
Imagen tomada de Pinterest Cuenta una antigua leyenda que yo aprendí de mi abuela, que hace muchos, muchos años hubo mar por estas tierras. Pero un día llegó a ellas navegando un peregrino que no era otra cosa que un mago haciendo en barco el Camino. Al poner un pie en la tierra y contemplar la ciudad pensó que hallaría solo abandono y fealdad. Un lugar destartalado pasto de pueblos villanos, lleno de piedras y ruinas dejadas por los romanos. Al alzar el marinero al cielo su vista cansada topó su mirada extranjera con algo que no esperaba. “¡Por las barbas de Neptuno! ¿Qué es esto que tengo ante mí? Viajé por siete mares y jamás vi algo así” Erguida ante aquel extraño, orgullosa y triunfal, levantaba sus dos torres la singular catedral. Su sombra le hizo pequeño pero su furia crecía y cuanto más se alejaba más grande le parecía. “Es la Pulchra Leonina” le dijo un niño al pasar, pero el hombre, enfadado, no le dejó terminar. Tomando la calle Ancha se apartó de aquel lugar en busca de algún remanso donde poder descansar. Al pasar por “Los Botines” volvió de nuevo a jurar. Cuando vio La Colegiata se quedó sin respirar. “¿Qué ciudad extraña es esta que cobija entre sus calles monumentos tan hermosos como nunca he visto antes?” Siguieron sus pasos cansados hasta llegar a San Marcos donde las olas del mar arrastraban a los barcos. Absorto ante el monumento el mago desató su brío y descargó sus poderes convirtiendo el mar en río. “¡Por Poseidón, por las ninfas, por el poder que me dan, aquí hay tanta belleza que no se necesita el mar!” Dice la historia que entonces volvió al barco aquel marino que para ir a Santiago navegó por el Torío. No echa en falta León el mar tiene ríos y pantanos, y bajo la catedral las termas de los romanos. “¿Y quién te contó todo esto?” le he preguntado a mi abuela. “A mí me lo contó mi madre, y su madre se lo contó a ella”. Aunque dicen que es leyenda nadie sabe si es verdad que tal vez por estas calles algún día corrió el mar.