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“SOUVIENS-TOI” (ACUÉRDATE). Por Mercedes G. Rojo y Olga Orallo (fotos)

ORADOUR, EL TESTIGO MUDO DE UNA MASACRE.

Serie: La memoria de las ruinas. IV   Hay lugares que nos llevan mucho más allá del propio espacio físico que ocupan, cuyas ruinas nos hablan de tragedias, de dolor, de injusticia, de barbarie,..., mostrándonos huellas que nos gustaría poder borrar  a la vez que comprendemos que solo perpetuándolas para tenerlas siempre presentes -como recordatorio del oscuro pasado que representan- pueden contribuir a evitar la repetición de ciertos episodios. Tal vez, solo tal vez. Corre el mes de abril y, además de traer un inefable aliento a primavera, este periodo anual suele remover en  muchas personas el recuerdo de un momento único y demasiado importante en la Historia de España como para ser olvidado, un momento que trajo consigo, a la vez que importantes pasos de futuro con su inicio,  y tras apenas cinco años, un retroceso de avances sociales y oscurantismo que (en muchos aspectos) duró décadas, por más que haya quien quiera disfrazarlo de época de bonanza, pues solo consiguió serlo para unos pocos, los mismos que siempre han detentado el poder siglo tras siglo. Y es que si un 14 de abril  de 1931 llegaba a España esa  II República que consiguió el voto para las mujeres, un más generalizado acceso a la educación, un mayor reconocimiento para la mujer en todos los sentidos, y tantos otros cambios y avances sociales que suponían el primer paso hacia un avance generalizado de la sociedad en todos los aspectos, la incorporación de nuestro país al siglo XX al que ya llegábamos con retraso, también un 1 de abril (de 1939 en este caso) llegaba el fin de una guerra fratricida que,  tras casi tres años de cruentas luchas en las que un golpe militar dividió el país en dos bandos que llegaron a enfrentar a hermanos, dio al traste con el gobierno democráticamente elegido por el pueblo español para dar paso a una dictadura que duró casi cuarenta años y durante la que se volvió al silencio, a la discriminación y a la aniquilación de quienes estorbaban a los intereses del nuevo régimen instaurado. Días de oscuridad y tristeza, como tan bien nos cuentan estos versos que rescatamos para ilustrarla: ......... ¡La muerte en todas partes!... La muerte impúdica y obscena mostrando su osamenta en cada esquina, manchando con su aliento las palabras para cobrarse aquel mutismo eterno. ¡Ay, el frío y la niebla crecieron su bocanada!         ....... (De “Ofrenda”, en Rescatar el olvido. Poemario íntimo de Manuela López García. Ediciones del Lobo Sapiens. Pag. 68) Esta introducción no tiene más objetivo que justificar por qué la selección de precisamente esta serie de fotografías en nuestra entrada de este mes y no en cualquiera otro del año. Y es que de todo el mundo  es sabido que las corrientes históricas más actuales se afirman  cada vez más en el hecho de que  la Guerra Civil española, en la que en ambos bandos se hicieron presentes las fuerzas políticas europeas del momento tomando partido por aquel al que ideológica y/o socialmente se encontraban más cercanas, fue realmente un ensayo de lo que luego sería la II Guerra Mundial, que estaba por llegar y que inevitable lo hizo un 10 de junio de 1944, cambiando para siempre el orden del mundo anteriormente establecido. Y, por ello ¿qué mejor momento que abril para recuperar para nuestra memoria las ruinas de un pueblo que, lejos de ser reconstruidas, lejos de ser enterradas en el olvido, han querido ser conservadas tal cual quedaron en el momento de su destrucción? Esas ruinas no son otras que las de Oradour-sur- Glane, pueblo de la región francesa del Lemosín que, el 10 de junio de 1944, fue totalmente destruída como efecto del ataque contra civiles indefensos por parte de la 3.ª Compañía del 1.er Batallón del Regimiento Der Führer, de la División SS Das Reich del Waffen-SS del III Reich. Contábamos al inicio de nuestra serie que las ruinas son la memoria de los lugares que fueron y de las vidas que por ellos transitaron más allá del tiempo y las circunstancias, la realidad de una historia celosamente guardada entre muros derruidos y vestigios que conforman un paisaje que a menudo se hunde en el silencio. Instantes congelados en el tiempo, historias truncadas para siempre que nos hablan desde cada uno de los detalles que nos salen al paso cuando transitamos entre ellas. En el caso de Oradour, esa “historia que nos habla” se hace aún más patente, porque es la historia de un pueblo mártir, símbolo de los crímenes de guerra cometidos en Francia durante la ocupación nazi y el régimen colaboracionista de Vichy, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial; un pueblo que vio destruida la mayor parte de sus edificios e infraestructuras tras su pillaje e incendio, quedando completamente en ruinas; un pueblo del que se ha llegado a conocer el asesinato de cerca de 650 personas casi todas las presentes en la población, con 190 hombres fusilados, 245 mujeres y 207 niños ametrallados y quemados en la iglesia, de ellos 19 españoles.

Nos habla Olga Orallo, de la sensación de silencio que te invade al pasear por estas calles en ruinas, a pesar de la presencia de toda la  gente que la visita, como si se hubiera de callar  ante el peso del silencio dejado por el sonido de los pasos que intentaban huir de la masacre, del llanto de los niños y la llamada angustiada de las madres, de las súplicas de piedad que se estrellaron en el pecho insensible de un enemigo no buscado; y nos muestra en sus instantáneas los raíles y catenarias de un desaparecido tranvía en el que ya nunca viajaran las gentes acudiendo a su trabajo o buscando algún lugar de esparcimiento, el cascarón vacío de vehículos que no fueron capaces de permitir la huida de sus dueños, herrumbrosas máquinas de coser que ya no vestirán a las gentes que un día habitaron este lugar... Pero esta vez las ruinas no son fruto del abandono humano,  tampoco de la acción de las aguas que un día pudieron inundarlas; son fruto de la barbarie de una guerra, del abuso de poder de quienes se creyeron superiores, sin pararse a tener en cuenta a quienes eran inocentes. Oradour es el testigo mudo de una masacre incontrolada, un testigo que en 1946 fue declarado, tal como quedó, sin intención de recuperar lo ya perdido para siempre, Monumento nacional de Francia. Para que nadie olvide, porque “un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”. Casi a punto de  cerrar este acercamiento a la memoria de una de las etapas más duras de toda la Historia del mundo occidental, a través de las fotografías de estas ruinas  de Oradour que nos ha dejado la cámara siempre atenta y precisa de Olga Orallo, me gustaría destacar la palabra que aparece inscrita en un cartel  que podemos encontrarnos al pasear por esta geografía a la vez tan muerta y tan viva. La inscripción, en francés,   nos advierte:

Souviens-toi  (Acuérdate)

Y de nuevo unos versos de Manuela López García, poeta leonesa que vivió en sus carnes el dolor y la injusticia de una guerra, nos deja, como si de ruinas del alma se trataran, los siguientes versos, que encajan magníficamente con el tono que hoy hemos querido darle a este reportaje: ............... Y llegó la muerte. Venía forzada. La traían los hombres sobre unos fusiles. Silbó como sierpe. ................... (De "Y llegó la muerte". En  Rescatar el olvido. Poemario íntimo de Manuela López García)

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