
A ver: ¿Cuántos de vds. han entrado en la literatura de la mano de un Nobel? ... –ahora, porfa, hagan como que ven doblo los dedos y tras un soplidito en las uñas me las froto en la solapa con ese gesto. Gracias.
Las cosas son como son o como fueron pero también son como las contamos. Los notarios con severa exactitud, nosotros con esmero filosófico, con esa precisión que tiene el corazón cuando se pone a contar lo que midió.
Lo cierto, o así constaba, es que
… el niño Raúl, tenía manías, una bicicleta y diez o doce años…
Cuál sería –y tal vez aún sea- el embrujo de esa frase que leí incontables veces en el libro de gramática; tan ignorante, en mis nueve años, de Cela como de todos los demás; con cierta indiferencia al tamaño de las orejas del Niño Raúl y sólo atento, fascinadamente atento, al heterogéneo inventario de sus posesiones que rebatía al libro de matemáticas cuando no permitía sumar años con regalices… Se abrió una puerta que daba a un horizonte plural de singulares amanecidas y allí estaba y sigue estando Julio —capitaneando una pléyade lúdica, irónica, irreverente, descreída, precisa, de maestros— Cortázar, Padre Cronopio.
Así que:
muchos años después, frente al folio en blanco, habría de rememorar las veces que leí encantado aquellas doce palabras durante mi internado en un colegio de cuyo nombre no quiero –acaso por idénticas razones- olvidarme.
José Luís Serrano
2 Comments
Lo malo no es el folio en blanco. Siempre se puede emborronar con cualquier cosa.
Lo malo es la mente en blanco.
¡Gracias, Carlos!
Tampoco yo le temo al folio en blanco, es más, creo que es bueno que exista. La mente en blanco sí y del borratajo propio o inducido… qué decir. Eso sí que da miedo.
Saludos