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Las ocho puertas de la muerte by Claudio Nigro

img muerte En el cuarto suspiro,  un ultimo parpadeo; cerré los ojos ante la imposibilidad de seguir luchando por una bocanada mas de aire;  es asi que me encontré, sin desearlo,en lo que podría describir como un  largo pasillo de la vida; y allí estaba, sin entender absolutamente nada. Recuerdo como si fuera hoy, la lúgubre luz, aromas de humedad, murmullos agudos y sombras difusas, que corrían sin cesar a través de mí. Solo alcanzaba  a distinguir ocho puertas que me invitaban a ingresar, cuatro a cada lado de ese pasillo; las puertas no tenían nombre pero al tocarlas sentían que poseían historia de otras vidas… de vidas ajenas y a su vez conocidas. Al finalizar  había una ventana pequeña entre abierta, donde alcance a distinguir una figura de un gato, solitario e inmóvil. Era todo muy extraño, pero a su vez olía a cercano y familiar;  hubo un momento que estando parado sólo,  escuche una voz penetrante que decía -Camina, ¡no caigas en el lado del olvido! Esa voz —dije., esa voz es conocida y volvió a reiterar: —¡No caigas en el lado del olvido! Esta vez fue tan fuerte que retumbo mis oídos e hizo vibrar mí cuerpo. Así es que comencé recorrer cada puerta, abriéndolas con gran temor a lo desconocido o de encontrar algo que no querría ver. Al ingresar en esa primer puerta a mi derecha, alcance a distinguir una mesa, dos sillas y cuatro libros tirados en el piso y tan sólo dos velas a medio consumir; una estaba sobre la misma mesa y la otra en un rincón del cuarto, que apenas se confundia con las  desdibujadas paredes del cuarto. Un olor penetrante de pronto se hizo presente; tal vez parecido a huesos y muzgo, era desagradable Los libros tenian un título cada uno “ Dolor, Tristeza, Recuerdos y Olvidos, Abrazos”, los cuales no tuve el coraje de abrir, por mas que la curiosidad me invitaba a descubrir sus entrañas. Salí de ese primer cuarto, cruce el pasillo para ingresar a la siguiente puerta; al abrir la puerta, me encontré con una sombra que tendía a esfumarce y volvia sobre si misma; no tenía mirada, no transportaba piel; estaba ahí inmutable acodado sobre una mesa muy parecida a la anterior y con tan solo una sola silla, donde “El” estaba sentado. Con la voz interrumpida por una especie de falta de aire o algo así,  alcancé a balbucear una pregunta: —¿Quien eres? Me respondió casi con inmediatez: —Tan solo soy la parte de lo que no eres. luego de un instante que pareció eterno, continuó: —Sólo somos el aroma de una existencia; y en cada existencia la muerte, indefectiblemente se nos lleva un pedazo de ser , piel adentro… piel afuera. En ese momento sobrevino un silencio atroz y profundo, que provocó un ardor terrible e intolerable en el pecho. Caí de rodillas al piso, casi sin aire; inexplicablemente y al instante me encontraba nuevamente en el pasillo, con las manos transpiradas apoyadas en las paredes. Me levanté como pude, y me dirgí a  las siguientes puertas, que a diferencia de las primeras ya se abrían solas apenas me acercaba, y de ellas expulsaban voces confusas, como gemidos y ese olor fétido y penetrante que me invadía. El temor ya me había invadido de tal forma que provocaba terribles dolores en la rodillas Mi pecho comenzó nuevamente a arder  (literalmente me quemaba) y tener sensaciones de desgarros que me dificultaban la respiración. La voz nuevamente se hizo presente, y en forma mas intensa: -¡Camina! —exclamó Avance como pude, el dolor me dificultaba cada vez mas mi andar, sentía el vientre mojado y mis piernas flaqueaban. Desesperadamente comencé a intentar correr y abrir una tra otra las puertas; y allí pude percibir que todos los cuartos tenían algo en común, una silla, una mesa, dos velas, y cuatro libros; en todas habitaban  sensaciones  conocidas. En todas se escuchaban voces con mandamientos que alguna vez en la vida las había escuchado. Mientras continuaba hacia la ventana, esas voces eran mas intensas, mas presentes, las figuras que antes parecían difusas, ya me eran todas familiares; que al pasar por mi lado todas extendían sus brazos hacia mí , y con sus palmas golpeaban mi pecho tres veces. Todos me murmuraban algo al oído; ¡eran sus mandamientos!, sus mandamientos. Al final de este pasillo llegue a la ventana, el gato ya no estaba, ¡ desapareció! Antes de asomarme a ella, noté que una mano se apoyo en hombro izquierdo; di media vuelta y mire hacia atrás. Los vi, todos tenía forma, Tata… Mamá.. Papá… Jorge… Tia Ñata… Tito… Eduardo… y yo…, ¡yo estaba ahí, con ellos! En ese momento estallé en llanto y no podía detenerme, quería vaciarme de lágrimas, gritar; ya no tenía voz. Me volví hacia esa ventana con la esperanza de encontrar una respuesta o algo que me calmara. Alli me ví tendido, rodeado de ocho cuerpos terrenales luchando para que continuara en un mundo que era de ellos y que parecía ya no ser el mío. Pude ver brotar rios púrpuras de mi vientre, gritos, órdenes, y una funda que solía transportar lo que ahora estaba acá; todo estaba en ese lugar detrás de la ventana. De pronto un remolino, una rafaga gélida me envolvía para esfumarse, que no sabría explicar. Recuerdo abrir los ojos y ver una persona diciéndome —Tranquilo, ya estás con nosotros, todo va andar bien – sonrió brevemente y desapareció de mi vista.                 Allí estaba, atravesado por cables, caños, bolsas con liquidos y personas que tenían manchas de mí, intentando limpiar las huellas de una batalla ganada, Así es que,  en ese estado, traté de reflexionar sobre lo vivido, aferrándome a los recuerdos, las palabras, las voces. Cerré los ojos para retener todo en mi memoria, ¡Me hice cientos de preguntas! Tal vez todos tenían razón, o una razón; que no era más que su existencia sobre mí existencia ¿Soy su embajador de sueños y deseos? ¿También de sus muertes? Y ahora, ¿Cómo no saber de sus muertes? Si las he visto junto a la mía; simplemente creo que aún necesitan que transporte el baúl de esos sueños y recuerdos. Todavía tengo un largo trecho para cargar este equipaje, y será hasta la próxima posta que sobrevendrá indefectiblemente, pero no ahora definitivamente no es el momento…  

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  • “Sólo somos el aroma de una existencia.” Grande Claudio.

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