domingo, mayo 12 2024

El Coste de Utilidad por Hora de la tortilla de patatas

by Javier Salazar Calle

Ayer vinieron unos amigos con sus hijos a pasar el día en casa. Para comer compramos en un local de comida preparada que tengo cerca dos paquetes de una oferta que incluyen 1 pollo, 1 tortilla de patatas y una empanada casera cada uno por un total de unos 40€, incluyendo pan y un par de botellas de 2 litros para beber. Comimos todo lo que quisimos y sobró para otra ronda. Para cenar, como no queríamos repetir, pedimos a una cadena rápida de hamburguesas. Fueron 8 menús por unos 60€ en total. Ahí entró mi corazoncito de economista. No sé por qué me dio por pensar en lo absurdo que parecía si intentabas ver de forma objetiva la utilidad de la compra, el beneficio obtenido para cada euro gastado. Por un lado, por 40€ teníamos comida para dos veces (o una y media, siendo justos). Si pasamos los 40€ por 1,5 comidas a 1 sola comida para que fuese comparable, saldría por 27€ lo que nos costó comer si quitamos lo que sobró. Redondeemos a 30€. Además, esta comida era más sana y variada: pollo asado, tortilla de patatas y dos empanadas, una de pollo y otra de pisto con atún. Cuatro cosas diferentes para elegir y con posibilidad de repetir. Por otro lado, por el doble de dinero, teníamos una comida de peor calidad desde un punto de vista nutricional, para una sola vez y sin opción a probar cosas diferentes (salvo que tus amigos te dejen hincarle el diente a su hamburguesa) ni repetir. Comparando las dos compras de una forma sencilla:

 Comida preparadaComida rápida
Coste por comida30€60€
Saludable+ saludable– saludable
VariedadNo
Servicio a domicilioNo

Viendo así los datos, salvo por el hecho que la comida rápida nos la trajeron a casa y la preparada tuve que ir a buscarla (a 5 minutos de mi casa), parece claro que la mejor opción es comprar comida preparada y no rápida. Pero, ¿es esto suficiente? Alguien podría decir, no sin razón, que le gustan más las hamburguesas con patatas fritas que el pollo, la tortilla o cualquiera de las empanadas. Eso lleva al siguiente punto: independientemente de los factores objetivos que te pueden llevar a decidir entre dos opciones, hay otros totalmente subjetivos que pueden cambiar el resultado. Llamémosles Coeficientes de Corrección de Utilidad. Matemáticamente el cálculo del Coste de Utilidad por Hora (CUH) lo veo como el coste por hora dividido entre el CCU para calcular el coste ajustado a expectativas.

Veamos un ejemplo numérico comparando ir a ver una película al cine con comprar un libro. Ir al cine cuesta unos 15€ (incluyendo las palomitas y la bebida) y un libro 20€ (si lo lees a palo seco). A priori, el cine parece mejor opción. Ahora, el cine dura dos horas de diversión y el libro 6 horas. Eso significa que la hora de diversión con el cine me sale a 7’5€ (15€ entre las dos horas de película) y la hora de diversión con el libro sale a 3’35€ (20€ del libro entre las 6 horas de lectura). Paramos en este punto. La hora de utilidad extraída de mi dinero cuesta el doble si voy al cine que si me compro un libro. Claro, mi amigo cinéfilo me dirá que su hora de cine le gusta mucho más que la hora de lectura porque, entre otras cosas, no le gusta leer. Si nos pusiésemos extremistas con el ejemplo, tendría que aplicar un CCU (Coeficiente de Corrección de Utilidad) de, por ejemplo, 0’5 al libro y de pongamos 3 al cine. En este caso la hora de cine me sale a 7’5€ / 3 CCU = 2’5€; mientras que la hora de lectura sake a 3’35€ / 0’5 = 6’70€. Parece que ahora ir al cine me aporta mucha más utilidad que comprar el libro. ¿Ya está? No, se puede ir más allá. La película la ves y, como mucho, te da para una conversación posterior sobre ella. El libro igual. Lo lees y puedes charlar sobre él; pero también puedes volverlo a leer (yo hay libros que he leído más de una decena de veces) o dejárselo a alguien y que lo disfrute. Entonces, el coste por utilidad/hora vuelve a beneficiar con mucho al libro. ¿Tiene esto fin? Seguramente en muchos casos no. Siempre puedes encontrar más variables, muchas veces subjetivas, que crearían nuevos Coeficientes de Corrección de Utilidad que habría que aplicar a la última cifra obtenida.

¿Entonces? Aunque no descarto en un futuro entrar más a fondo en el desarrollo de este modelo de utilidad, de momento lo que me queda es la convicción de que, si viviéramos en un mundo donde fuéramos capaces de tener en cuenta todas las variables y obtener cifras finales del Coste de Utilidad por Hora (CUH); nos daríamos cuenta de que muchas de las cosas que hacemos no siguen un patrón lógico y vivimos más de sensaciones y de creencias, a veces erróneas. Pongo un ejemplo claro. Una amiga siempre nos dice que su Coca-cola preferida es la normal, la de siempre. Un día hicimos una cata a ciegas en casa con la normal, la zero y la light. ¿Lo adivináis? La normal, su supuesta preferida, acabó tercera en el ranking. De hecho, casi nadie puso en primer lugar a la que creía que más le gustaba. La conclusión es que muchas veces tomamos elecciones por sensaciones y no por hechos objetivables, lo que nos hace tomar decisiones que no son las que mejor nos vendrían, pero que nos crean la sensación de estar eligiendo bien.

Un modelo de cálculo sencillo y perfecto del Coste de Utilidad por Hora (CUH) nos haría cambiar muchos de nuestros hábitos diarios al ver de forma matemática qué es lo que nos beneficia más. ¿O tal vez no? Porque mi amiga ha seguido pidiendo la Coca-cola normal aun sabiendo que, objetivamente, no era la que su paladar prefería…

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