viernes, abril 26 2024

EL LAZARETO DE LISBOA by Nuria Viuda

Imagen sacada de internet

El término lazareto viene del italiano Lazzareto ya que así se denominó al primer hospital para leprosos fundado en Italia después de las cruzadas. Gestionado por la orden de San Lázaro, protector de los leprosos.

 En latín medieval Lazari era como se denominaba a un leproso.

Lázaro: el ayudado por dios. Variante del hebreo Eleazar. Pobre mendigo leproso que aparece en una parábola que contaba Jesús a sus discípulos. No confundir con Lázaro el resucitado que narra el evangelio.

Así,  un lazareto, pasó a ser  un hospital donde se trataban  todo tipo de  enfermedades infecciosas. Un edificio aislado y  destinado al control sanitario donde los viajeros, procedentes de lugares en los cuales se había desatado una epidemia, eran recluidos en cuarentena pasando así un período de observación o tratamiento. ¿Les suena verdad?

Lisboa tuvo su lazareto. Situado junto a la torre vieja   de  San Sebastián de Caparica que formaba parte del fuerte de San Lorenzo de Bugio, erigido en la margen sur del Tajo para defender al país de ataques y  epidemias sito   en el peñón de San Julián da barra a la entrada del puerto de Lisboa.

El lazareto se puso en funcionamiento en 1817. Fue un establecimiento modelo y uno de los primeros de Europa y América.

Una pequeña caseta de vigilancia estaba instalada para observar cualquier movimiento de pasajeros y mercancías por parte de la guardia  y  guardas allí destacados. En el lado opuesto existía una casa destinada a secretaría y archivo. 

 La delegación aduanera estaba situada en otro recinto denominado « los almacenes´´ donde se hallaban   las máquinas desinfectantes de equipajes y mercancías. Consistían en  unas estufas por las que mediante el calor, ventilación mecánica y ácido sulfúrico se conseguía  una desinfección concienzuda y rapidísima para la época; ya que en siete horas los equipajes de trescientos o más pasajeros  eran descargados, abiertos, desinfectados, verificados por los aduaneros y trasladados el mismo día para Lisboa, evitando así a sus propietarios desplazamientos incómodos.

El emplazamiento era realmente privilegiado y con unas vistas soberbias que los allí alojados, en régimen de observación, disfrutaban en los jardines exteriores construidos para conseguir que la estancia se hiciese más llevadera. Los enfermos disponían de otros jardines interiores ya que el Lazareto estaba compuesto de edificaciones dispuestas en forma circular. A estas edificaciones se les designaba con el nombre de cuarentenas, consistían en  una especie de hospederías cada una con su comedor, cocina, dormitorios  y habitaciones excelentemente iluminadas por la luz natural.   Entre ellas destaca la cocina desde la que mediante palas redondas se hacía llegar la comida al interior de las cuarentenas. Se llegó a cocinar hasta para mil huéspedes.

 Eran de suma importancia los parlatorios o salas de visita en los que los internos recibían a familiares y amigos. Por supuesto sin contacto directo ya que éste se producía en un recinto semicircular iluminado, concretamente,  por    veintiuna   ventanas sin cristales    de un lado y otras tantas enfrente desde las cuales se comunicaban. En el centro de esta estancia estaba situada la capilla de Nuestra Señora del Buen Suceso  desde la que los alojados en las cuarentenas podían oír misa los domingos y días festivos.

En este conjunto tan completo de instalaciones no podemos obviar la lavandería y la granja  donde se criaban gallinas y patos para  autoabastecimiento del centro.

El lazareto constaba también  de capilla exterior  y cementerio. Los que allí fallecían no podían ser enterrados en otro lugar y la enfermería u hospital, de  enfermos sospechosos de infección, se hallaba aislada completamente de otras dependencias del Lazareto; así mismo los estibadores y carboneros, venidos de a bordo  de las embarcaciones que arribaban,  cumplían su cuarentena en unos chalecitos de madera situados a la salida de todo el conjunto arquitectónico.

Con el paso de los años se incorporaron, como es lógico, muchas novedades. Sirva  como ejemplo el gas y la luz en 1871.

Como curiosidad destaca la presencia del emperador Pedro II de Brasil que llegó a Lisboa  en 1871 con su esposa Teresa Cristina de Borbón Y Dos Sicilias a bordo del navío «Douro´´ que inicialmente partió  de Buenos Aires,  donde se produjo  un brote de fiebre amarilla, antes de hacer escala en Río de  Janeiro. 

Pedro ll  decidió, al arribar a Lisboa,  pasar la cuarentena en el Lazareto como un viajero más, pues a  efectos de la epidemia  así se consideraba,  a pesar de haberle sido ofrecida  una embarcación más lujosa y confortable  en las inmediaciones.

 En el «parlatorio´´ del Lazareto recibió la visita de políticos, escritores e  intelectuales portugueses de la talla de Alexandre Herculano; además de diplomáticos y ciudadanos brasileños y extranjeros instalados en Lisboa.

Con el paso del tiempo las instalaciones dejaron de funcionar y  En 1919 el peñón pasó utilizarse como cárcel y a partir de 1931 como asilo.

 La capilla del cementerio terminó siendo una ruina y  sus materiales se utilizaron en la construcción de la  perteneciente al cementerio del monte de Caparica en 1935.

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Actualmente el aspecto del lazareto  es sobrecogedor. Una ruina fantasmal y gigantesca como una pequeña  ciudad siniestra,  varada y  desértica a espera, quizá, de convertirse en establecimiento hostelero que las autoridades han abandonado a la deriva del tiempo, eso sí, custodiada  por  un guarda. 

 Les invito a pasearse por este escenario absolutamente aterrador que no les dejará indiferentes. ¿Les continúa sonando verdad?

NURIAVIUDA.

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