Magallanes, de Stefan Zweig, nos cuenta la historia del gran navegador portugués, Fernão de Magalhães, quien a fuerza de determinación logra hacer lo que hasta ese momento, a principios del siglo XVI, era considerado imposible y hasta controversial desde el punto de vista moral: Magallanes logra darle la vuelta al mundo por primera vez, confirmando su naturaleza esférica, por una ruta ignota, erróneamente estimada, a través del descubrimiento del estrecho al sur de la Patagonia que inmortalizó su nombre.
Una biografía bella, entretenida y profunda. El autor, sin diálogos ni mayores escenas, nos relata la historia de una forma tan expresiva y vibrante que parece una historia de ficción. Su uso del lenguaje y de metáforas energizan el relato, que nos propulsa a través de océanos, islas exuberantes, tormentas y naufragios.
Nos proporciona el contexto de la época y reflexiona acerca de la osadía de sus exploradores, sobre la codicia y rivalidad de las naciones, y sobre la coexistencia de la mediocridad y genialidad humana.
El estudio del carácter del gran navegante es tan profundo que al final terminas conociendo no solo su dimensión de explorador, sino de hombre, orador, político, cristiano, juez, negociante, soldado, amigo, patriota y líder; un análisis difícil, ya que uno de los aspectos más notables de este gran hombre era su silenciosa y modesta personalidad. Es interesante que esta falta de extroversión, furor y espíritu de grandeza no fueran obstáculo para la culminación de su extraordinaria empresa, sino necesaria virtud. En sus cálculos minuciosos, previsiones, perfeccionismo y templanza se halla la razón de su éxito.
Zweig también le confiere espacio y meditación a otras figuras históricas: las que contribuyeron a la empresa, ya sea por ambición, afán de aventura o fe en Magallanes, y los personajes que le dieron batalla por envidia, nacionalismo o simple mediocridad.
El autor también resalta, con asombro, la fortaleza y perseverancia de aquellos marineros y grumetes, hombres usualmente de baja reputación, desperados, que hicieron posible la proeza con el esfuerzo agotador de sus músculos, bajo climas y geografías extremos ―el sol que quema la piel, el viento ártico, turbulentos océanos, tierras hostiles…―, tolerando hambruna, enfermedad, desolación, hastío, falta de esperanza y terrores…
A veces nos olvidamos de que nuestros ancestros sufrieron penurias que hoy consideramos intolerables: murieron jóvenes en el mar, en la batalla o en la faena; padecieron pestes y dolencias físicas para las que en ese entonces no había remedio; experimentaron injusticias sociales y agravios por la precariedad y arbitrariedad de las normas; tuvieron hambre… Leer esta biografía nos asiste en recordar nuestros orígenes y recobrar la perspectiva de nuestra frágil humanidad y de la gran oportunidad que tenemos hoy para obtener el bienestar gracias a la tecnología y estructuras modernas que se construyeron a través de siglos de perseverancia y esfuerzo.
Magallanes no era un ser de acero ni infalible al error, y ciertos eventos podrían haberse evitado con una mano más diplomática o una posición más práctica, pero no dejamos de admirarnos ante la grandeza de este hombre, quien realizó la empresa, pero no gozó de sus frutos.
Con el tiempo, el estrecho no confirió mayores ganancias económicas y pasó al olvido. Sin embargo, como proclama Zweig, esta proeza adelantó el conocimiento de la humanidad a pasos agigantados. Para aquellos que se desilusionan con los pocos progresos de sus artes, ciencias y oficios en materia económica o celebridad, es inspirador pensar que la mayor recompensa que puede tener un hombre y una mujer es avanzar, ya sea por un ápice, nuestro entendimiento acerca de la vida y nuestra maduración como raza humana.
Una lectura magnífica para redescubrir nuestras ansias por explorar el mundo y nuestra responsabilidad por desarrollar nuestra consciencia, a la vez que fortalecer nuestra tolerancia ante las tragedias humanas.
