Irrumpe suavemente el día. Uno más, o uno menos, según se mire. Despierta el engranaje de la monotonía, incrustado en el tuétano de nuestros huesos, nuestra corporalidad material. Robóticamente iniciamos la rutina que la costumbre impune. Cada uno con su propia miseria, se arrastra por ese existir que percibimos como ajeno. ¿En qué momento decidí yo vivir así? Inconsciente de las consecuencias, en cada decisión y que cada acto, por nimio que pareciera. Ahora, integrados en el sistema sociocultural y económico que nos encorseta, podemos o rebelarnos y girar la vida, o continuar sumisos y resignados.
Aquí, el maestro Cioran, nos dice:
“La libertad, concebida en sus implicaciones últimas, plantea la cuestión de nuestra vida o de la de los otros; comporta la doble posibilidad de salvarnos o perdernos. Pero no nos sentimos libres, no comprendemos nuestras oportunidades y nuestros peligros, más que ciertos sobresaltos. Y es la intermitencia de esos sobresaltos, su rareza, lo que explica por qué este mundo no es más que un matadero mediocre y un paraíso ficticio. Disertar sobre la libertad no lleva a ninguna consecuencia, ni para bien, ni para mal; pero solo tenemos instantes para darnos cuenta de que todo depende de nosotros…
La libertad es un principio ético de esencia demoníaca.”
Cioran, E. “Breviario de podredumbre” 2019. Editorial Taurus. Trad. Fernando Savater. Pg. 90-91.