viernes, abril 26 2024

CANÍBALES —06 by Lucas Corso

MEMENTO MORI

El hombre ha olvidado demasiado a la muerte. Edgar Morin

Cuentan que los emperadores romanos que volvían victoriosos de alguna contienda y paseaban triunfales por el imperio, tenían a su lado a un esclavo que les solía repetir la frase que da título a este escrito, Meremento mori, o lo que es lo mismo, Recuerda que morirás. Era una manera de bajarles de su pedestal de invencibilidad, de recordarles que no eran dioses y que la muerte llegaba para todos y también lo haría para ellos, por mucho que la hubiesen esquivado en el campo de batalla.

Juan Re, el creador de esta revista digital, y yo tenemos ya mucha historia en común. Hace muchos años que nos conocemos y hemos compartido infinidad de momentos, escritos, conversaciones y reflexiones en voz alta. Y una de las cosas que compartimos es nuestra fascinación por la muerte y sus muertos, sobre los que hemos escrito cada uno por su lado en más ocasiones de las que ninguno de los dos puede recordar.

Sin embargo, no pienso que esto sea ni mucho menos algo sólo nuestro. Sea ese gran apagón final o el salto a otro camino por el que transitar, el momento final de la vida ha fascinado e intrigado a generaciones y generaciones, y continúa haciéndolo. Muchas personas consideran inadecuado, hasta de mal gusto, hablar sobre ello. Otros, en el extremo opuesto a los primeros, no hablan de ella porque para qué; lo inevitable puede resultar tan interesante como aburrido, dependiendo de lo que cada cual sienta al respecto.

Nuestra cultura tiene una deuda pendiente con la muerte. No se habla de ella, se esconde hasta el ultimísimo momento, y cuando no queda más remedio que ponerse delante la esterilizamos, la maquillamos y la peinamos para que nos resulte menos impactante, más natural. Como si la muerte no fuese ya lo más natural del mundo. En cualquier momento. A cualquier edad. Se tiende a pensar que el curso normal de las cosas es llegar a viejo, haber disfrutado de una vida larga y plena antes de morir. Pero en ningún sitio está escrito que eso deba ser así. Conozco a un hombre de ochenta y siete años que, en una conversación sobre el tema con otras personas, señaló que él no tenía ninguna gana de morirse. Alguien replicó que era mejor que, de tener que morirse alguien, fuesen ellos, que ya eran mayores, antes que un niño. Con las cejas ligeramente levantadas e inclinándose hacia delante en la silla, este hombre adicto a la vida soltó la frase que cerró la conversación de manera implacable: Que se mueran todos los niños de España antes que yo. Tal cual. Se volvió a recostar en la silla y allí nadie dijo nada más al respecto. Y en cierto modo yo le comprendí. Morirse es para siempre, ¿por qué debería hacerlo yo antes que nadie? ¿Por edad? ¿Y si ese niño por el que me queréis matar acaba convirtiéndose en un sicario? ¿Y si yo todavía estoy por descubrir la cura contra el cáncer para evitar que muchos estiréis la pata antes de tiempo? Este hombre no va a descubrir nada, básicamente porque ya no está por la labor. Pero le gusta comer. Y también pasear. No necesita mucho más para seguir teniendo ganas de vivir. Quizá sea un desalmado por desear la muerte de tantos niños antes que la suya. O quizá esté cansado de que todos deseen la suya y la de los de su quinta antes que la de los demás. Morirse es natural, piensa mucha gente, pero que se muera otro. Este hombre sólo lo dijo en voz alta. 

Depeche Mode, grupo de música electrónica que ha estado al borde de la muerte creativa y también física en más de una ocasión a lo largo de los últimos cuarenta años, publicará nuevo disco la próxima primavera. ¿Han adivinado ya el título? Exacto, Memento mori. Apenas unas semanas después de decidir nombrar así a su nueva obra, el teclista y uno de los miembros fundadores del grupo, moría a los sesenta años por causas naturales. Hubo conversaciones por parte de los dos miembros restantes sobre si debían continuar adelante o no, no sólo con el disco sino con el grupo. Finalmente decidieron que sí. Lo único que nunca estuvo en duda fue que, de hacerlo, el título del disco seguiría siendo el mismo. Ahora con más razón que nunca.

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