jueves, abril 25 2024

Escritor de sueños by Antonio Caro Escobar

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Este relato aparecerá en Enero editado junto con otros 15 escritores por Fleming Editorial en “Habitación 64” plagado de historias de terror

 

Jonatan  Lieb, era un escritor de renombre, había publicado múltiples novelas de terror en su corta carrera, ya que solo contaba con treinta y ocho años de edad, siempre había sido un joven extrovertido y dicharachero, pero con el tiempo su fue encerrando en si mismo y cada día se volvía mas introvertido, arisco y distante.

Su familia se preocupo por el estado de Jon. Hasta el punto de consultar con un psiquiatra amigo de la familia, que creyó conveniente ingresar al escritor en un hospital psiquiátrico especializado en enfermedades psicosomáticas como creía que padecía Jon; ya que según el médico había absorbido las personalidades de los protagonistas de las historias que escribía, era algo normal en los escritores y que solo era cuestión de tuviera un descanso y tratamiento, algo que en el centro hospitalario al que le trasladaron tendría, en poco tiempo estaría como nuevo aseguro el facultativo.

Al cabo de unos pocos días, Jonatan fue ingresado en el centro psiquiátrico, bajo la atenta mirada del médico, lo ingresaron en un ala de hospital que parecía algo destartalado, las paredes estaban desconchadas, las ventanas de los pasillos no podían abrirse por el oxido que tenían las bisagras, la habitación que le asignaron a Jon no tenía mucho mejor aspecto que el resto del ala.

Cuando llegó la noche, la primera que el escritor iba a pasar allí, los ruidos que se escuchaban por todo el ala, hacían que a cualquiera se le pusieran los pelos de punta, en aquel ala no había enfermeros, ni auxiliares que vigilaran a los internos, eran controlados desde el otro ala a través de un circuito interno de cámaras de vigilancia que había instaladas en las habitaciones.

Jon se levanto de la cama a pesar de sentirse cansado y soñoliento por culpa de las pastillas que le habían dado durante la cena, salio al largo pasillo y se dirigió a la izquierda, por donde el pensó que oía los ruidos; el pasillo solo tenía habitaciones a un lado, al otro un ventanal enorme daba a un patio y al otro lado de este se encontraba el otro ala del centro.

Empezó a caminar por aquel pasillo, pero parecía que no se acababa nunca, daba giros a izquierda y derecha como si de un laberinto se tratara, cuando ya se iba a dar por vencido y darse la vuelta el pasillo acabo delante de otra puerta que estaba cerrada, la abrió despacio y se encontró con unas escaleras que descendían, allí el sonido de metales y golpes era más fuerte e incluso creyó distinguir voces apagadas que hablaban entre si. El sudor le corría por la espalda aunque él ni siquiera lo notaba, el frío suelo de mármol parecía que ardía bajo sus pies, al cabo de lo que pareció una eternidad comenzó a bajar aquellos escalones despacio, cuando llego abajo se encontró con otra puerta que daba a otro pasillo, un resplandor salía por debajo de la puerta. Tiró despacio del pomo hacía abajo cediendo, la abrió poco a poco, mientras el resplandor era cada vez mayor, hasta el punto de cegarle, viéndose obligado a cerrar los ojos. Cuando volvió a abrirlos se encontraba tumbado en su cama, sin saber como había llegado hasta allí.

Su médico y psiquiatra paso a hacerle una visita para ver que tal había pasado aquella primera noche. –¿Qué tal Jon, como has dormido hoy?- Jon le contó lo que según él le había ocurrido o lo que él creía que había ocurrido. El médico le escuchaba atentamente y cuando el paciente hubo terminado le dijo –  Creó que vamos a bajarte la dosis del tratamiento, el efecto que han tenido ha sido un poco agresivo, miró a la enfermera que tenía al lado y le dijo – ¿Meri, ha anotado eso?- Si doctor, le bajaremos la dosis 50 mg del lorazepam, así se encontrara algo mejor, un poco más… Lucido.- Gracias doctor.

Cuando ambos, facultativo y enfermera salieron al pasillo, el psiquiatra le dijo a su asistente –No esperaba esta reacción, habrá que subirle la medicación. –Si doctor-.

Cuando llego la el atardecer, Jon se levanto y salio de la habitación, quería salir al jardín a dar un paseo, tomar un poco el aire, estaba aturdido, confundido. Cogió el pasillo a su izquierda buscando la puerta que diera paso al jardín, camino durante un rato de pasillo en pasillo, sin dejar de ver la ventana pero no encontró puerta alguna, cuando se dio cuenta no sabía donde estaba, había ido de un lado a otro y no había cogido ninguna referencia que le pudiera hacer volver sobre sus pasos de nuevo hacía su cuarto, así que comenzó a caminar sin rumbo por aquellos pasillos, al cabo de un buen rato cansado entro en una habitación que se encontraba abierta, aquella estancia estaba totalmente desvencijada, aún así se tumbo en la cama y al cabo de un momento sintió que le pesaban los parpados, bien por el cansancio o por el efecto de las pastillas que le daban, cuando le echaran de menos ya le buscarían y con esos pensamientos se durmió.

Algo le despertó, no supo discernir que podía haber sido, si un ruido de los muchos que se oían en aquel lugar o el destello de una luz a pesar de estar totalmente a oscuras, ¿Qué hora será? Se pregunto.

Se levanto y salió al pasillo, miro a ambos lados y no recordaba aquél lugar, miro confuso, movió la cabeza de un lado a otro y opto por su derecha,  fue hacia el fondo del pasillo, parecía que por aquel lado llegaba algo de luz, llego a una nueva puerta, ya no sabía las puertas que había atravesado en aquellos dos días que llevaba allí ingresado, una más, pensó y la cruzo, daba al descansillos de unas escaleras, miro arriba y hacía abajo, arriba no se veía nada, una oscuridad intensa lo abarcaba todo, cuando miro abajo vio un fulgor blanco y sin pensarlo entro en aquel espacio cerrado y lleno de una luz blanca que no dejaba ver nada más que su resplandor, Jon miro o hizo que miraba hacía ambos lados de la estancia, creyó ver una sombra y hacía ella se dirigió de forma temeraria, no sabía lo que podía haber dos pasos más allá y aún así se aventuro hacía su interior.

Cuando hubo andado unos pocos pasos, noto que algo o alguien le rozaba el hombro izquierdo, se giró, pero allí no había nadie, siguió andando y la sombra anterior ¿O era otra? Que más daba, volvió a cruzarse por delante de él. Fue hacía ella y de golpe se dio con una puerta, parecía la de un quirófano, con cristales en la parte superior y de esas de tipo muelle, que abren hacia dentro o fuera, se asomo pegando la nariz al cristal, miró al otro lado y parecía que el resplandor no era tan intenso en aquella otra habitación. Vio a su psiquiatra como le trepanaba los sesos a alguien, no sabía quien podía ser, pero eso era lo de menos, no dejaba de ser una persona, enfermo o no.

Entro con intención de ayudar a aquel infeliz que se hallaba tumbado en aquella camilla, no sabía que iba hacer, pero algo haría aunque fuera amenazar a quien estaba realizando aquella atrocidad, empujo con fuerza las puertas que se abrieron de golpe, algo que hizo que se volvieran los que estaban alrededor de la camilla, eran un hombre y una mujer, por lo que pudo ver de sus ojos, ¡Esos ojos! Los conocía, los había visto antes. Iba a pegar un grito a esos animales, pero todo se volvió negro de repente, la oscuridad le envolvió.

Lo siento, pero Jon ha sufrido un trauma repentino, parece ser que era alérgico a un componente del lorazepam y ustedes no lo sabían, ni el mismo tenía conocimiento de ello, hemos hecho todo lo humanamente posible para contrarrestar los efectos pero no hemos tenido éxito, ustedes deben decidir si quieren llevárselo a casa o dejarlo ingresado en esta institución donde será atendido como se merece. –El medico hablaba con la familia del escritor mientras este lejos de allí intentaba luchar contra si mismo y contra la sobredosis que le habían inyectado-. Entendemos lo que sienten, se lo han encontrado así esta mañana en el suelo de su habitación, ayer mismo estuvo por la mañana hablando conmigo y me dijo que se sentía algo confundido, por lo que ordene que se le bajara la medicación, pero se ve que el mal ya estaba en su cuerpo y no hemos sabido verlo a tiempo.

Jon lied seguía escribiendo aquella novela que empezó una noche en el hospital, donde fue recluido por su adicción a los ansiolíticos; sentado cerca de la ventana, de tanto en tanto miraba el paisaje que tanto le gustaba, esperaba poder poner un punto y final pronto a aquella historia que le había marcado para siempre.

Habitación 64 portada

 

 

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