
Me resulta curioso que, a medida que voy sumando años, me van sobrando cosas. Me voy despojando, poco a poco, como si quisiese soltar lastre para llegar al final sin pesos de ningún tipo.
Cuando era joven me maquillaba diariamente; me ponía joyas de lo más variadas y variopintas, anillos, collares, pulseras, cinturones. Adornos, casi cual árbol de navidad. Un folclore andante.
A medida que iba pasando el tiempo, iba menguando la cantidad de adornos. El maquillaje pasó a ser más sutil e incluso más esporádico, relegándolo a las salidas nocturnas, reuniones o fiestas.
Empiezan a sobrar complementos, al igual que las palabras innecesarias o los compromisos absurdos.
Sobran personas, lugares, momentos, ropa, calzado, bolsos y hasta besos. Me sobran rencores; ya no los necesito, al igual que unos zapatos que sean molestos. Busco lo cómodo, lo práctico y lo directo. Ya no quiero lo superfluo.
No quiero los halagos si no son ciertos. No me ando con rodeos. Y no quiero besos si no son con sentimiento. Ya no uso pendientes si me pesan. Y ya no tomo café con quien no me interesa. No me pongo una diadema si me aprieta. No me pongo tacones si camino entre la naturaleza. Y no quiero llevar un bolso grande si me pesa.
Sigo usando joyas, adornos y complementos, pero cambiando lo mucho por "la pieza". Me gusta lo artesanal, lo único, lo hecho con el corazón y no en serie. Ahí radica la belleza.
Me deshago de lo inútil, de lo feo, de los malos sentimientos. Sobran las adulaciones y los absurdos complementos.
Quiero quedarme con poco. Y de lo poco lo bueno. No quiero adornos banales ni falsos colegas.
Así que me despojo de lo que no me interesa. Sólo quiero lo que me haga feliz y me saque una sonrisa de oreja a oreja. Y mejor si voy ligera...
1 Comments
[…] a través de Adornos by Rosa Liñares […]