jueves, noviembre 30 2023

¿Qué tienes Harrys? by Awilda Castillo

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Son pasadas las 20:00 horas, Barcelona sacudida por un ataque terrorista. Las Ramblas son noticia a nivel mundial. Toda la policía de la ciudad y el resto de los cuerpos de seguridad en alerta máxima, un despliegue sin igual ante el asfixiante temor que embarga al ciudadano común de Barcelona y a los turistas que por causalidad, la vida les convocó para esta mala hora.

El detective Pérez Sáenz recibe un  llamado con carácter de urgencia y debe abandonar la escena donde se perpetró el atentado.

—Teniente, se nos ha reportado hace apenas  unos minutos un cadáver en la zona donde estás.

—¿Es uno de los muertos arrollados que no habíamos conseguido? —Pregunta el detective como abrumado ante tanto caos.

—No Señor. Este, es el cadáver de una joven, la cual fue muerta con arma blanca.

Pérez Saenz pasa su mano por la frente apartando los mechones de pelo que la cubrían de manera recurrente.

—Martínez, como ya sabes todos estamos atendiendo esta gran emergencia, verdaderos crímenes sucedieron aquí. No puedo moverme, ¿se está levantando la escena?

El operador de la central policíal insiste: —Disculpe Señor, el comandante Bastardo ha ordenado que tome el caso, por eso le he llamado.

La llamada terminó y el mandato quedó hecho. No había otra opción que dirigirse a la escena del otro crimen.

—¿A quién le importa un muerto por un cuchillo, cuando andan terroristas matando con sus vehículo a muchos ciudadanos, en medio de esta ciudad? ¡Por favor! ¿En que están pensando?

A pesar de sus cavilaciones, sube a su coche y dejando a un lado su propia lógica, junto a Ramírez otro de los mejores policías de la estación, llegan a la otra escena.

La ciudad está totalmente acordonada. Los guardias civiles abundan por todas partes, el Ejército y hasta la guardia privada del presidente deja  ver la presencia de  algún piquete en la zona de conflicto.

—¡Joder! como no es suficiente con este día lleno de tragedia, ahora un asesinato extra. Quisiera despertarme y descubrir que esto solo ha sido una horrible pesadilla de la cual voy a despertar en cualquier momento.

Pasar por la Plaza Catalunya, seguir por El Corte Inglés y llegar más allá del Teatro El Liceo es como recorrer un escenario de guerra, donde se respira dolor y terror por todos lados.  Realmente una situación muy lamentable y devastadora.

—¿Quién quiere investigar un cuerpo con un puñal ?

A pocos metros de este último punto, una calle pequeña, contigua a una de las principales, desembocando en el lugar de los contenedores de basura, casi a la salida posterior de un pequeño restaurante de pastas, a unos 20 pasos, un cuerpo.

—¿Qué tienes Harrys? —Dice Pérez Sáenz, mientras se acerca a ver el cuerpo.

—Por su rigidez Teniente, indica que la muerte ocurrió hace apenas unas dos horas o un poco más.

—Prácticamente a la hora que ocurrían las muertes, no muy lejos de aquí… increíble, mientras el odio hacía de las suyas entre el colectivo, alguien  que tampoco sabemos quién fue, arremetió de manera particular con esta pobre chica. El asesino estaba tan enfrascado en su propio mundo que no lo detuvo lo que ocurría a su alrededor.

__¿El arma homicida estaba en el cuerpo? — Pregunta Pérez Saénz mientras se agacha observando con detenimiento.

—No Señor, quien la hirió tuvo el cuidado de sacarlo, hay un pequeño hilo como rastro de sangre, pero el arma no está.

Ramirez también se agacha a revisar el cuerpo. Colocan guantes en sus manos y descubren la herida. —Una sola herida, letal. —El asesino hizo un corte limpio, sabía adonde apuntar,  fue una herida certera.

—¿Algún sospechoso, alguien vio algo?—Dice Pérez Sáenz mientras recorre con su mirada toda el área.

Su compañero ya levantado, camina hacia la esquina y al regreso dice:

—Acabo de hablar con el señor de la tienda del inicio de la calle. El asesino tuvo que entrar y salir por ahí, es una calle cerrada al final. Me dice que vio pasar varias personas, pero no está seguro de las que salieron luego.

—Pobre chica, se salvó de terroristas y encontró la muerte en manos de alguien con un cuchillo o al menos eso parece. No hay signos de pelea, ni observé nada a primera vista bajo sus uñas, pero de todas maneras, Harry debe procesarla.

Nos vemos en la estación, levanten toda la escena, voy a volver a la zona de Las Ramblas, a ver si se tiene alguna otra información sobre los que perpetraron el atentado.

Pasan al menos 40 minutos y ya en la estación la investigación avanza.

Entra Marypaz, una linda y joven pecosa. La última adquisición de la estación, experta en informática y temas tecnológicos.

—La muerte de Paula Garzón (como se llama la occisa) se la propinó un cuchillo muy afilado, pasamos a creer que de una buena cocina. Procesamos el teléfono de la chiquilla, solo tenía 19 años y no aparece ningún novio loco por ahí. Cero amoríos, cero amiguita de juego eróticos, nada. Solo mensajes para estudiar y compartir cosas referente a su carrera. Realizaba un estudio sobre la contaminación en la ciudad y todo ese mal rollo del cambio climático. Revisamos sus redes sociales además, y ningun mensaje de ataque o molestia que emitiera o recibiera de nadie.

—¿Se le avisó a la familia? Pregunta el detective mientras observa las fotos del cadáver, en la tabla que le comparte MaryPaz.

—Su mamá está aquí, vino a identificar el cuerpo. ¿Quiere hablar con ella?

—Si, por favor.

Casualmente aquí viene la señora.

—Señora Garzón, él es el Detective Pérez Sáenz, a cargo de la investigación. La chica dice esto y sigue su camino, mientras que el policía queda ante la infortunada madre.

—¿Usted es,  la madre? —su voz es vacilante.

—Si, yo soy Pamela Garzón, la madre de Paula. —mientras dice esas palabras, una lágrima corre por sus mejillas, y su impactantes ojos azules brillan.

—¿Qué le  ocurrió a mi hija? ¿Ya tienen a quien lo hizo?

—Permítame Pamela, acompáñeme por favor hasta esta salita, aquí podemos hablar con más calma. Necesito hacerle algunas preguntas.

El detective no puede evitar que sus ojos se vayan tras las curvas de esta mujer. Es impresionantemente atractiva, no parece para nada, la madre de la chica muerta, podría ser su hermanita mayor fácilmente.

Ella, como leyendo su pensamiento, voltea y le descubre husmeando entre la apertura lateral de su falda. Pérez Sáenz se rasca la garganta, como buscando compostura.

—Sé lo que está pensando, porque ya he pasado por eso antes. Soy la madre de Paula, tengo 34 años. No parezco su madre, pero lo soy. Hace una pausa y su rostro experimenta un cambio. Me gustó jugar con el sexo desde temprano. Sus ojos ahora brillan, sin que aparezca el dolor observado hace pocos minutos, ahora hay fuego en una mirada casi provocadora.

—Si, parece muy joven para ser la madre de la chica muerta, pero yo no estoy aquí para juzgar sus antecedentes sexuales, mis preguntas están orientadas a resolver este crimen.

—Entonces haga su trabajo. Se sientan, frente a una pequeña mesa y al hacerlo, uno de los botones se la blusa de Pamela, se abre; la mirada instintiva del detective se detiene unos segundos ahí, pudiendo ver  algo de su ropa interior. Rápidamente desvía la mirada hacia otra parte, y comienza a hacer las preguntas.

—Sabe si Paula tenía novio o algún enemigo, ¿alguien con quien peleara recientemente? ¿Recibió alguna amenaza?

—¿Novio? ¡No que va! Su vida era estudiar. Pretendía cambiar al mundo y hacer que tomaran conciencia sobre la naturaleza. Ella a diferencia de mi, no sabía disfrutar de lo bueno de la vida.

—¿A qué se refiere?

—¿A qué va a ser? A los chicos, al sexo rico, a todo eso.

—El arma homicida no se ha encontrado aún, pero estimamos que fue un cuchillo de cocina. ¿Ella asistía a alguna clase de cocina o algo por el estilo?

—No, ella jamás cocinaba, no le gustaba… y a quien conocía… no, pero eso no es posible…

—¿A qué se refiere Sra. Garzón? Cualquier detalle es importante.

—Ella tenía dos amigas que estudian un curso alterno para chef.

—Dígame sus nombres.

Tomados todos los datos, se ubican ambas chicas.

De la entrevista con ellas salió un nombre. Lucas, un chico encantador que tenía los ojos más profundos que nadie jamás había visto.

—Él estaba enamorado de alguien, pero no sabíamos de quien. Dijeron ambas chicas, compartiendo esa intriga que a ambas carcomía.

Horas más tarde Pérez Sáenz y Ramírez  dando el recorrido por Las Ramblas nuevamente, volvieron  al sitio de la muerte de Paula. Esta vez ingresaron por la calle  al restaurante que no estaba abierto al público; preguntaron por Lucas y no  había llegado aún.

—Es un chico muy reservado, bueno atendiendo la cocina, pero poco hablador. Dijo el encargado, mientras les dirigía a la cocina a hablar con el chef.

—Buenos días, soy el Detective Pérez Sáenz y mi compañero Ramírez, policía local, investigamos el asesinato de Paula Garzón.

-¡Asesinato! ¿Y por qué entran a mi cocina?

-El arma homicida fue un cuchillo, que bien podría ser de esta cocina. ¿Usted conoce a Lucas Trojas? El conocía a la occisa y queremos hablarle.

—Claro que conozco a Lucas, es uno de mis ayudantes más efectivos.

—¿Falta algún cuchillo extraviado en su cocina? ¿Podríamos revisar?

—Claro, yo no tengo ningún inconveniente y mucho menos nada que esconder.  El chef se dirige a la mesa donde están expuestos la mayoría de los utensilios, y también despliega una amplia gaveta donde están ordenados metódicamente todos los cuchillos. Pasa la mano sobre ellos, como contando mentalmente y dice: Falta uno… falta uno de mis mejores cuchillos. Ese lo tenía ayer Frank, él está escogiendo unos mariscos en la trastienda. Pueden hablar con él, si lo desean.

Salen hasta donde indicó el chef y efectivamente hallan a Frank con las manos en sendos canastos contentivos de todas las especies marinas.

—Policía de Barcelona ¿podemos hacerle algunas preguntas?

La cara de asombro de Frank es evidente, el color rojo sube a su cara hasta tornarse simikar al de la langosta que mueve sus tentáculos en uno de los recipientes.

—¿Qué quieren Saber?

—Investigamos la muerte de Paula Garzón. Muestra una fotografía de ella y al verle, el rostro de Frank indica que la reconoce.

—Es la amiga de Lucas. Ella ha estado por aquí un par de veces esta semana.

—¿Era amiga o algo más de Lucas?

—Pues presumo que amigos, nunca les vi en otro plan.

—Y cuando fue la última vez que la vio?

—Hace dos días. Yo estaba tirando unos restos a la basura en el contenedor al final de la calle y la vi hablando con Lucas allí atrás.

—Justo ahí, la asesinaron ayer. ¿Lucas viene hoy?

—No, todos estamos libres por 48 horas, por lo del atentado de ayer. Vinimos solo los que realmente somos responsables de la cocina. Lucas es todavía un “aprendiz”. Dice eso con algo de amargura o sinsabor en el fondo.

Terminada la conversación con Frank, solicitan  la dirección de Lucas. A los 10 minutos están a su puerta.

-¡Lucas Trojas, policía de Barcelona, abra la puerta! Se oyen pasos lentos y vacilantes. Con  las manos puestas en la funda de sus armas, ambos policías miran como la puerta se abre, dejando ver a un joven con cara de tristeza.

—¿Qué es lo que quieren?

—Investigamos la muerte de Paula Garzón. Abrimos paso y entramos al apartamento. Todo está revuelto, pero no se observan restos de sangre, ni ningún cuchillo como el que andamos buscando.

—Debes acompañarnos a la estación.

No dice una palabra, sus ojos profundos y negros solo nos siguen mientras literalmente arrastra sus pies.

—¿Estás drogado acaso?

Sigue en silencio, mientras su mirada nos transmite algo de desprecio. Lo trasladamos a la comisaría e inicia el interrogatorio. No pide abogado, y hace como si no nos escuchara.

Las grises paredes del recinto hacen más lúgubre la cara de Lucas, quien solo mantiene su mirada en la ventana que permite que se pueda observar del lado de afuera, sin ser visto.

—¿A ver Lucas, cuéntame de dónde conocías a Paula?

—Somos compañeros de la uni, casi no se oye lo que dice.

— ¿Dónde estabas ayer a las 6:00 pm?

—En mi trabajo. La voz en murmullo sigue.

—¿Cuándo viste a Paula por última vez?

—Ayer. Ella estuvo como a las cinco. Vino a verme y charlamos unos minutos. Hace pausa entre palabra y palabra, comonel que está exhausto.

—¿Antes de que la mataras?

Hay un silencio que se vuelve interminable.

—Contesta Lucas.  ¿Hablaste con ella antes de matarla?

—Yo no la maté.

—¿De qué hablaron?

—De nuestras clases, el proyecto ambientalista que estamos desarrollando, deje unos apuntes en su casa y me los trajo.

—¿Y luego? ¿Qué ocurrió después?

—Nada, nos despedimos y ella se fue.

—¿Había alguien más con ustedes?

Lucas coloca sus manos esposadas sobre su cabeza como queriendo no escuchar más nada.

Me acerco más y Ramírez mueve su cabeza en señal de negación, como queriendo decir que estamos perdiendo el tiempo.

—Vuelvo a preguntarte Lucas, ¿porque mataste a Paula?

—Pau, era mi amiga…la quería. Yo volví a la cocina y ella estaba viva. No se obtiene más del interrogatorio.

El detective  vuelve a su oficina y recibe algunos informes que se desprenden de la revisión del forense.

Cabellos largos y negros en la correa de su reloj. Marcas de una mano que la agarró fuerte por el antebrazo izquierdo, cosa que a  cuando vieron el cuerpo  inicialmente  no se observaban, pero con el paso del tiempo “los muertos hablan”. La chica llevaba el pelo rojizo, por tanto no era de ella el mechón encontrado, de Lucas tampoco son por razones obvias, el lleva cabello corto. De pronto una duda salta en medio del informe.

—¡Ramírez, tenemos que ubicar a la señora Garzón! Debo hacerle otras preguntas. En min primer dontacto no fui más allá, pensando en el dolor que estaba procesando. No puede evitar recordar el botón abierto de su blusa y sus ojos insinuantes a pesar de la lágrima que vió.

—Enseguida teniente, voy por ella. Transcurre una media hora y trae de vuelta a la señora Garzón. Esta vez se ve  distinta. Cabellos recogidos en una coleta, lo que hace resaltar aún más sus ojos azules, pantalones muy ajustados negros y una blusa blanca que transparenta su ropa interior ¿de luto quizás?

—Sabía que enviaría por mi, detective.

Definitivamente esta mujer intimida a cualquiera, su voz tiene un tono que despierta deseos de mirarla.

—Entonces gracias por venir. El teniente Pérez Sáenz trata de hacer todo de la manera más natural posible, pero los ojos de la mujer mirándole firmamento le hacen revolver deseos internos.

—¿Estuvo usted con su hija en el callejón donde murió?

Los ojos de Pamela se abren y puede observarse cómo se dilata su pupila.

—¿Estuve allí… si, y qué hay con eso?

—¿Por qué no lo dijo antes?

—Porque usted, no lo preguntó.

—Dígame ¿Qué hacía usted ahí? ¿Usted conoce a Lucas?

Luego de un suspiro y una mirada como de fastidio, Pamela comienza a hablar.

—Estuve ahí, quedé de verme con Lucas, al que conozco muy bien, y como no apareció, me vine hasta el restaurante. Paula llegó, nos vio, y tuvimos una discusión, pero nada más.

—¿Una discusión?

—Lucas es uno de mis amantes, o si quiere hacerlo más romántico, él está enamorado de mi. Nos conocimos en mi casa cuando él fue por Paula para ir a un evento ambientalista. Desde ese día el chico me gustó, nos vimos un par de veces más y dos tardes a la semana lo hemos venido pasando bien. Él se lo tomó en serio, y quería contárselo a Paula, yo le aclaré que era solo sexo, pero ella también lo descubrió. Por eso fue la discusión.  Lucas entró volvió a la cocina porque uno de sus compañeros le reclamó y mi hija caminó conmigo. Ella sabía cómo soy yo, así que le di explicaciones claras, que ella entendió. Al final me dijo que todo estaba bien, sólo que le había chocado el no enterarse por mi, que por favor no lastimara a Lucas y me dijo además que le pediría disculpas al muchacho. Yo seguí mi camino, tenía una cita con alguien más grande, así que no podía estar perdiendo el tiempo. Lo pensé mejor y como no quería problemas con un “niñato” le escribí diciéndole que nuestras citas estaban canceladas hasta nuevo aviso.

—Puede revisar mi teléfono y todo lo demás cuando quiera. Su provocación no cesa, la forma de moverse aún sentada, es como de un felino al acecho.

Sin dudar Pérez Saenz revisa el teléfono y comprueba lo dicho por Pamela. Igualmente procesan el teléfono de Lucas y encuentran el mensaje. Esa es la razón de su tristeza.

Comienzan las conjeturas en la mente del detective, mientras camina hacia su oficina.

—Si no fue Lucas, ni su “mami” ¿Quién mató a Paula Garzón?  La chica volvió  al restaurante ¿qué ocurrió allí?

Mira a Ramirez y dice: —Vamos por Frank, el cocinero, quien al parecer no nos contó todo lo que sabía.

En pocos minutos Pérez Saenz vuelve al restaurante, Frank nobesta en el lugar y al verle el chef rápidamente pregunta:

—¿Resolvieron el caso? ¿Ya saben quién mató a la chica? Mientras conversan empieza a  llover muy fuerte.

—¿Usted vio a Paula hablar con Lucas ayer?¿había alguien más?

—Realmente no la vi, el despacho de la tarde iba muy rápido, estábamos muy llenos, y luego llegó la noticia del atentado, así que todos entramos en pánico aquí dentro. Todo el mundo gritaba y estaba agitado, había confusión… aunque ahora que lo recuerdo mejor, Lucas si tuvo una discusión con Frank y les vi salir al callejón,  con el alboroto lo olvidé.

La lluvia sigue fuerte los próximos diez minutos. Pérez Sáenz decide revisar nuevamente la escena y al abrir la puerta trasera que da al callejón, mira caer un cuchillo casi al frente de él. El agua de la lluvia, llenó el canal y empujó el arma hasta caer del techo. Saca su pañuelo, lo recoge y lleva a la estación para ser  analizado. —Creo que encontré el arma homicida, dice a Ramirez.

En media hora llegan los resultados. La sangre en el cuchillo era de la víctima.

—Volvamos por Frank, Ramirez. Llegan nuevamente al restaurante  y este sigue sin dejarse ver . Salen al callejón y  a lo lejos le divisan  corriendo, tratando de huír. Ramirez da la voz de alto y corre tras él, por varios minutos le da trabajo, es rápido el cocinero.

A  unas cuantas cuadras consigue lanzarse sobre él y le apresa, llevándolo esposado a la comisaría. En el mismo recinto donde interrogaron a Lucas, quien todavía está bajo custodia, hacen las preguntas a Frank Coello. Pamela quien también está en el lugar está detrás del vidrio y observa el interrogatorio.

—¿Por qué no nos dijo que si había visto a Paula? ¿Cuál era su relación con ella?

—Yo no tenía ninguna relación con esa niña ¡lo mío era con su mamá!

—¿Con su mamá? —Explíquese mejor.

—¿Qué quieres que te explique? ¿Que me acostaba con ella y no quería compartirla con nadie?

—¿Y que tuvo que ver eso con Paula? —No se oye ninguna respuesta.

—Vuelvo a preguntar ¿Qué ocurrió con Paula?

—Salí a reclamarle a Lucas, porque deja el trabajo, por cualquier excusa y tengo que estarlo cubriendo. No sé por qué no lo despiden. Al salir le vi discutiendo con la chica, pero para mi sorpresa también estaba allí, “Pamy” y escuché cuando el tonto de Lucas le decía a Paula que quería a su mamá. En ese momento me enfurecí, pero preferí volver a la cocina. Estuve allí un rato sin saber que hacer hasta que Lucas volvió.

—Le ofrecí unos golpes, por eso fuimos afuera.  Nadie se dio cuenta, porque había gritos y carreras por lo del atentado. Él me decía que la amaba y que ella  a él, también. Por supuesto, que desde lo molesto, que estaba, le dije la verdad, que Pamela era una zorra, pero era “mi zorra” y no me daba la gana de compartirla con alguien tan insignificante como él. En ese momento Paula llegó y escuchó nuestra discusión. Lucas puso cara de que el mundo le cayó encima con mi revelación, así que como un cobarde salió corriendo.

—¿Qué es lo que has dicho de mi madre? —Dijo enfurecida

—Nada que tú no sepas, porque de seguro eres tan zorra como ella. Eso lo dije porque era verdad, pero la niña no se quedó quieta, aunque le tome por las muñecas, ella se zafó y me abofeteó.

—Yo queriendo castigar a su madre, saque el cuchillo que traía en mi delantal y simplemente la herí.  Solo, quería que culparan ese tonto, así me libraba de él y tendría a  Pamy nuevamente.

—Llévenselo. Dice Pérez Saenz mientras sale del salón de interrogatorio y al hacerlo se consigue con Pamela quien lo espera con ojos expectantes.

—¿Ve las cosas con más claridad ahora, detective?

—Lo que veo es a una mujer  peligrosa que desata las más bajas pasiones con sus encantos.

—Eso es casi un halago, detective. Que estén dispuestos a matar por mí, quiere decir que tengo algo que desean con mucha fuerza…

El detective sigue de largo, quiere escapar de los lazos de seducción de esta mujer, cuya hija pagó el precio de su insaciable apetito sexual. Se va y un pensamiento cruza por su mente: ¿Qué será eso que tiene?

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