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LA PARTITURA by José Luís Serrano

                                                                                           

Imagen aportada por el autor

Cuando alzó la vista los encontró allí: Donde tal vez acudían cada tarde. Donde quizás se habían posado por nada más que casualidad ¿Se conocen entre sí los pajarillos que comparten rama, árbol.....? ¿Se citan para ir a alguna parte?  Esta vez había sido el tendido eléctrico... y allí les vio haciendo quién sabe qué. Puede que sólo estar.

Los pajaritos se habían repartido por el cableado a su santa voluntad. Respondiendo al orden de llegada o al protocolo que usen ellos para esos casos.

El asunto es que cuando los vio, inmediatamente encontró que había una cierta disposición que trascendía el mero descanso de unos pajarillos al caer la tarde.

Decidió ignorar el cable de abajo y sus correspondientes pájaros. Subiéndose a una piedra colocó el y la Sol en el segundo cable y leyó mentalmente en un largo de 4 x 4 ... que un instante después silbó bajito... y otra vez... y una más.... ¡y sonaba bien! Apenas un par de compases....  Los entonó tarareando y una sonrisa le poblaba el rostro, le dilataba las pupilas haciéndole otra vez niño sorprendido... Esta vez no quiso fiarse de su memoria, así que sacó un bloc pautado y colocó notas en el lugar de los pájaros y en la segunda línea, en lugar de una clave dibujó un círculo con rayos y al final, a la derecha, un poste…

En el piano tecleó la melodía en redondas muy muy alargadas. Ahora en negras... andante...presto....otra vez redondas. Sólo era un inicio, una docena de notas que desarrollar y que podían constituir el tema de una melodía sobre la que trabajar. Y aquella parecía una buena noche para los duendes del piano. Acaso el tranquilo paseo y aquel pequeño fraseo musical....  ¿no vuela la música? ... entonces...

Cuando apareció por el salón con un termo de café y una bandeja de dulces no hizo falta explicar que se quedaba a trabajar hasta tarde. Como tantas otras veces, hasta que le venciera el sueño o la inspiración le volviese la espalda. Y todos se marchaban a dormir tan tranquilos.

Los dedos repetían una y otra vez el apunte y era como si alguien hubiera puesto un muro junto a la última nota pero cuando en los tuétanos de uno hay ecos de sonatas se sabe dónde hay algo aunque cueste verlo.

A las cinco de la mañana los bostezos hacían piruetas sobre los sostenidos... quedaba un poco de café aún caliente y se dispuso a tomarlo sabiendo que la melodía estaba allí. Pero escondida.  Mientras tomaba el café, en un folio dibujó un pájaro. Y rápidamente otro al lado. Y tres un poco más arriba. Y con rabia unas líneas para que se posaran como por la tarde en el campo junto a todos lo demás pajarillos que también dibujó. Y el sol en la segunda línea. Con el dibujo en el atril repitió una vez más aquel par de compases y al terminar ya no estaba el muro sino una nota larga y profunda que prologaba tres compases de trinos tecleados que nacieron  fusas y corcheas... y los dedos ágiles, eficaces artesanos al servicio de una idea. La mano izquierda firme manteniendo un acorde en el teclado, la derecha reclamando premura al lápiz que sobre el pautado asienta negras, redondas...  Pero al volver a pulsar las teclas, esos acordes recientes habían perdido frescura. Y aún no eran fugas, ni contrapuntos... sólo la continuación natural de los primeros avanzando en la composición paso a paso. Vuelta a repetir y cada intento  una vez más lo mismo. Y otra. Y otra. Se llevó el block a la cocina para repasar mientras preparaba más café y dio en pensar que el Duende de Guardia de aquella noche debía querer jugar. Silbaba limpiamente el dibujo de los pajaritos y al llegar a la notación como que los labios no querían, que el aire se le espesaba entre los dientes: como las manos en el teclado. Y decidió jugar: Igual que un rato antes pero sin rabia dibujó picos y alas a las notas y el silbido fluyó limpio cuantas veces lo reclamó. Y en el piano los dedos como que pulsaban frutas silvestres, destellos de luz en el río.... cantos rodados que dentro del agua se acarician........ y la melodía progresaba mientras sobre las cinco líneas anotase pajaritos porque en cuanto distraídamente escribía una redonda o una corchea, esta se transformaba en un nuevo sillar para el muro que impedía avanzar cerrando el campo.... tembló al llevar la mano izquierda al teclado para acompañar la melodía pero los acordes acudían prestos a la llamada de quien conoce el conjuro que los reclama. Al escribir la parte de la mano izquierda dudo un instante y dibujó pájaros. Más grandes porque correspondían a notas largas y profundas destinadas a envolver los trinos ahora andante, presto, vivace con que la mano derecha construía una y otra vez la sugerencia de los pajaritos en el tendido eléctrico...

El Duende de aquella noche había decidido jugar con él y le había aceptado la partida sin estar muy seguro de qué reglas la regían pero en el momento en que intuyó cuales sacó unas cartulinas y trazó grupos de cinco líneas. Transcribió la música que había escrito asignando cada nota a un pájaro distinto de modo que  canarios y jilgueros se ocuparon de las notas más veloces y los grajos de las más lentas. Búhos, lechuzas, cigüeñas..... se ocuparon de la mano izquierda. Y como le había tomado gusto al juego empezó a esbozar armonías con otros animales que le brindaban contrastes con los trinos y no desechó ninguno....hasta que con las primeras luces del amanecer se sentó un momento en el sofá y cayó rendido de sueño y cansancio...

A la hora de comer aun no había salido del estudio así que ya con la mesa puesta fueron al rescate:   Dormía bajo unas cartulinas pautadas que en lugar de fusas tenían jilgueros, colibríes y palomas y cerditos y unos patos.... y en la cara del músico una sonrisa que nadie supo adjetivar.

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