Publicado en la antología «Ella, la Igualdad», promovida por la Asociación Cultural Habla en 2019.
Al llegar a la orilla de tus ojos, me deshago de los prejuicios sedimentados por el paso del tiempo.
Dejo fuera, las opiniones previas que taladran mi cabeza día a día.
Mientras, balas cargadas de ignorancia, duermen en la recámara del revólver de las sospechas.
Desnuda ya de afanes perturbadores y predisposiciones aprendidas, me sumerjo en esos dos luceros que ocupan tu rostro y desde la mirada del alma buceo en ellos.
Una fuerza imbatible castra las falacias que subyacen en malintencionados mensajes, y su envite incrusta en mi corriente sanguínea premisas nuevas.
Aunque duele el despojarse de lo aprendido, lo agradezco.
Haberme arrancado esta inútil carga, permite a la verdad el tránsito libre por los recovecos del pensamiento, sembrando ideas ecuánimes y renovadas en él.
Enfoco mis pupilas hacia tu retina, y me zambullo en el mar de tu humor vítreo.
Floto liviana y ajena a todo, tras silenciar preguntas innecesarias, como el lugar donde lanzaste tu primer llanto al nacer a la vida.
Al mirar dentro de ti ha brotado una cabal sabiduría, que ha reinsertado en el ADN de mis células la sensibilidad.
Ahora, desde la ventana transparente de tu cornea, observo sin emitir juicios. Y descubro, qué siendo muy distintos, somos a la vez muy iguales.
Henchida de paz, dejando varados en la orilla del conocimiento mis equívocos ropajes de doctrinas, no me importan los tonos del color de nuestras pieles, y me complazco al comprobar que prevalecen sus texturas sobre cualquier diálogo.
Alabo esta miopía, que enturbia la visión sobre la importancia del número de las hojas que han caído del calendario, de tu vida o de la mía. O sobre el Dios ante el que tú te postras para rezar, o al que yo suplico ayuda cuando las horas oscuras se ciernen sobre mí.
No siento temor ante esta hipermetropía que desenfoca los sentimientos de rechazo aprendidos sobre tus preferencias sexuales, porque al tomar tus manos entre las mías, la calidez que hay en ellas no necesita de palabras para sentirse.
Es innecesario que realice un examen sobre tus erudiciones culturales. La humanidad es algo que trasciende los diplomas y las orlas.
Ser quiénes somos, sería más fácil y más justo, si el mundo, en vez de construirse sobre las ideas, se edificara sobre las miradas.
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