By Mar Bayona
La empotró contra el armario. Directo, sin contemplaciones.
Sintió como toda ella se estremecía respondiendo a sus caricias, a su excitación.
Llevaba meses viviendo una mentira. Su mente racional le negaba una y mil veces que la deseara. Su familia era la prioridad, pero ella… siempre ella, esos ojos verdes seguían observándolo en sueños y no podía resistir más.
Aquel día fue diferente. “No más mentiras”, se dijo. Una reunión más, sin ningún otro propósito que hacer previsión de las inversiones extranjeras pendientes de negociación. El tema era bastante trascendental para la empresa, pero sabía de antemano que no sacaría nada en claro aquella mañana: demasiadas personas opinando, demasiado necio engreído dispuesto a demostrar sus supuestas capacidades ante él. Si supieran lo que opinaba en realidad de alguno de los presentes…
Ella estaba allí, como cualquier otro día, ignorando esas miradas furtivas que hacía tiempo le negaba. Esos ojos verdes…
Su mente no atendía a los números que le presentaban, su entrepierna comenzaba a tener vida propia, su templanza flaqueaba, sus decisiones pasadas no valían nada.
—Beatriz, necesito que repitas esos gráficos, no los veo claros. Creo que los números no son correctos.
Ella lo miró con desconfianza, sabiendo que los números cuadraban a la perfección, los había revisado diez veces antes de presentarlos en la junta.
—Cuando los tengas, ven a mi despacho.
Seguía mirando esos ojos verdes intentando en vano no perderse en ellos.
No salió como esperaba. Ella entró en su gran despacho cargada con el ordenador para mostrarle los gráficos. Todo correcto.
—Necesito que me hagas un último favor, Bea… No puedo más, no puedo contenerme, no puedo seguir negándomelo, soy tuyo. Completa y absolutamente tuyo. Sé que sientes lo mismo. He sido un necio por no querer verlo durante tanto tiempo. Te necesito, no me importa nada más. No me importa nadie más.
Ella se giró sin dirigirle la palabra y salió del despacho igual que había entrado. Dejó el ordenador en su mesa y fue hasta la sala de material. Él la siguió con la mirada y entendió el mensaje.
Y allí, contra el armario, derrumbó todos los muros que había construido para evitar esos imposibles ojos verdes.
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[…] nuevo relato publicado en Masticadores de letras. Déjate atrapar por la […]
Bravo. Mar!