En los ojos plomizos del búho
se refleja a la luna la pena.
Viajan carretas gitanas de feria en feria,
pandereta y guitarra,
ecos de castañuelas en campos floridos,
vino y jamón «pa» la fiesta.
Con el grillete prendido al pescante
el búho contempla el esperpento,
la única libertad, el vaivén de las rodadas,
hambre y sed de certezas,
penurias de polvo y barro,
carcajadas de ignorancia en el fango de la nada.
Víboras bajo las ruedas,
cuervos en vuelo sin entender la jerga,
y los senderos,
se alargan hasta la saciedad.
Surge el cante,
la chiquillería baila flamenco,
noches a la lumbre de las estrellas que les contemplan.
Y los payos,
con temor al hiriente filo de la chaira,
bajo el paleo del olivo,
deshojan con fiebre del mañana
el ser, o no ser.