
Llevaba tanto tiempo sin quedar con mis compañeras de colegio, que aquella quedada para vernos, sería un precioso encuentro para contarnos muchas cosas.
Yo le había explicado a Sergio como eran cada una de mis amigas y la ilusión que tenía por verlas.
̶ ¡Madre mía! que Dios nos pille confesados al género masculino. Me decía entre risas Sergio mientras que después de comer le daba un beso para marcharme.
La verdad es que tenía razón, tanto tiempo sin vernos, tantas cosas para poder contarnos y todo mujeres… (Me reía en mi coche solo de pensarlo) la verdad es que Sergio en principio estaba libre de peligro yo me encontraba en esa fase de cuatro meses de noviazgo donde todo es idílico. Posiblemente no correrían la misma suerte ciertos ex si se acababa ampliando el tema y las conversaciones.
De entrada me dirigía al centro donde habíamos quedado inicialmente a tomar un café, pero el plan era cenar todas juntas. La única norma puesta era ir sin compañía, nos había quedado claro que era nuestro día, después de tantos años sin habernos visto nos lo habíamos ganado.
Miré mi reloj después de dar bastantes vueltas por el centro y antes de ajustarme a la hora logré aparcar. Estaba completamente emocionada como si caminase con aquellos 16 años donde las perdí el rastro a casi todas y ya a mis 40 años mi sensación era la del último fin de curso.
Hoy en día las redes claro está que nos acercan a no perder por completo ese contacto pero los nervios no me los lograba quitar, mientras iba camino a la cafetería.Un tanto patosa y perdida entre mirando dentro, no me pareció ver a ninguna de mis compañeras cuando un abrazo enorme por detrás me decía:
̶ Ya solo falta Bea, ¡madre mía que guapísima Olga! Pero si los años no han pasado por ti.
̶ Dame un besazo Sonia, tú sí que has hecho un pacto con el diablo. La decía mientras la abrazaba mucho más fuerte.
̶ Vamos que estamos en una salita de dentro, el camarero te toma nota de lo que quieras dentro.
Cuando vi a todas casi se me saltan las lágrimas, muchas estaban exactas exceptuando los veinticuatro años que llevábamos de más en nuestras pieles.
Mientras que llegaba un té rojo que me había pedido llegaba Bea y por fin estábamos todas.
̶ Comencemos por las casadas que veo varias alianzas en vuestras manos ̶ Decía Sonia mientras que las que no teníamos alianzas clavábamos la mirada en ellas.
̶ Hay estas chicas… comienzo yo, llevo 10 años casada y ya tenemos una parejita, la verdad es que estoy súper feliz.
̶ No vale mentir, que nos estamos poniendo al día en condiciones. Repetía Sonia interrumpiendo a Esther.
̶ La verdad es que como todas las parejas hay diferentes fases, y en alguna piensas que vas a dar un sartenazo, Jajaja, pero verdaderamente estoy muy feliz.
̶ Esto se está poniendo emocionante, venga voy yo, no estoy casada esta es la alianza de mis padres. Hace varios años falleció mi madre que era la única que me quedaba.
̶ Cuanto lo sentimos. Dijimos a coro varias mientras yo la daba un abrazo enorme al tenerla a mi lado.
̶ Tranquilas chicas, es un palo muy duro pero es ley de vida. Me quedé con la alianza como amuleto y también porque espanta moscones, que no veas ¡que paliza! En muchas ocasiones con los hombres. Yo estoy soltera y entera y estoy por pasarme al bando de las mujeres, tienen muchas más cosas que aportarme la verdad. Llevo un tiempo que me hace sentir mariposillas una compañera pero fíjate con lo lanzada que soy, sé que me gusta porque no me atrevo a decirla nada.
̶ Chicas a partir de aquí si hay bodorrios no me pierdo ni uno. Añadía yo guiñándole el ojo a Sonia.
̶ Bueno Olga para no perder el turno te toca, que vas con un brillito en los ojos de enamorada que no se puede aguantar.
̶ La verdad es que sí, ahora estoy muy bien llevo cinco meses con un amigo de mi hermano, le conocía pero nunca me había parado a mirarlo como algo más y un día mi hermano aposta nos preparó una encerrona. Estoy encantadísima como en una nube.
̶ Jajaja no cuentes más que algunas como yo casadas, estamos en esa fase donde aguantas por miedo a lo desconocido después de tantos años.
̶ Bueno Alejandra, algo bueno tendrá para que aguantes ¿no?
Trataba de romper el momento tenso Sonia.
̶ La verdad es que no.
Volvía a responder Alejandra totalmente tajante.
̶ hoy es un momento para encontrarnos repartir nuestro diario de tanto tiempo y pasárnoslo bien, así que llamar al camarero que yo estoy soltera también y madre mía con el camarero.
̶ ¡Jajaja! eres lo peor Vanesa. Le contestaba Bea. Que lo digo en serio que se ponga unas cervezas o unos chupitos que hoy es un día para celebrar.
El camarero vino para tomar el pedido y Vanesa no mentía al decir que le había gustado le faltó tiempo para dejarle su número de teléfono en una servilleta. La verdad es que nos lo estábamos pasando estupendamente.
Parece que la vida de muchas amigas se cuenta en un visto y no visto pero después de tantos años no es así. A medida que íbamos pidiendo cosillas, la confianza y las copillas iban sacando la realidad de nuestros días y de lo pasado en estos años.
Muchas habíamos pasado momentos muy duros en el aspecto amoroso, otras en el trabajo, la casa… pero las horas se sucedían sin darnos cuenta. Ya le habíamos echado un vistazo a la carta y la verdad que estando tan cómodas en aquel sitio, al final la cena la haríamos allí.
Miré mi móvil al ir al baño y vi un mensaje de Sergio, al final escuchando a todas mis compañeras me di cuenta de que nos queríamos más de lo que yo pensaba. Muchas veces tienes que ver otras realidades para comprender que la tuya está bien.
Al volver me pareció ver a Vanesa darle un palmada en el culo al camarero, que peligro teníamos todas de tertulia, nos lo estábamos pasando genial y la noche se nos fue casi sin darnos cuenta. Yo le había puesto un mensaje a Sergio:
“Calculo que en una hora aproximadamente llegaré a casa”
Y así fue todas con los teléfonos y la planificación para otra próxima quedada nos fuimos despidiendo.
Cuando llegaba a mi portal tenía a Sergio sentado en las escaleras esperándome con una rosa en la mano.
̶ Pero cariño ¿llevas mucho tiempo ahí esperando?
̶ Nunca es mucha la espera, para recibirte a ti princesa.
Yo bastante achispada le di un beso que de seguido tiraba del cuello de su camisa hacia la puerta de mi casa y cuando se cerró la puerta la rosa pasó a un segundo plano.
Sus manos bajaron por mi cuello, mientras que mi boca le besaba con frenesí, nuestra ropa se fue repartiendo por los diversos habitáculos de la casa hasta revolver las sábanas del cuarto y dejarlas sudadas por su trasiego.
Me desperté en la mañana con mi cuerpo rodeado por los brazos de Sergio me vinieron las experiencias de mis mejores amigas de colegio, sonreí mientras que le veía dormir y así pasaron muchos días y meses estupendos.
Hicimos varias quedadas desde la última nuestro grupo fatal de mujeres hasta que la última fue para decirlas que estaban invitadas a mi boda y darlas personalmente la invitación. Había cambiado bastante el panorama se veían menos alianzas puestas, y varias solteras dejaban de serlo para contarnos su idílico amor, entre ellas Sonia que ya llevaba varios meses estupendamente con su compañera de trabajo a la que tanto reparo le daba pedirle una cita.
Todas se pusieron como locas ante la noticia.
̶ Se veía venir. Olga esos ojitos brillantes tenían final feliz ̶ Me decía sonriente Bea.
̶ ¡Por nosotras! ̶ Alzaba la copa Esther mientras que el resto brindábamos.
Los preparativos fueron una locura que se hicieron más llevaderos por todas mis compañeras (donde ya nadie nos separaría) y el futuro hombre de mi vida.
Me levanté cada día con el pelo revuelto, con mis más y mis menos de algún que otro momento de rabieta y choques lógicos al convivir. Con quebraderos de cabeza, por la casa, el trabajo… Pero con la necesidad de completar el puzzle de mi persona cada día al lado de mi marido. Una palabra que me hacía sentirme más suya que nunca, sin robarme jamás el espacio de ser yo misma.
Tuvimos muchas más quedadas y las que quedarían porque nuestra amistad cada vez se hacía más grande entre nosotras. En cada una de ellas comprendí que mis días no podían ser de otra manera si no eran al lado de Sergio. Aquel compañero de viaje amigo de mi hermano que jamás había echado cuenta, hasta que mi hermano nos hizo esa bonita encerrona de una cita para toda la vida.