
Me dicen, escribe un relato sobre el sombrero y yo me pregunto:
¿Qué puedo decir sobre el sombrero?
Y me digo a mí misma, quizá…
Recuerdo a Edu con su sombrero de piel y su chupa negra paseando por Baker Street en un día inusualmente luminoso de Londres. Era el día del orgullo gay y la calle hervía de color, música y movimiento. Desde las carrozas nos lanzaban flores y a él algún piropo que quedaba prendido en su sombrero cuando lo separaba de su cabeza y lo agitaba en el aire. Se le veía feliz como nunca lo había sido.
Y a mi abuelo, con un borsalino marrón sobre sus cabellos blancos, blanquísimos. Se lo inclinaba hacia adelante con un ademán misterioso y por debajo brillaban unos ojos azules con un toque de travesura. Un aire interesante y coqueto que se diluía en la mirada de ternura que nos dedicaba.
Y mi padre, en la montaña, con aquel sombrero de fieltro duro de pastor saboyardo, ancho de alas, que le hacía parecer un habitante de las cumbres. Se lo quitaba para saludar a los excursionistas ocasionales con los que nos cruzábamos en los veranos de nuestra infancia.
Recuerdo, sí, recuerdo a aquella anciana sentada en Hyde Park, en un banco rodeado de enredaderas y rosas silvestres en una primavera húmeda, mientras las fuentes repiqueteaban con un sonido de cristal. Sujetaba con firmeza su sombrero gris de hongo al tiempo que leía un libro de Adele Parks y sonreía con complicidad. Una ráfaga de aire lo arrancó de la cabeza. Ella se levantó con un movimiento ágil y corrió tras él. Cuando lo recuperó lo acarició con lo que a mí me pareció, un gesto de ternura. Cómo quien acaricia a un amigo.
… son recuerdos, pero… ¿qué puedo decir de los sombreros…?
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Add yoursTuviste una variedad de recuerdos para darle ese tono sentimental a los sombreros que volaron en tu memoria. y salió ganado tu relato que quedó estupendamente bien escrito para el deleite de los que te leemos. Qué estés bien en casa.
Manuel