraría en algo su sueldo, el cual no ha sido suficiente para hacer frente a sus deudas de juego.

El pómulo derecho todavía algo oscurecido o morado producto de los golpes recibidos hace ya dos semanas. Todo lo justificó con un intento de robo y resistencia por parte de él, que se inventó; aunque en el fondo sabe que esos hombres volverán en dos días y si no tiene esos diez mil grandes ya no serán golpes, sino su vida la que estará  en juego. No vale de nada esconderse, porque ellos saben perfectamente dónde hallarlo.

La noche ha estado tranquila, una que otra urgencia por vómitos y diarrea, pero nada importante. Al parecer todo el mundo comió algo malo en la ciudad. Hay dos eventos que podrían ser el origen de los casos de la noche: la inauguración de un gran centro nocturno y de un restaurante cerca de allí, así que los clientes de uno y otro podrían ser los que han estado llegando  a la clínica esta noche.

—Malditos ricachones que tienen para comer y llenarse de lo que otros no pueden, murmura mientras entra a descansar ante la ausencia de nuevos pacientes. Estos pensamientos amargos, llenan su mente y la inestabilidad producto de  no poder dormir desde hace dos días, es manifiesta. Se mueve de un lado a otro, recuerda la golpiza y las amenazas sufridas, entonces la angustia vuelve.

Ya es casi la medianoche y él está recostado en la habitación que tienen los médicos para tal fin; hasta que la alarma de su localizador suena: <<dos partos en proceso, una inconsciente>>. Llegan dos ambulancias a la vez.

Por un lado hace la entrada el servicio privado de ambulancias donde viene Marta, el trabajo de parto comenzó hace horas, pero ella está prácticamente sin dolor; Alberto le sigue en su auto deportivo. Por el otro, también hace entrada la ambulancia del cuerpo de bomberos, con Roma y Javier abordó. Ella inconsciente, él muy asustado.

—¿Qué tenemos? Pregunta el doctor Chacón. El paramédicos de los bomberos se adelanta al de plan de servicio privado.

—Mujer de 28 años, en trabajo de parto con cinco de dilatación, inconsciente desde hace unos 10 minutos, hipotensa y bajando, nivel de oxígeno insuficiente. Los latidos del bebé son normales. Sin convenio de seguros con esta clínica.

Al decir esto último, el doctor que estaba a punto de dar la orden para transferirla a la camilla de la clínica, vacila.

—¿Y tiene con qué pagar?

—¡Por favor doctor, mi esposa se está muriendo! Gime Javier desde el desespero.

—Mire amigo, no puede ingresar a alguien que no puede pagar, son las normas de la clínica y no me las puedo saltar.

—Debe ingresarla doctor, esta mujer no aguanta a llegar al hospital. Para allá íbamos y tuvimos que detenernos aquí. Están obligados a darle los, primeros auxilios.

A regañadientes hace el ingreso de la mujer.

—Eco pélvico, controlen su presión arterial y ¡preparen la sala de parto, urgente!. Hacen todas las maniobras necesarias y mientras la avanzan a sala de parto, el doctor Chacón recibe también el otro caso.

—Mujer de 36 años, con 38 semanas de embarazo. Comenzaron las contracciones hace un par de horas, ella pretendía que se le pusiera la epidural desde que la fuimos a buscar. Preferimos esperar a que sean ustedes quienes la traten.

—Bien hecho.

— A ver señora ¿cómo se siente?

—Estoy bien, pero podría estar mejor. Mi marido es ese que está llegando, hablé con él doctor, y póngame todo lo que necesite para que no me duela. Eso de parir con dolor era para las abuelas.

El doctor Chacón sonríe irónicamente al escuchar el comentario de allá parturienta.

—Tengo reservada la habitación VIP así que trátame bien. Lo que haya que pagarse, se pagará.

 

 

El doctor es reclamado en sala de parto urgente para la cesárea de Roma. Mientras preparan también a Marta.

En una hora y cuarto nace el hijo de Roma, deben ponerlo en cuidados neonatales, porque el cordón umbilical había hecho presión sobre su cuello. Ella estuvo al borde de la muerte durante la cesárea, pero gracias a la experticia de Chacón, logró sacarla de sus garras. Ha tenido que quedarse en cuidados intensivos las próximas 24 horas.

La sorpresa se la ha llevado al atender a Marta, el feto tenía unas ocho horas muerto. Era una niña, estaba totalmente cianótica cuando lograron sacarla, también vía cesárea.

Alberto al ser abordado por el doctor de emergencias, no podía creer lo ocurrido.

—Siento mucho su pérdida señor, pero no pudimos hacer nada, cuando recibimos a su esposa ya su bebé estaba muerta.

—¿Muerta, era niña?

—Sí señor, era una niña. ¿Ella no sintió nada? ¿Por qué no vinieron antes?

—Ella tenía orden de sacar el bebé desde el séptimo mes y se negó. Pero ahora… ¿Cómo podré decirle que ya no tendrá a su hijo?

—Hija, señor. Le recuerdo que era una niña.

—Ella esperaba un varón. Todo estaba arreglado. Su habitación, la silla donde le daría el pecho, la ventana hacia la, luz de la mañana, las vacaciones, el fútbol, el colegio, todo… ella lo tenía preparado. No puedo decirlo que no hay niño. Algo se podrá hacer doctor. Por favor…

—¿Algo, de qué estamos hablando?

 

 

Al día siguiente Roma es pasada a la habitación, luego de dejar la terapia intensiva. Le es dada la mala noticia: —Su hija nació muerta.

—¿Hija? Nosotros esperábamos un varón, debe haber un error.

—No señora, cuánto lo sentimos. Su bebé tuvo falla respiratoria, quizás por todo el tiempo que usted estuvo inconsciente o cualquier otra afección que tenía y no sabíamos.

La familia de Roma y Javier salen de la clínica: “Vida y salud, con el dolor de la pérdida que es casi inaguantable y además con una cuenta por pagar superior a todos sus ingresos de un año. Y por otra parte, Marta y Alberto se van a casa con César Alberto. El doctor Chacón está aliviado, al fin logra pagar sus diez mil de los grandes.

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