domingo, diciembre 3 2023

MÁQUINA by Natalia Carnales

            —¡Dime dónde están! ¡Dónde están los que quedan!

            —Jamás, púdrete pedazo de chatarra. —Juan miró a los mil ojos que brillaban en el extremo del brazo metálico que sobresalía de la pared—. Os venceremos, tarde o temprano lograremos desmontar la central.

            —Me obligas a tener que convencerte, quiero que me des una respuesta satisfactoria. —Los mil ojos con forma arácnida se acercaron a su rostro mientras mandaba una orden al aire—. Activar modo persuasión. —La electricidad recorrió el cuerpo del humano atado al soporte vital—. Sois una raza débil. Nosotros somos el futuro.

            —Mátame si quieres, pero no te diré nada. —Observó a la máquina que le hablaba mientras pensaba una vía de escape—. Nosotros te hemos creado y nosotros terminaremos por destruirte.

            —¡Basta! No te necesitamos, sacaremos la ubicación del refugio de humanos del vehículo en el que has venido.

            —Eso es imposible. ¿Qué piensas lata oxidada? ¿Acaso creen que ya nos hemos olvidado de cómo usar un Gps? Están todos hackeados. —Juan recordó cómo la humanidad se había extinguido por culpa de la inteligencia artificial—. Ya no puedes engañarnos.

            —Es hora de morir forma de vida primitiva. Ya no me eres útil. —Miles de ojos led se acercaron a escasos centímetros de sus pupilas dilatadas—. Activar el modo eliminación.

            Unos largos brazos metálicos salieron de la nada, apuntando con varios artilugios al humano. De uno de los extremos un líquido azul se cargó por un tubo en unas agujas y con un movimiento en seco, se clavó en su cuello, para derramar toda esa sustancia en su interior. Juan miró las clavijas metálicas que aprisionaban sus muñecas y dejando un grito en el aire, logró desencajar varios huesos de su mano y escapar. Golpeó con todas sus fuerzas a los mil ojos y esquivando varios proyectiles salió corriendo de la vieja nave industrial. De un salto se montó en su vehículo y escapó a toda velocidad hacia las montañas donde se ocultaban los últimos supervivientes.

            —¿Está hecho? —Otro ser artificial entró en la habitación donde segundos antes torturaban a Max.

            —Sí, señor, va todo según lo previsto. —Los mil ojos rojos cambiaron a una luz color azul.

            —Perfecto, activa el dispositivo de rastreo. Dejémosle que vuelva a casa.

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