By Lucas Corso
Resulta que la guerra en Ucrania no tiene pinta de ir a menos. Putin sigue erre que erre metiendo caña y los ucranianos erre que erre metiéndosela a él. Le hace poca gracia, claro. Está el hombre sacando a pasear ya el tema de utilizar todo lo que tenga a mano para defender la integridad de su país (dice el invasor, recuerden), armas nucleares incluidas, y los demás diciéndole que nuclear no, gracias. Veremos.
No obstante, y como es evidente, hay quien ya está comenzando a removerse en el sillón con algo más que incomodidad. Putin no va a dar un paso atrás, o al menos no tiene pinta. No es propio de nadie que haya pasado por la KGB. Allí tonterías ni una; se estaba hasta las últimas consecuencias. A este hombre habrá que sacarlo a rastras o con los pies por delante del jardín en el que se ha metido, porque él no lo va a hacer de motu proprio. ¿Significa eso que nos iremos entonces al garete cuando no le quede más remedio que pulsar el botón rojo? Tampoco tiene pinta. La utilización de armamento nuclear puede tener muchos matices. Desde atacar un lugar concreto deshabitado como forma de decir Cuidado eh, hasta acabar con todo lo que conocemos. Hay un buen trecho entre un punto y el otro que, toquemos madera, ni un ex-KGB querría recorrer.
A todo esto, es curiosa la manera de llevarse las manos a la cabeza del personal. El otro día hablaba sobre esto de la guerra con unos conocidos y me decían que en Europa es la primera vez que se rompe la paz desde Kosovo. Recuerdo a los niños de Kosovo saliendo por la televisión durante las pausas publicitarias. Yo también era un niño, pero ya me intrigaba que la televisión anunciara niños en guerra entre champús y Busco a Jacq’s, la colonia de aroma poderoso. Me reí, no sé si por recordar semejante animalada o por lo que acababa de escuchar. Supongo que por ambas cosas. Así era la televisión de los noventa, amigos: salvaje. No es que haya mejorado mucho. Pero a lo que íbamos: que en Europa ha reinado la paz durante los últimos veinticuatro años, me decían. Ahí es nada. Matar, además de que está feo, es muy vistoso en una guerra. Las víctimas de un conflicto armado cargan con el drama del miedo y el dolor repentino, de la violencia más pura e impactante, de la que salpica y huele. Por eso es fácil, cuando no hay guerras de por medio, obviar a los otros muertos, víctimas de una violencia más sibilina y por tanto menos vistosa. Estos los lleva habiendo desde que el mundo es mundo, y más en el viejo continente, que de tan viejo que es uno se pregunta si acaso no le habrá carcomido una demencia inevitable que nos hace pensar que los muertos sólo lo son cuando salen por la tele, sea en imágenes o en números en un gráfico. Cuando te mueres de hambre o de frío por no tener dónde meterte estás siendo también víctima de violencia, una menos impactante que la que nos proporciona la televisión o las redes mediante tiros en la cabeza, pero igualmente terrible. Cuando acabas saltando por la ventana porque no existe refugio en tu cabeza y tu último vuelo lo silencia una sociedad que todavía no está preparada para aceptar semejantes decisiones, también estás siendo víctima de una violencia quizá difícil de definir, pero muy patente en el día a día. Hay muchos tipos de violencia que acaban con la vida de personas que nunca han visto un arma apuntándoles. Y no, que pongan en entredicho tus ideales políticos, morales o éticos no es ningún tipo de violencia, eso es normal y no te convierte en víctima de nada. Si te sientes así es que simplemente eres gilipollas. No tiene más, ni siquiera cura. ¿Tenemos cura los demás? ¿Tiene cura la demencia del viejo continente? Olvidar es algo terrible, sobre todo cuando es por dejadez. Recordar el problema sólo cuando nos lo ponen delante es peor. Una guerra es algo horrible, diría que incluso indescriptible. Pero el final de una guerra no es el final de la violencia. Tan sólo el final de la incomodidad para muchos.
2Comments
Add yoursYo lo tengo claro: Putin está siguiendo los pasos de Hitler y más o menos usando los mismos falsos argumentos.
Esto se acabará cuando Putin desaparezca y soy optimista y creo que hay más posibilidades de que Putin muera como Julio César a como lo Hizo Hitler.
Lo de las armas nucleares, seguro que a él sí se le pasa por su cabecita, pero hay generales y oligarcas que tal vez no le acompañen en ese viaje. Ya son demasiados los que han muerto por caerse por las escaleras.
Las similitudes con Hitler son evidentes, sobre todo en cuanto a lo del «espacio vital». Yo también pienso que, de tener un final prematuro, el de Putin sería causado por gente de su entorno. Ya hace semanas que le están creciendo los enanos en su pa´ís, así que veremos.