—¿Bailamos?
Alberto coge la mano de Rosa y la saca a bailar al centro de la pista. Le encanta bailar con ella, se compenetran maravillosamente bien, él se abraza a su cintura, ella, colgada de sus hombros, se deja llevar y se funden en la danza cadenciosamente, respirándose, oliéndose, enamorándose.
—¡Me gusta el baile agarrado!
Rosa se aprieta contra su cuerpo dejando que Alberto aspire el olor de su pelo recién lavado. Después, cogidos por la cintura, salen a pasear por el parque cercano hasta que la luz cobriza del día da paso al crepúsculo sin pedir permiso al sol.
Tras el paseo regresan a casa, en silencio, porque el ruido le confunde y se altera. De pronto se fija en ella y pregunta:
—¿Cuándo te cortaste el pelo? Me gusta tu melena cuando el viento la mece y te tapa los ojos, esos ojos que me enamoraron.
Rosa acumula rabia, impotencia, sabe que cada día que pasa él recordará menos y teme que se olvide de ella. Por eso acude cada día al centro donde está internado.
Alberto llega cabizbajo a la sala, acompañado de una cuidadora que le ayuda a tomar asiento. Rosa le espera como cada día, con su mejor sonrisa y el alma rota. Percibe que su mirada está extraviada y con infinito amor le coge las manos entre las suyas. Alberto las retira bruscamente y, levantando la mirada durante unos instantes, pregunta:
—¿Quién eres?
Enlaces a los libros de la autoraCICATRICES EN EL ALMA
SECRETOS DEL DESVAN
PROMESA DEL PASADO
EL VALLE DEL ORNIA
PENSAMIENTOS A LA LUZ DE LA LUNA
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