Cuando empecé a convertirme en una adolescente, me di cuenta que no tenía la estructura ni la fisonomía normal de una chica de mi edad…me avergonzaba de ello, porque, como toda niña quería ser perfecta, quizá una modelo o una empresaria exitosa. Sin embargo, mis sueños iban derramándose hacia un acantilado donde solo se desechaba malos recuerdos conforme pasaba el tiempo. MI amiga Lourdes tenía mi misma edad y los chicos empezaron a fijarse más en ella que en mí (por obvias razones), bromeábamos que solo le daríamos de lamer la fruta y que el deseo sería su hambre. Lo que ella no sabía era que yo la envidiaba, quería tener ese cuerpo, esa sonrisa suya que cautivaba y embelesaba a los chicos de mi valle. Sí, ambas éramos del interior del país y muchas teníamos el mismo sueño y era salir de allí a como dé lugar.
Cuando cumplió diecisiete años, Lourdes conoció a un manager que pasó por nuestra ciudad y se cruzó en su camino en el mejor momento de su vida. Ella por supuesto no desaprovechó la oportunidad y empezó a perseguir el sueño que antes parecía lejano. Yo también quería beber de su éxito y me propuse a cambiar lo que el destino quiso trazar para mí. Me dije a mí misma que aún había tiempo y que si me enfocaba hacia esa dirección, alcanzaría a tiempo aquella bandera que pareció alejarse. Tuve que pasar por situaciones del que no quiero recordarme, pero que necesitó que ocurriera de todas maneras.
MI altitud era considerable, mis pestañas largas hacían gala al color de mis ojos y tras afinarme la nariz en una operación costosa, empecé a moldearme a esos cánones de belleza del que todos hablaban. También tuve que implantarme 300 cc de silicona en los pechos para que me vea más reluciente y allí la situación empezó a tornarse a mi favor. En el pasado, para disimular, me colocaba medias o algo para aparentar que tenía lindos pechos, ahora en cambio, con mi evolución, me obsequiaban flores, carteras, dinero y los hombres alardeaban que me llevaban a su cama. Incluso se hablaba que conseguí todo lo que tengo gracias a la supuesta promiscuidad del que era producto.
Conforme pasaron los años, me contrataron para publicidades de renombradas marcas internacionales, me invitaban a eventos de gala y hasta me sugirieron que concursara para miss Paraguay. Yo solo decía que no podía representar algo como aquel acontecimiento y solo rechacé cualquier ofrecimiento. Parecía que tenía de más, pero siempre me faltaba algo.
En ese ínterin en que ambas disfrutábamos de nuestros éxitos, Lourdes había conocido a un hombre millonario y éste le ofreció un universo entero, comprado con amor y que estaba enmascarado por el dinero. Ella me había contactado y me comentó lo feliz que era con su nuevo novio y allí de nuevo nació en mí ese anhelo de querer lo que ella tenía. No sé si era ella la que me impulsaba a ser mejor o era algún capricho suyo por saber quiénes éramos en verdad.
Crecimos juntos, mi amiga y yo, por muchos años éramos inseparables, pese a lo que decían nuestros padres por esta rara amistad que nos unía. Porque desde chico a mí me gustaba todo lo que concernía a las chicas, por más que haya nacido hombre. Lourdes sabía que mi nombre verdadero es Julio y que por más que me haya cambiado por Julieta y haya cambiado toda mi vida gracias a mis deseos por superarme y ser lo que yo quería, todo este plástico, me convirtió en parte de él. Puede que no sea feliz del todo, pero soy todo lo feliz que puedo.
Ahora quiero buscar a quien amar sin pensar en lo que soy y lo que fui, porque la existencia siempre será un capricho y nosotros el hilo que los une.
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