
Temblaron los viejos y nuevos caminos.
Se estremecieron los cercanos árboles,
en sus arcenes trepidaron yerbas y arbustos.
Pronto,
vibraron los cristales de hogares y trabajos.
Prestos,
tiritaron, se agarrotaron los corazones humanos.
Raudos,
se quebraron sus presentes y futuros.
No ladraron, ignorantes del porqué, los perros.
Lo buscaron, mas no lo encontraron, los gatos,
En sus jaulas, callaron jilgueros y canarios.
Aceleraron sus tictac los relojes todos.
Veloces se hicieron las manos.
Atiborrados se encontraron los armarios.
Nunca más útiles se vieron maletas y bolsos.
Nunca más auténticos los adioses,
nunca los abrazos y besos.
Nunca más elocuentes fueron los silencios.
Y así, zancada a pena, tristeza a paso,
recorren, de la esperanza,
el angustioso camino de la diáspora,
su huida hacia el exilio.
Cual no hace un siglo
hicieron tantos de los nuestros.
JGCampal