A Carmilla la hora de comer la ponía pensativa. Una frase que había leído en otro tiempo, le revoloteaba en la cabeza:
«Al que madruga Dios lo ayuda»
¿Qué frase sin sentido era esa? ¿Madrugar? En su mundo no había sol, ni mañanas, tan solo una noche eterna, y no estaba mal, pues era en esa noche interminable donde sucedían las mejores cosas, esas que le ponían sal y pimienta a la vida.
La joven terminó de succionar e hizo a un lado el cuerpo exámine con pena, pues hacía tiempo que no probaba un manjar tan bueno. Ideó, divertida, una alternativa para aquel dicho:
«Al que trasnocha, la vida nada le reprocha»
Autor: Ana Laura Piera. Link al blog