Artículo publicado en La Vanguardia por Cristina Sen
Estamos encarando una crisis nacional de salud mental que puede acarrear graves consecuencias en el ámbito social y sanitario en los próximos años”. Lo subraya la Asociación Americana de Psicología (APA) en su nuevo informe Estrés en América . Una reflexión extensible a todo el mundo y que dibuja el impacto psicológico en la sociedad tras once meses de pandemia. “La población está pasando de la fatiga, al desánimo y al enfado”, contextualiza Carme Guillén, coordinadora del Grupo de Psicoanálisis y Sociedad del Col·legi de Psicologia de Catalu-nya (COPC).
Se fragua así un malestar social por una acumulación de síntomas a lo largo de este tiempo. El miedo y la ansiedad hace tiempo que están presentes, pero lo que ahora se observa, señala Guillén, es el aumento del enfado que en algunos casos puede derivar en enfrentamientos. Si se echa la vista atrás, los primeros meses la pandemia se veía como una amenaza enmarcada en un horizonte de temporalidad, pero el fin no ha llegado ni se atisba cercano.
Durante meses hubo muchas pérdidas. Duras pérdidas familiares, también económicas y la renuncia a muchos planes personales. Pero la temporalidad hacía pensar en una salida, indica la psicóloga clínica. Las pérdidas humanas son irreparables, pero quien afrontaba un problema económico podía tirar de ahorro, del paro, o de ayudas. Los planes parecían recuperables en un futuro asequible y la realidad es que la respuesta de la sociedad fue positiva.
Pero ahora las carencias son mucho más complejas. La enfermedad sigue impactando, los ahorros se fueron y no hay planes. La “nueva normalidad” ha sido también una quimera.
Se ha generado una gran incertidumbre, explica Imma Armadans, directora del Máster de Mediación y Conflictos (UB), cada horizonte que se señalaba como un posible fin ha fallado e incluso ahora la sociedad ve como tampoco acaba de funcionar el plan de vacunación establecido.
“Si hay incertidumbre nos falta seguridad. Y después de la alimentación, la seguridad es una necesidad básica para los seres humanos”, señala. Es un problema social grave que sirve para que se construyan muchas teorías conspiranoicas, en un contexto de pérdida de credibilidad de los gobernantes. Una incredulidad generalizada que lleva a la desafección política.
La población se ha dado cuenta de que aún queda mucho camino y que el horizonte esperanzador de la vacuna que se había dibujado para principios de este 2021 vuelve a difuminarse.
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