No sospechamos a la persona que camina por la calle, no sentimos su dolor de espalda, su preocupación por el hijo enfermo. No advertimos los sutiles movimientos que la mantienen en equilibrio, que le permiten no dejarse la vida en una esquina, que le consumen la energía que debería tener para sonreír al que pasa, para disfrutar las fachadas de los edificios. Su presencia nos resulta al mismo tiempo sólida y vacía, sus movimientos nos parecen mecánicos y naturales. No imaginamos que se desplaza por la vereda con el mismo esfuerzo y cansancio que nosotros, con las mismas deudas que nosotros, con la misma negación.
Imagen tomada de Unsplash
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Add yoursNi nos podemos imaginar…