jueves, noviembre 30 2023

Iker by Estrella Rodríguez

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Iker, Iker…

El niño miró a su alrededor buscando a quien susurraba su nombre. No había nadie. Se olvidó y siguió jugando con su balón entre los rosales.

-Iker, Iker…

Otra vez la llamada. Iker miró a todos lados extrañado, no conseguía ver quien le llamaba. Buscó por todas partes pero estaba solo. Sería mamá que le estaba buscando.

-¿Mamá?

-Soy yo quien te ha llamado, la rosa blanca —escuchó.

Se volvió hacia los rosales. Allí estaba, la única rosa blanca entre un arco iris de rosas. Estaban radiantes, de lindos colores, parecían formar un cuadro multicolor. Todas giraron sus tallos hacia donde estaba él.

-Eres una mentirosa, las rosas no hablan —dijo Iker.

-Yo sí, soy una rosa mágica. Y quiero pedirte un favor. Quiero que nos ayudes a escapar.

-No tenéis piernas, no podéis andar.

-Eres un niño listo, es verdad, no podemos andar pero tienes que intentar que no nos corten. ¿Ves esas manchas en la tierra? Es la savia de nuestras amigas que cortó ayer tu mamá, tú sangras si te haces un corte ¿verdad? Nosotras perdemos la savia y en pocos días morimos.

-Pero las rosas se ponen en los jarrones y están muy bonitas. Mi mamá las echa agua y una medicina para que no se sequen.

-Míranos bien, estamos muy tristes porque queremos estar en el rosal, es nuestra casa y nos gusta más que el jarrón. ¿A ti no te gusta tu casa?

Iker se quedó mirando a la rosa blanca, había torcido tu tallo hacia abajo, apesadumbrada  y todas las demás hicieron lo mismo, el suelo se llenó de gotas, parecía que llovía, pero no, era el llanto de las rosas que caía empapando la tierra. También él se echó a llorar.

-Vale, le diré a mamá que no os corte, pero no sé si me hará caso… le gusta mucho adornar la casa con flores.

-Iker ¿Qué te pasa, por qué lloras? —su madre se había sentado en la cama a su lado y le miraba preocupada ¿Soñabas?

Iker abrió los ojos anegados en lágrimas y miró a su madre, ¿dónde estaban las rosas? Estaba en su habitación, con el pijama y era de noche todavía.

-Mamá, no quiero que las cortes.

-¿Qué es lo que no quieres que corte, cariño?

-Las rosas, las duele, sangran. He hablado con ellas y lloraban.

-Iker, las rosas no hablan y tampoco lloran.

-Es verdad, no digo mentiras, mamá.

-Duerme otra vez, es madrugada, ya mañana hablamos y me explicas, todo ha sido un mal sueño.

Al ir a apagar la lámpara de la mesilla de noche, vio una carta que no sabía de donde había salido, un dos de corazones con unas flores que parecían escapar… quizá era la culpable del extraño sueño del niño. Por la mañana le preguntaría de dónde la había sacado.

-¡Despierta, dormilón!

Iker frotándose los ojos, aún envuelto en ese sopor del despertar, se tiró de la cama, cogió la carta y fue a sentarse ante su tazón del desayuno.

-¿Quién te ha dado esa carta? —dijo mamá.

-Se le cayó a una señora. Se la cogí para dársela, me dijo que era un niño muy guapo y muy bueno y que me la quedase. Me la regaló, mamá. Es muy bonita, ¿a ti no te gusta?

De repente saltó de la silla y salió corriendo al jardín. Buscó la rosa blanca, encorvada hacia el suelo, finas gotas cubrían sus pétalos, como a todas las demás que la acompañaban. Sigue llorando, —pensó Iker. Se quedó mirándola hasta que la rosa pareció verle y se irguió ante su mirada. Le habló:

-¿Te acuerdas lo que te dije?

-Me ha dicho mi mamá que las rosas no hablan.

-Pero tú me escuchas, así que sí te hablo, somos dos corazones que nos hablamos de corazón a corazón, por eso solo tú puedes escucharme. Es nuestro secreto. Tienes que hablar con ella.

-Cuando vuelva del cole. ¡Adiós rosa!

Camino del cole, Iker iba muy pensativo, tenía que decirle a mamá lo que le había pedido la rosa blanca. Pero temía que no le iba a creer.

-Mamá, no cortes las rosas, no les gusta y les duele.

-Pero Iker, las rosas quedan bonitas en los jarrones, además se regalan en los cumpleaños y en el día de la madre… su trabajo es embellecer la vida.

-Pero su casa es el rosal, no quieren ir a los jarrones. Dicen que se mueren cuando las cortan.

-Se secan, es verdad, pero en el rosal también.

-Pero les gusta más el rosal, como a mí me gusta más nuestra casa y quiero estar en ella. Mamá, no las cortes, me lo ha pedido la rosa blanca.

-Eso era un sueño, cariño, no era real.

-No, mamá, lo rosa me ha hablado esta mañana antes de subir al coche y estaba muy triste, tiene miedo, como yo cuando está oscuro. ¡Por favor, por fa, por fa, por fa…!

-Si quieres, no volveré a cortar ninguna.

-¿De verdad, no me engañas? ¡Qué contentas se van a poner las rosas!

Y así fue como en el jardín de Iker no volvió a aparecer la tijera de podar, permaneciendo éstas en el rosal hasta secarse, correspondiendo con unas floraciones tan extraordinarias que toda la gente del pueblo se asomaba a ver sus bellos colores y aspirar unas fragancias inigualables.

Iker seguía hablando con ellas cada día, de corazón a corazón, mientras su carta mágica, como él la llamaba, permanecía al lado de su cama como un talismán que velaba sus sueños.

 

 

 

 

 

 

 

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