
El apogeo de la tecnología androide y sus derivados hizo avanzar la historia del género humano como nunca antes había sucedido, sin embargo, estas tecnologías tenían ciertos aspectos que si bien no eran siempre delictivos muchas veces eran censurables, como por ejemplo los estupefacientes que se incorporaron en los aparatos de realidad virtual y que desembocaron en una ola de depravación, o el extraño cambio que experimentó la sociedad cuando se ofrecieron al público androides con fines sexuales, no solamente por los tabúes de la temática sexual sino también por el hiperrealismo visual y cognitivo de estas máquinas, otro aspecto oscuro de la tecnología androide resultó cuando estos avances se aplicaron a los seres humanos, pues, lejos de ser una bendición para la sociedad de la antigüedad, los efectos secundarios de la tecnología androide resultaron catastróficos, causando no solo millones de muertes sino también las más terribles y dolorosas metamorfosis, sin olvidar, claro está, los efectos sociales y políticos que no solo una tecnología en gestación estaba causando sino también el uso indebido de esta tecnología, y tales son las dimensiones de estos espeluznantes efectos que figuraron como una de las razones por las cuales se abandonó el planeta tierra, no obstante, las promesas de la tecnología androide eran la ficción de la medicina, pues, en relación con el género humano, y es este el quid de la siguiente historia que se desarrolla en el siglo XXXI.
El doctor Homero es un científico que vive desde hace una década poco más o menos en un planeta aún sin nombre y cuenta con 60 años de edad. Este hombre ganó un gran prestigio desde su juventud gracias a la publicación de libros de divulgación científica, sobre teorías, opiniones y aportes en el ámbito de la tecnología androide y en el de la medicina contemporánea, llegando incluso a ser parte de grandes corporaciones y partícipe del mérito de diversas actualizaciones tecnológicas, entre las que se destacan la modernización de satélites y la modernización de naves espaciales. Sea por amarillismo o por ser una conjetura obligada, después de que la tecnología androide se estabilizó comenzaron las habladurías acerca de la mejora del género humano, tanto en el vulgo como en el arte y en general, en los medios de comunicación; en sus últimos años como personaje público el doctor Homero comentó a los medios de comunicación que la idea de la mejora del género humano era una idea que desde tiempos remotos ha excitado la imaginación humana, que este tipo de ideas se han plasmado en los libros y en los filmes e incluso en las religiones, donde villanos, superhéroes o dioses realizan hazañas imposibles para el hombre, por lo que la sensación de degenero científico era totalmente nula, y que en otras palabras, la idea de mejorar el género humano mediante la tecnología le parecía sublime y compleja. El doctor Homero había creado una serie de artilugios para transmitir información al cerebro, con la premisa de que, si la información hacía madurar y evolucionar a las personas, una ingesta artificial de información la haría igualmente evolucionar, y que el inconveniente que resulta del proceso natural de la obtención de esta información radicaba en el tiempo y esfuerzo que era necesario para recolectar esta información. Sus colegas no le negaron que dicho proceso fuera imposible, pero le recalcaron la obviedad de que sería similar a instalar información en un computador y que en el mejor de los casos fabricaría un individuo culto y no un genio como él pretendía, sin dejar de lado las connotaciones magníficas que insinuaba con el término “evolución inducida”. No obstante, el doctor Homero contaba con una gran fortuna, con el apoyo de ciertas corporaciones y con una ominosa clientela; de aquí que tuviera los recursos necesarios para mudarse a ese anónimo y desolado planeta. El lugar donde reside el doctor Homero es una helada fortaleza construida con los más refinados metales, en ella vive con todo lo que pudiese necesitar hasta el día de su muerte, entre lo que se puede destacar los androides destinados a ser ayudantes en sus quehaceres científicos, androides destinados al mantenimiento y vigilancia de la fortaleza, androides destinados a la función de mayordomos para las ocasiones en que sus colegas, clientes o socios o personas afines lo visitasen, androides destinados a su apetito sexual, médicos humanos que repiten sus experimentos en busca de reacciones adversas, además de dos secciones especiales donde viven bestias y personas en cautiverio, respectivamente, pues, estas personas y bestias son destinadas para ser objeto de investigación y experimentación; en relación con está sección de cautivos, es fruto de un acuerdo que pactó con uno de sus más opacos clientes, el cual le suministra los especímenes semestralmente.
Luego de 11 años de experimentación el doctor Homero había logrado avances asombrosos, mas sin embargo nada concreto para el público en general y, además, con el tiempo, e inspirado por algún delirio heroico, el doctor Homero había decidido utilizar en sí mismo sus descubrimientos; el carácter del doctor Homero no era marcial, mas sin embargo se sentía satisfecho con el grisáceo estilo de vida que llevaba: con sus estudios, con sus experimentos y con sus concubinas Laura y Barbara. En la actualidad la fortaleza posee un ambiente malsano y manchado por la monotonía y el sufrimiento, por lo común, el laboratorio es escenario de animales que se mueven como personas, que hablan de manera autómata y que expiran al poco tiempo de “instalada” la información, en relación con los seres humanos que participan en contra de su voluntad de estos experimentos se puede decir que tienen, por lo general, reacciones similares a las que tienen los animales; en cuanto a los experimentos a los que se somete el doctor Homero se puede decir que la diferencia radica en la cantidad de información que se “instala” en su cerebro, por lo que se deduce que el objetivo del experimento con bestias e individuos abominables se basa en encontrar la forma de “instalar” cantidades máximas de información sin efectos secundarios.
Luego del desayuno sexual, el doctor Homero, Laura y Barbara (ambas desnudas y entaconadas) bajan al comedor para el desayuno alimenticio y todos se sientan a la mesa. El doctor Homero es un hombre cuyo aspecto refleja una violenta simpleza, es de estatura promedio y de contextura igualmente promedio, su tez es farinácea y de color beige, su cabello es canoso, corto y ordenado, sus labios son carnosos, sus ojos son oscuros y rasgados y viste a diario de manera semi formal, en cuanto a Laura, es un androide de porte imperial y de contextura aguda, su rostro esta clásicamente delineado y expresa vicio y solemnidad, su piel es tersa y diáfana, sus ojos son llamas verdes con visos grisáceos que se avivaban con el aleteo de sus inacabables pestañas, sus labios son lívidos y escasos, su cabello es nutridamente salvaje y de color negro, liso en la raíz y ondulado en las puntas, sus tetas son níveas y sedosas y aunque no alcanzan la altura del ombligo por su firmeza, le llegan a la altura del codo si esta estira sus brazos, sus nalgas son pálidas y férreas como una viga, y su bulto es tal que da la impresión de que hace parte de su cadera, en relación con Barbara, es un androide visualmente similar a Laura, quien la viera confirmaría que en realidad el doctor Homero tiene una fijación con lo demoníaco, Barbara tiene una cabellera de color áureo que desciende como un manantial etéreo hasta el nalgatorio, sus ojos son de un azul congelado y están sepultados en unas ojeras violáceas e inhumanas, sus labios son carnosos y de un color rosa primaveral, sus tetas que son firmes y que caen gravemente hasta el ombligo, están estigmatizadas por tenues y glaucas venas, y sus nalgas que son estrictamente esféricas cuelgan hasta la mitad de sus muslos diamantinos; por otro lado, la mesa del comedor es más larga que ancha, como de costumbre y está hecha de cristal, su grosor es de 6 cm poco más o menos y está situada en el centro del comedor flotando a pocos centímetros de una exótica alfombra, en ella se refleja la áurea luz que ilumina el amplio comedor y que se mezcla deliciosamente con el grisáceo resplandor que perfuma al planeta y que discurre por un dilatado ventanal. En la mesa se encuentra una variedad de comida natural, entre la que se entreve una variedad de carnes, de arroces, de pastas, de frutas y verduras y de salsas exóticas, como también hay una sección de esferas, para quien prefiera una alimentación más precisa y moderna; por lo general, y en relación con la sección de esferas, este tipo de encuentros en la mesa se habían convertido hoy en día y más que en el pasado, en un mero ritual social que hacía las veces de punto de encuentro para charlas ligeras. «Homero, ¿cuál es exactamente la finalidad de esos experimentos?», pregunta Barbara, a media voz, «a corto plazo, transferir datos al cerebro al instante mediante el uso de la tecnología, es decir, como una modernización del estudio tradicional y la experiencia», responde Homero, observando la mirada atenta de Laura, y prosigue, «y a largo plazo, poder denominar a este proceso como evolución inducida, es decir, partiendo de la premisa de que si mi genialidad se yergue gracias al cúmulo de mis conocimientos y de mis experiencias, el hecho de poder duplicar una o las veces que sea posible la suma de todos mis conocimientos y experiencias daría por resultado consecuentemente la duplicación de mi genialidad; por ejemplo, si el ser humano es cien o mil veces mas sabio que los animales, el hecho de poder duplicar cien o mil veces mi genialidad haría que mi versión actual se viera como un animal en relación con mi versión cuyos conocimientos y experiencias hayan sido duplicado cien o mil veces», «sino estoy mal, lo que hace que el asunto sea delicado son la mortalidad y el dolor», comenta Laura, «en parte», responde Homero y agrega, «también se debe tener en cuenta que la evolución de ustedes los androides se dio gracias a que no hay riesgo alguno de muerte o de dolor, pues el dolor y la muerte en ustedes es una cuestión harto abstracta», «yo diría que ha resultado más simple crear un androide que recrear un ser humano», interrumpe Barbara, mientras se sirve cuidadosamente algo de pasta y de salsa, y prosigue, «no obstante, no se me dificulta deducir cual es la magnitud de tus investigaciones, pero creo que no te has puesto como objetivo primario recrear el cerebro humano, con lo que evitarías estos experimentos», «tu comentario hace que mis experimentos parezcan a alguien que intenta meter “algo” en un computador sin saber que es un computador», responde Homero, hace una pausa y continúa, «pero se entiende que tu idea es que la recreación del cerebro humano me daría un conocimiento más objetivo y por lo tanto podría proceder de manera más consciente y metódica, no obstante, el problema radica en que tu comentario no es congruente con la situación, es como decirle a una persona pobre “¿por qué no te vuelves millonario?, así podrías solventar tus deudas y necesidades”, o decirle a un androide “¿por qué no te vuelves un ser humano?, así podrías hacer y pensar lo que se te antoje”, además, que si ha sucedido naturalmente que primero se crearon los androides antes de recrear el cerebro humano, esto no se debe a que nadie haya tenido la idea de recrear el cerebro humano o a una persona en general, sino a la dificultad que implica este objetivo», «tienes razón…», responde Laura, «es una idea colosal», comenta Barbara luego de que todos dieran algunos bocados a sus respectivos alimentos, y prosigue, «es por las proporciones del cerebro humano que la idea parece pequeña; se deduce que es complejo recrear un cerebro humano cuando se piensa que en el caso de los seres humanos es natural que el estudio y la experiencia equivalgan a genialidad o a madurez, pero que en contraste, en el caso de los androides como nosotras, que poseemos la facultad de archivar una cantidad “infinita” de información, esta cualidad no equivale a nada; y es más oscuro el asunto cuando se piensa que los androides no podemos ser más ni menos de lo que somos, a menos que nos actualicen o nos practiquen una regresión, a diferencia de los cambios físicos y mentales que sufre el ser humano desde su natalicio hasta su defunción…», de pronto la voz de Barbara se extingue y ella sigue hablando como si no lo notara, este suceso se prolonga por largo rato, Homero se queda inquietado sobremanera y Laura sigue comiendo como si nada pasara; luego de unos minutos de silencio todos terminan el desayuno y se disponen a comenzar su jornada de trabajo.