

Caminaba por la calle con pasos perezosas, los zapatos de tacón en la mano. Estiró un poco su minifalda y se apoyó en una farola para encender un cigarrillo, el humo de la primera calada se mezcló con la niebla que envolvía la ciudad, una niebla parecida a la que nublaba sus pensamientos.
"Un año, solo un año y habré ahorrado lo suficiente para volver a Colombia y disfrutar de mi hija" Ya han pasado ocho años, su hija será seguramente una preciosa mujercita.
El dinero no crece, demasiado caras las sustancias que la sostienen en pie.
Llegó a casa y la niebla entró con ella, fué directa a la ducha para sacar cualquier resquicio del último hombre. Pagó bién pero tenía deseos que solo de recordarlos le revolvían el estómago.
Se secó el pelo, se puso el hermoso camisón blanco de seda, que no había encontrado ocasión para estrenar, y salió al balcón. Siente alfileres que le pinchan el alma.¡ Esta noche hace exactamente ocho años!
Subió a la barandilla, y se dejó caer sin ningún temor y sin ninguna duda. Su camisón flotó ahuecado por el viento. Los escasos transeúntes tuvieron la extraña visión de ver volar un ángel.