El Helado by Natalia Carnales

Próximos días (miércoles /Jueves) , sobre el helado Aneizar L. y Esteban Suarez

Andrea y Luis jugaban en la cera, era una tarde de mucho calor y el sol llegaba a cada rincón. A lo lejos se comenzó a oír una melodía llamativa, que alertó a los niños que el camión de helados estaba a punto de pasar. Luis saltó nervioso, esperaba con ansia cada día ese momento, para disfrutar de un delicioso helado. Corrió hacia la calle desesperado, aplaudiendo sin parar. Al doblar la esquina, Andrea notó que el camión no era el habitual y precavida sujetó a su amigo de la mano.

            Luis estaba nervioso, ya podía saborear la dulce nata derritiéndose en su boca y el crujiente barquillo rompiéndose entre sus dientes. La ansiedad se tornó tan fuerte que retorciendo sus dedos se soltó de la mano de Andrea y salió corriendo hacia la calle. El camión de helados que en ese momento aminoraba la marcha, levantó la persiana dejando un gran espejo a la vista, que reflejaba a Luis de cuerpo entero dando saltos en el bordillo.

            En una esquina un cartel indicaba que debían presionar el botón rojo para que el helado se sirviera en segundos. Andrea le pareció todo tan extraño, que intentó de todas las maneras que su amigo no consiguiera su cometido. Lo sujetó del brazo, tiró de su ropa, pero todo fue imposible, y Luis presionó el botón que se iluminó al instante.

            El viejo camión de helados cerró su persiana suavemente, de la misma manera en que llegó, dejando a Andrea con un gran cono lleno de nata en su mano, mientras su amigo, atrapado en el espejo, gritaba por su ayuda.

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