
El silencio contiene todas las palabras, latentes, no pronunciadas, aunque ahora ya es demasiado tarde. La nieve de invierno cae sobre mis ramas desnudas y me convierte en un candelabro de plata con los brazos alzados. Y me repito la pregunta: «¿Por qué?»
Atrás quedaron los días del verano, el esplendor verde de las hojas convertidas en un mar de jade, dejando entrever los dorados frutos, maduros y dulces, esperándote. Nadie los cosechó y acabaron cayendo, cruel presagio del devenir…siguieron las hojas.
El follaje, susurraba tu nombre al viento, apelando a tu cordura, fermentando los rayos del sol en todas las variedades cromáticas del fuego. Un árbol ardiente que se iba apagando con cada hoja que se desprendía, con cada recuerdo que se decoloraba, con cada mentira, excusa y falso arrepentimiento. En el suelo se fundieron en una sombra uniforme, sin matices, gris: el olvido.
El olvido es parecido al silencio, contiene todas las palabras caídas, expresadas. Las silabas no pueden volver a las ramas, ya no pueden convocar tu presencia, se descomponen en la oscuridad. En esa negritud en la que descansas bajo tierra.
«¿Por qué?» Me preguntaste después del disparo, mientras la vida teñía de rojo las hojas ya muertas.
—Quiero que tus labios solo sepan pronunciar mi nombre —te respondí.
Q.M.
1 Comments
Reblogueó esto en Q.M.y comentado:
Comparto con vosotros otro trabajo publicado hoy, día de la carambola 🙂 Gracias Juan Re Crivello, por la confianza que me concedes al editarme en Masticadores.