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LA LIBRERÍA DEL SUPER by Beatriz Abad

 

Isabel siempre hacía la compra en el supermercado que le quedaba de camino a casa cuando regresaba de su trabajo de mierda, según su propia expresión. No le gustaba, y en más de una ocasión estuvo tentada de pedir la cuenta e irse. Pero ¿a dónde? No podía prescindir del exiguo sueldo que le pagaban por estar todo el día de pie dejándose la salud. Pasar por el supermercado al mediodía se había convertido en una placentera válvula de escape. A veces compraba algo, pero no siempre.

Como si cada día fuera la primera vez que acudía al recinto, recorría los anchos y luminosos pasillos, se detenía ante la impresionante exposición de cajas de fruta y verduras de diferentes procedencias, se detenía ante la pescadería, en la carnicería. En todos la saludaban, ¿qué tal hoy, Isabel? Ella respondía con una sonrisa y se dirigía a la zona que más le llamó la atención desde el primer día que pisó ese lugar. La librería. Allí se sentía inmensamente feliz. Se acercaba con la pasión que le aportaban los libros, tocaba los lomos con exquisita suavidad, como si se fueran a romper. Después cogía uno y se sentaba en el banco de la sección de jardinería y leía unas cuantas páginas antes de devolverlo a su lugar en la estantería. Lo hacía con recato, no quería llamar la atención de los empleados. Con el tiempo fue ganando en confianza y la lectura se ampliaba en unas cuantas páginas más. Era su mejor momento del día. Sumergirse en otras historias le hacía bien, porque le ayudaban a escapar de la suya, una vida anodina, sin alicientes, sin expectativas, sin futuro.

Un día, enfrascada en la lectura, no se dio cuenta de que a su lado se había sentado, libro en mano, un hombre de mediana edad, como ella. Él llevaba tiempo observándola, ella nunca le había visto. Durante muchos días se sentaron en el mismo banco, a la misma hora, haciendo lo que a los dos le gustaba: leer. Desde entonces iniciaron una relación de amistad primero, de amor después, una historia que perduraría a lo largo de muchos años.

De vez en cuando se les puede ver de nuevo recorriendo los pasillos del supermercado dirigiéndose, una vez más, a la librería.

©Beatriz Abad. Escritora

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