viernes, abril 26 2024

GEMINÍ by Reyes García-Doncel

Este es mi nombre desde que ella lo decidió cuando fui su  regalo de quinto cumpleaños. Su madre insistía en que eligiera otro muñeco porque, y debo decir que fue muy poco delicada conmigo, le parecían horrorosos mis colores,  pero ella insistió que me quería a mí. Desde entonces hemos ido creciendo juntos. Así ha sido, señor doctor. A usted le parecerá un despropósito pero los muñecos de peluche, sobre todo los que sirven de almohada, crecemos a la vez que nuestros dueños.

Siempre, cada día, ella me ha contado sus penas, alegrías, enfados y miedos. Todos. He soportado lágrimas y mocos, eufóricos besos, risas,  pellizcos cabreados, travesuras, aburrimientos y algún que otro berrinche. Incluso me ha repetido lecciones enteras: hasta que yo no me las sabía, no me dejaba dormir, así que puedo enorgullecerme de haber aprobado el bachillerato. También he trabajado con ella en una inhóspita casa inglesa, y he consolado sus nostalgias.

Pero llegado a este punto de la historia debo confesar algo importante (creo que es una de las causas por las que ahora estoy tumbado en el diván de su consulta): jamás tuve un sexo definido, yo era masculino o femenino según el problema que hubiéramos de tratar. ¿Usted sabe lo que significa eso?  Claro que sí, se dedica a escuchar gente que no sabe quién es. Pero yo sí se quien soy: Geminí, alguien sin personalidad propia; ni siquiera soy ella, sino la que ella ha querido que yo tuviera en cada momento.

Los cambios de sexo, edad, idiomas… los he ido soportando doctor, pero lo peor han sido estos dos últimos meses. Mi dueña ha tenido varios novios, a todos los hemos ido dejando felizmente olvidados, pero con este último ha sido distinto. El chico lo pasó muy mal, tanto que ella le sugirió la idea de que me llevara con él. Al principio se resistía. ¿Un hombre con un peluche? Pero finalmente aceptó, solo por unos días, para probar, dijo; pero ha tardado dos meses en devolverme. Ella me pedía, y él no quería devolverme. Durante ese tiempo yo he sentido una enorme angustia porque no sabía a quien debía ser fiel. Como usted comprenderá ella es lo primero, pero ahora yo era el peluche almohada de otro: tenía que guardar las apariencias. No podía contarle las cosas que yo sabía de ella, tampoco ponerme de su parte, aguantar sus reproches, me enteraba de las mentiras que le contó, lo que a él le daba vergüenza, y lo peor: lo que no le gustaba nada, nada de ella.

Estos dos meses han sido muy dolorosos para mí y creo que los problemas de personalidad que venía arrastrando desde la infancia se me han agudizado. Me he escapado de casa para venir a su consulta. ¿Usted qué cree doctor? ¿Pero qué hace? ¿Por qué se tumba a mi lado? Me pinchan sus gafas… Sí, ya me callo. Escucho. Es lo que me toca siempre. ¡Que dura es la vida de un peluche!

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