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A UN AMIGO by Mercedes Unzeta

  Después de un largo tiempo en el que la vida le había llevado por distintos caminos ella por fin ha conseguido localizar a su querido, viejo y gran amigo viviendo en otro continente. La búsqueda no ha sido fácil, no existen todavía las redes sociales.
Le escribe.

Queridísimo Ignacio. Ayer, por fin, hablamos. Siempre es una emoción nueva hablar contigo y siempre me deja un regusto agridulce que paladeo con añoranza (¿de qué?) quizás de lo que pudo haber sido y no fue… La añoranza de una fantasía. Pero aquello que ‘pudo’, si hubiera sido, hoy seguramente ya no sería, y no  habría motivo para esta dulce añoranza. Creo que es tu espíritu, tu optimismo, tu manera de ser, tus categorías, tu Yo tan afín al mío, lo que hace lamentar aquello que he ido dejando por el camino.
Las circunstancias de mi vida me tienen encadenada de tal manera que arrastro una pena, una suave pena, aunque a veces es una gran pena.
Mis alas
están llenas de brea,
mi vuelo
apenas se levanta un palmo del suelo,
y yo
no me acostumbro a vivir a esta altura.
El recuerdo
es a veces un mal compañero.
Y la esperanza
puede ser un mal sueño.
Envidio tu libertad y añoro tu amistad.
Disfruto, revivo, me divierto hablando contigo. Eres como un vendaval fresco que me envuelve, me eleva y me hace girar… Mi espíritu se queda vitalmente aturdido y mi alma dulcemente herida.
Y todo por culpa y gracia de la complicidad, nuestra complicidad. Esa complicidad que se establece entre los dos tan fluida, tan alegre, tan íntima, tan prometedora…, única, la valoro como un gran tesoro y  espero no la perdamos nunca. La disfruto, como se disfruta el manjar más sabroso; la absorbo, como si absorbiera el elixir de la felicidad; y la añoro, como si me faltara el hálito de la vida. Me gusta tanto y me parece tanto que me infunde cierto respeto (¿temor?).
Tu tierna delicadeza al tantear con prudencia la comunicación de tu nuevo (ya viejo) amor me enternece y me divierte. Esta Ana me levantó hace tiempo unos celos tremendos (la única de tus novias ¿o me engaño?), y por alguna razón incomprensible, tras la conversación de ayer, algo me espolea a escribirte de nuevo, quizás cuando siento (temo) que te puedes alejar… No, no creo que sea eso, ¿o sí? El caso es que hace mucho tiempo que quería escribirte porque tengo muchas cosas que decirte y la escritura es mi modo de expresión menos burdo.
Querido. Me llena de alegría que seas feliz. Me encanta que te sientas bien y acompañado (y bien acompañado). Me entusiasma que te valoren por tus trabajos. Me emociona tu espíritu emprendedor y vividor… pero… ¡No me olvides! Yo, desde mi torreón, no lo hago.
Que ¿cómo ve va?, me preguntas. Te contesto. Avanzando y retrocediendo,
desvelando y velando,
Retorciendo y enderezando.
La vida.
Las palabras
me sonríen a veces
pero se burlan otras…
y entonces
las ideas se quedan sin soporte,
suspendidas
en el precipicio de mi memoria,
y entonces
me pierdo en el vacío de la expresión,
y entonces
navego sin rumbo,
y entonces
es cuando desfallezco.
Trabajo con intensa ansiedad y
me adivino al borde de un abismo.
Las circunstancias me encadenan,
la mezquindad me enajena,
la adversidad me hipoteca.
Añoro los espacios inviolados,
los aires inocentes,
los horizontes dilatados,
la privilegiada vista de pájaro
que empequeñece las miserias
y recrea las emociones.
Necesito levantar el vuelo,
¡volar!
pero viejas responsabilidades
y nuevas ocupaciones
me agarrotan continuamente las alas
emplomándolas como pesados lastres.
  ¿Te haces una idea de cómo me va? Ahora que te siento cerca de nuevo seguro que mis alas empezarán a batir con inicios de ligereza.
(Todos los días del año son 8 de marzo)
O témpora o mores
     

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