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HATSHEPSUT, LA MUJER FARAÓN. By Elvira Martínez Ropero

Hatshepsut, la mujer faraón que regaló a Egipto uno de su momentos más pacíficos y prósperos y que sufriría la damnatio memoriae (su nombre y existencia fue borrado de la historia por los propios egipcios) rompió con la férrea tradición del papel de la mujer en la realeza. Representación de Hatshepsut
¿Quién era Hatshepsut?


Durante la Dinastía XVIII el faraón Tutmosis I (1.506-1594 a.C.) fallece creando la necesidad de sucesión, así Tutmosis II se casa con su medio hermana Hatshepsut, con lo que los derechos reales quedan trasmitidos de la manera habitual. Hatshepsut se convirtió así en la esposa real, asociando a su nombre los diferentes títulos vinculados a su posición que se establecían en la época como el de “Esposa del dios”. Hatshepsut, cuyo nombre significa “la primera entre las nobles”, tuvo con Tutmosis II una hija llamada Neferure, pero ningún hijo varón.
Llegada al poder

El faraón Tutmosis II muere precozmente, dejando un hijo, Tutmosis III, heredero al trono siendo aun un niño muy pequeño. Este era hijo de Isis, una de las esposas secundarias del faraón. Para poder mantener el linaje debía tener alguien de la familia como regente que defendiera la continuidad de la sangre real. Desde la última crisis sucedida en la historia de nuestros queridos egipcios se había hecho necesario proteger y defender la legitimidad de una familia para su continuidad en el poder real.
Así, llegó al poder como regente la tía-madrastra de Tutmosis III, Hatsepsut. Su legalidad en el trono se confirma en los documentos históricos del Antiguo Egipto, en los cuales la posibilidad de que una mujer llegara a reinar no era descartada, si bien es cierto que su papel casi siempre era la de consorte del faraón, adquiriendo mayor o menor poder en el lugar que ocupaba como esposa del rey dependiendo de la época y de sus circunstancias concretas.
Se considera que su regencia tuvo que ser muy respetada ya que en el séptimo año de la misma tomó el título completo de rey, aunque no podía quitar todos los derechos a Tutmosis III, siendo ya corregentes, durante catorce años, que sumados a los siete anteriores se convirtió en el reinado más largo de una mujer en su historia.
Durante la época de regencia su poder fue tal que, si bien no pudo quitarlo del poder, eclipsó totalmente la figura de Tutmosis. Cuando sube al trono toma una serie de medidas que harán que su papel trascienda más allá del habitual en las mujeres en el trono.
Legitimación de su poder
Hatshepsut representada con los atributos reales de «faraón»

Una de sus primeras medidas es la de dejar de ser representada como una mujer, absorbe la imaginería típica del faraón, una serie de rasgos que identificaban a los faraones varones y que ella presentará en sus representaciones a partir de ese momento, se trata del faldellín, el nemes, los cetros reales, la corona del Alto y Bajo Egipto e incluso la perilla faraónica. Adoptó también los epítetos reales del faraón, aún así mantiene su nombre femenino y en los escritos aparece con la marca morfológica del femenino en egipcio (-t) aunque es nombrada como faraón (masculino). Esto se debe a que, a pesar de que se llegó a permitir a una mujer asumir mucho poder, ella siempre sería la esposa, con un papel importante pero derivado de su feminidad. Así, no se le asignarían funciones diferentes a las pretendidas por ella. Por el mismo motivo, cambia su titulo de Esposa del dios por el de Hija del dios, convirtiéndose en la legítima y verdadera heredera del trono. Llega incluso a crear una historia sobre ello, hacer que sea escrita y a representarla en relieves, en la que se habla de cómo en el año dos del reinado de su padre fue el propio Amón quien le dijo a su padre que ella habría de reinar. También podemos verla confirmando su vínculo familiar con los dioses en las representaciones en las que aparece siendo amamantada por la diosa Hathor.
Gracias a esto, posee el favor del fuerte clero de Amón, quien también tuvo el respaldo de la faraón durante todo su reinado. Y cómo no…también se ha dicho que si ella estaba en el poder era porque al clero de Amón le interesaba que estuviera allí (cómo si con todo el poder que tuvieran solo les valiera una mujer y sin ellos no hubiera podido…). Del mismo modo, comenzó una política constructiva que mostrara el poder de su reinado y la perpetuara en la historia y la memoria de su pueblo. Así, realizó la construcción de su gran templo en Deir el Bahari, dos obeliscos en su honor y otros dos que haría en honor a Amón, su Speos, su capilla de la Barca, etc.
Reinado de paz y prosperidad

Senenmut, sosteniendo a Neferura (hija de Hatshepsut y Tutmosis II)
Igualmente se rodea de muchos y competentes funcionarios y consejeros. Entre ellos destaca Senenmut, de quien se dice que fue más que su íntimo consejero, a quien se le atribuye también parte del éxito de su reinado (no vaya a ser que no haya un hombre poniendo orden…) y cuya figura se usó para tratar de penalizar y criticar el reinado de Hatshepsut; cabe como prueba de ello el grafiti que se encuentra en la pared de un hipogeo en la necrópolis tebana en el que se presenta a la reina con su consejero en una escena sexual en la que parece ser sometida por este (no voy a incluir ilustración de la misma pero que la curiosidad os lleve o no a ella).
Su reinado está marcado por la ausencia de guerras fuera de sus fronteras. No ejecutó la política expansionista que su sobrino parece anhelar en la sombra (y que acabará llevando a cabo) sino que se dedicó a defender con firmeza las fronteras norte y sur del país para que Egipto no volviera a ser ocupado por invasores. Además de todas las nuevas construcciones que asentaron su poder, mandó rehabilitar templos y mejorar muchas de las construcciones que habían entrado en decadencia debido a que en los anteriores reinados habían tenido que guerrear para expulsar a los invasores. Esta política constructiva dio trabajo a los egipcios y mejoró la calidad de vida.
Su otra gran medida fue la organización de expediciones pacíficas que trajeran grandes riquezas a Egipto. Entre ellas, la gran expedición de navíos al país de Punt. De Egipto partieron 6 barcos, con 150 remeros y unos 60 hombres más, entre ellos zoólogos, ingenieros, botánicos… Desde Egipto llevaron materiales y muchos cofres con riquezas que ofrecer e intercambiar. Fueron recibidos por el rey y la reina de Punt. Regresaron con panteras vivas, guepardos, monos, con pieles, especias, con malaquita, incluso 30 árboles de incienso con su raíz conservada en tierra.
El regreso supuso una actividad frenética en Egipto que le llevó a continuar con la gran prosperidad que estaba disfrutando. También se realizaron festejos y celebraciones para contentar tanto a los dioses como al pueblo.
Fin de su reinado.
En el año 22 ya no aparece en los documentos pero poco sabemos de su final. Un Tutmosis ya adulto empieza a ocupar más importancia, a relegar a su corregente y vuelve a aparecer como gobernante principal hasta que parece ya reinar completamente solo. En ese momento, comienza a girar la política exterior del faraón Tutmosis hacia el expansionismo y en ese mismo año 22 hace su primera incursión militar en Asia, haría 17 en total creando un gran imperio que le llevaría a ser llamado el Napoleón egipcio por la historia (aunque claramente Napoleón debía haber sido llamado el Tutmosis francés).
Tras su muerte Hatshepsut fue enterrada, como su título correspondía, en el Valle de los Reyes, en la que será la KV20.
El magnífico Templo de Hatshepsut, en el Valle de los Reyes, en el que fue enterrada
Damnatio memoriae y su vuelta a la historia.
Definitivamente, por próspero que fuera, el reinado de Hatshepsut rompió los esquemas y la tradición egipcia, y por ello se procedió a borrar su nombre de cualquier inscripción, a asignar la realización de sus construcciones y monumentos a otros faraones y, por supuesto, jamás fue incluida en las listas reales.
De donde no fue borrada fue de los documentos de las Casas de la vida en donde se recogían todos los acontecimientos y reinados. A estos documentos tuvo acceso Manetón, cuando Ptolomeo II Filadelfo, en el siglo III a.C., le pidió configurar una historia de Egipto y por lo que menciona la probable existencia de una mujer faraón. Momia de Hatshepsut localizada gracias al análisis de ADN, en los sótanos del Museo del Cairo
Con la ya clara sospecha de su existencia, Champollion, descifrador de la Piedra Rosetta y por tanto de los jeroglíficos, recorre el templo de Hatshepsut y observa cómo el nombre del propietario estaba destruido pero a medida que se adentra en él, comprueba que en alguno de los cartuchos aún quedan restos del nombre y podía identificarse que se trataba de una mujer, pues se distinguía la marca de femenino.
Su momia no estaba cuando se descubrió su tumba y se daba por desaparecida hasta que, en 2007 y gracias a un molar, puede identificarse su momia entre las que estaban almacenadas en uno de los sótanos del Museo del Cairo. Gracias al ADN, Hatshepsut fue recuperada en cuerpo (porque en alma siempre estuvo).
Es cierto que muchos egiptólogos la tildaron de usurpadora, controladora, dibujaron su poder vinculado a la necesidad de hombres, le asignaron un carácter viril, la describieron como una mujer manipulada por el clero de Amón y que fue manipuladora de Tutmosis III, impidiendo hasta su muerte que este prosperara. Sin embargo, otros siempre han reconocido su valor, su reinado y la capacidad de gestión de su país, además de valorar su reinado como el más próspero de su historia.
Poco a poco su nombre ha ido recuperándose y valorando como la gran faraón que fue, la gran hazaña que supuso para una mujer llegar a tener plenos poderes en el segundo milenio antes de Cristo y sobre todo, cabe destacar que, dando a una mujer el poder, Egipto vivió un período de bienestar, progreso y paz que no sería fácil de igualar.
Elvira Martínez Ropero. Escritora

Nací y crecí en Trobajo del Camino, León. Estudié Filología Hispánica en la Universidad de León, completando estos estudios con el CAP y un Master de Literatura Comparada. He participado en varios congresos de la Sociedad Española de Humanistas y en algunos recitales de poesía, afición que desembocó en la publicación de mi poemario Luciérnagas en el desierto y que ha impulsado mis ganas de seguir creando versos. La predilección por las culturas antiguas nunca ha salido de mi formación, desde el estudio de lenguas antiguas: latín, griego, hebreo, egipcio e incluso un poco de sumerio; hasta la obtención del título de Egiptología del Museo Liceo Egipcio de León. Mi carrera profesional se ha volcado en la enseñanza de Lengua y Literatura en secundaria y bachillerato. También estoy trabajando en el Museo Liceo Egipcio de León en la traducción de textos jeroglíficos con un maravilloso equipo, así como realizo en el mismo una visita teatralizada nocturna que escenifica los ritos de muerte y resurrección del Antiguo Egipto.

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