Este texto será publicado en Habitación 64, una obra colectiva de 15 autores en Enero por Editorial Fleming, y forma parte de un futuro libro que desarrolla su autora Diana González
Hilos gruesos de un rojo casi negro bajaban lento desde las comisuras de sus labios. Escupió una flema sanguinolenta y miró hacia arriba. ━Debo dejar de alimentarme así. ━Pensó y de un solo impulso saltó y subió a la copa del árbol más alto, de allí vería mejor el panorama.
En la frontera inhóspita, árida y polvorienta la única construcción era la cárcel de máxima seguridad que ocupaba el llano, dejando las elevaciones de la cordillera a sus espaldas. Tenía tres muros de contención, el primero uno macizo de siete metros y casi setenta centímetros de ancho, el segundo de seis y electrificado y el tercero el desierto más hostil y engañoso de la tierra. Cuando Drake Gálvez ingresó para su primer día en funciones pensó para sí: ━Aquí estamos todos presos.━ Y no se equivocaba.
Esperaría a la noche para ver de cerca aquella construcción extraña y extensa que ocupaba gran parte del llano. Su forma actual y las horas del día no se lo permitían. Descendió sibilante hasta la parte media del árbol, desplegó sus alas envolviéndose, descolgó su cabeza apuntando al suelo a varios pies por debajo, permanecería colgando hasta bien entrada la tarde, hasta la hora que desapareciera el más mínimo vestigio de sol y la actividad de los seres nocturnos diera comienzo.
Drake se había reportado ante el Capitán en jefe y alcalde a cargo, recibiendo luego, de un subalterno las indicaciones y las presentaciones del resto del personal. En sus primeras impresiones creyó vislumbrar aciertos en los motivos que le habían anticipado como la causa de su misión allí, pero todavía era temprano para hacer juicios de valor.
Durante la noche contempló el cielo, la magnífica noche estrellada.
━Quien diría que en este lejano confín del mundo se puedan ver noches como ésta. ━Pensó para sí recordando, gracias a la contaminación lumínica, el cavernoso y oscuro cielo sin destellos de su ciudad.
Absorto en su evocación no prestó demasiada atención a la sombra que sobrevolaba las torres de control, los techos para, finalmente pendular en la ventana de su habitación.
Se volvió hacia su estancia, un camastro de hierro, un lavabo al lado de la puerta del cuarto de baño y la ducha, un pequeño espejo, un armario de metal eran todas las comodidades y el único mobiliario de su cuarto. De espaldas a la ventana creyó sentir que lo observaban, se giró en redondo y miró en dirección a la única abertura que tenía la habitación hacia el exterior, que era el centro del patio de la prisión, sin lograr ver nada.
Dos ojos con pupilas totalmente dilatadas observaban el torso desnudo de un hombre de complexión fuerte, robusto y alto, de brazos gruesos con venas marcadas.
Pudo sentir y oler como fluía la sangre por ellas.
Drake volvió a girarse. Ella ahogó un bramido.
Decidió dormir, faltaban apenas unas pocas horas para comenzar con las rutinas. La sensación de estar siendo observado no lo abandonó.
Recordó las palabras de Lef-Traru: «No desearás su sangre. »
El día comienza a las seis de la mañana si bien no amanece hasta las siete quince. Un timbre chirriante durante treinta segundos suena primero, un cuarto de hora después la llamada general que indica al personal que debe estar en su puesto en los siguientes diez minutos, el reconocimiento dactilar no fallaba, informaba los tiempos exactos.
Se reportó a sus superiores antes de los primeros cinco.
Angelis el teniente contable a cargo estaba sentado en su mesa revisando unos papeles, Leonard el sargento segundo entró al mismo tiempo que él
━Buenos días mi teniente subcomisario, aqui cabo Drake Gálvez reportando. ━Dijo cuadrándose mientras Angelis levantaba la vista y Leonard ocupaba su asiento en el escritorio enfrentado.
━Buenos días cabo Gálves. ¿Le han explicado en qué consiste su rutina?
━Verificar los ficheros, comprobación de existencias, almacenajes, provisiones y enseres.
━Así será en principio. Nosotros somos el motor de este presidio, sin nosotros esto no funcionaría. Y le puedo asegurar que funciona. En media hora iremos al comedor, contamos con veinte minutos para desayunar, entre las doce y las dos podemos almorzar, no pudiendo superar los turnos más de cincuenta personas, contamos con una hora y media al mediodía, salvo cuando toca guardia que se almuerza aparte; la cena se dispone entre las siete y las nueve con las mismas restricciones, debe apuntarse con la unidad de contacto que se le ha asignado, siempre debe tener este dispositivo activado; puede cambiar los horarios de sus comidas una vez al mes, salvo expreso pedido de su superior, los del comedor ya están informados
Es pertinente estar en sus estancias antes de las diez y media. El día libre puede ir a los casinos en busca de entretenimiento, o si tiene mujer encontrarse con ella, la traeremos en helicóptero y la devolveremos a su lugar del mismo modo, se le indicará donde y como verla dado que no puede acceder a su estancia, en la que vivirá los primeros tres meses, luego será asignado a una de las viviendas del campo donde seguramente se sentirá más cómodo. Si es soltero una vez al mes puede ir a la frontera en busca de compañía, no reportarse en la fecha y hora que se le indique será considerado deserción y está gravemente penado.
Drake escuchaba la voz sin inflexiones, aburrida, monótona de Angelis y pensaba si las cinco veces anteriores que repitió aquel discurso lo habría hecho de igual manera. El saber lo que había sucedido era lo que había marcado su destino y el motivo por el que se encontraba allí, tan preso como los presos, tan vigilado como los hombres más peligrosos del mundo.
Luego de escuchar todas las directivas y obediente a la orden recibida ocupó el escritorio a un costado y enfrentado al de su superior, entre el espacio de entrada flanqueado por anaqueles y archivos y los tres escritorios se formaba un cuadrado de cuatro metros de lado que ocupaba la parte central de aquella oficina, las ventanas eran altas y alargadas, cubrían desde los dinteles toda la parte superior del edificio, con cristales de seguridad alambrados, además de rejas.
Drake tecleó las claves que le habían asignado, e ingresó al sistema desde su ordenador, solo alzó la vista cuando escucho el pitido molesto, Leonard se levantó como un resorte y salió rumbo al comedor, Angelis lo miró intrigado.
━Me he anotado en el segundo turno.
Dijo respondiendo a aquella mirada.
El otro asintió sin ninguna expresión en particular y continuó con lo suyo. Drake por su parte siguió revisando las fichas de quienes ocupaban aquella prisión.