
Tus ojos se abren como un puente a la nada
y en su reflejo de azul añil
ya no anidan las palomas
que un día pusieron alas a tus sueños.
Cantos, que recuerdan
elegías pintadas en rosas rojas,
suenan en el batir de tu tristeza.
El amor busca perpetuarse
en ese leve parpadeo
que acompaña todavía tus deseos.
Pero, sola en la cama,
oyes el viento
que golpea los cristales
como una mariposa enfurecida.
Y más allá de ti,
más allá de todo,
la noche,
huele a lilas.
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Preciosa e inolvidable la fragancia que emana de los escritos de María. Una delicia.