A pesar de su avanzada edad, Emilio visitaba el cementerio cada semana. Hacía cinco años que seguía ese ritual desde que había fallecido su mujer. Pero esta semana lo hacía con un ánimo diferente. Acudía con una sonrisa y un andar liviano, lejos del rostro apagado y cuerpo pesado con el que siempre lloraba la ausencia.
Cuando llego a la tumba, encontró a una decena de personas rodeando la lápida. Los reconoció a todos, entre ellos a su hija. Esta quitaba la foto de su mujer por una en la que aparecía él con su esposa. Sonrió. Al mismo instante que noto una caricia en sus dedos. Miró a un lado. Su mujer le sonreía y lo agarraba de la mano. Su hija, reía mientras las lágrimas le nublaban la imagen de la foto de sus padres. Todos los presentes empezaron a reír y cantar. Emilio los observó orgulloso. Habían cumplido su última voluntad.
4 Comments
Una maravilla de historia, Fran. Qué honor que los amigos de Masticadores nos hayan publicado el mismo día 👏🏻
☺️☺️☺️
La ultratumba también puede ser entrañable.
Muchas gracia, Mar! Cuanta razón tienes!!