martes, mayo 14 2024

HETERÓCEROS by Raquel Villanueva

Relato incluido en el libro Relatos de una Adoratriz

 

Recorro mi imagen con mis ojos, me extrapolo de mí misma, queriendo verme con otros ojos, queriendo verme con esos dos pares de ojos que me esperan ahí afuera. Quiero ser ajena a mi persona, quiero transformarme en esas otras dos personas que en apenas nada vendrán a fusionarse conmigo. Así, contemplo a una mujer madura de sinuosas curvas y ojos brillantes. Creo que precisamente lo más atrayente de ella es ese brillo, sus (mis) ojos invitan a la aventura, son una puerta abierta a posibles sueños y fantasías realizables.

No puedo negarlo, está (estoy) nerviosa. Son esos nervios que se aferran al estómago y que en muchas ocasiones metaforizamos y llamamos mariposas. No son mariposas de colores, hoy son polillas, mariposas nocturnas fascinadas por la luz artificial que emana de la habitación contigua. Mariposas, heteróceros que se alimentan del deseo, que anidan dentro de cada uno de nosotros, esperando, ansiando en la mayoría de las ocasiones, esa luz que venga a darles vida, esa luz que les llame incitando a emprender el vuelo.

Dejo atrás este espejo y me traigo conmigo a la mujer que habita al otro lado, para coligar en una sola persona, para aunar en una vida a las varias vidas que suelen acompañarme. Desnuda, libre de prejuicios y hambrienta de ti y de él, me introduzco en esa habitación transformada hoy en un templo hindú de Khajuraho. Tú, esperas sentado, él, me aguarda en la cama, ambos vestidos aún. Te miro, mientras camino con toda esta impostada decisión hacia él. Pero entonces sucede que cualquier duda, cualquier titubeo que albergara en mí, se evapora, desaparece como ese agua de los charcos que termina evaporándose merced a los rayos solares. Comienzo a desabrochar su camisa mientras reconozco en su mirada la rendición al deseo. Me siento poderosa, sí, sentirse deseado y poderoso suele ser afín,  el deseo transforma, me transforma y ahora soy Rambhā, nacida de la espuma del mar y mis manos desabrochan ya el cinto de su pantalón y bajan la cremallera del mismo, mientras mis ojos siguen asidos a los tuyos. Me excita sobre manera esto, saberme mirada por ti, imaginarme lo que piensas, entregarme a él por y para ti.

Me suelto de tu mirada y junto mi boca a su boca, su lengua busca con avidez la mía y ambas se buscan y se enlazan mientras noto como mi estado va mutando de sólido a líquido. Humedad que tempestuosamente arrasa mi interior, llevándome al génesis, transformándome de nuevo en blanca y salada espuma marina. Y mientras nuestros cuerpos se buscan para encontrarse, sigo buscando tu mirada, no para encontrar en ella ninguna aquiescencia, sino para reconocer en ella también el deseo que ha venido ya a inundar esta estancia.

Me separo de él y mirándote, coloco mis piernas, coloco mis brazos y le conmino a ponerse detrás de mí. Contigo no hacen falta palabras, solo tengo que adentrarme en tu mirada para expresarte lo que ya sabes que quiero, que ansío en estos momentos. Podría gritar de placer al sentirle dentro, pero me muerdo el labio inferior mientras mis manos aferran las sábanas y mis ojos te llaman, te reclaman lo que ya comienzas a hacer al levantarte. Aproximándote a mi cara, vas desabrochando tu pantalón pausadamente sin desprenderse nuestras miradas ni un solo momento. Tiemblo inundada ya de placer, codiciando ya trasmitirte ese mismo placer a través de mis labios, de mi lengua. Con mi vagina henchida de él y mi boca colmada de ti, pienso que una vida es poco para vivir todo lo que me gustaría vivir y que debería tener más de diosa que de mortal, para así detentar la potestad de detener el tiempo, de inmovilizar las agujas  implacables del reloj. De esta forma paralizaría el discurrir de los planetas y haría de esta habitación el centro del universo, donde el sol sería el deseo y nosotros transformados en planetas giraríamos como derviches en continuo movimiento alrededor del  mismo.

Pero regresamos a nuestra mera humanidad, donde nada se paraliza, ni tan siquiera nuestros cuerpos, que exhaustos terminan derrumbados sobre la cama. Mi boca viaja de uno a otro, de él a ti y mi mente comienza de nuevo a elucubrar nuevos encuentros, nuevas situaciones que ya quiero, ya deseo fervientemente hacer realidad.

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