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El escritor y Dios -20 ¿Somos llaneros solitarios? by j re crivello

Mal comienzo, fuera llueve y en la península de la nube en la que vivo se dan recortes. Es decir la tormenta reduce mi casa y descarga allí debajo. Y… tuve la feliz idea de visitar a Dios. Le encontré sin trabajo, abandonado a la lectura de un comic extraño y vil: El Llanero solitario. En esa aventura la relación entre el vaquero y su compañero indio parece un capricho del destino. Debo confesar que los hombres no cabalgamos juntos con otros masculinos, a lo sumo aparecemos en escenas de cerveza y partidos de fútbol fabricados en la factoría de Hollywood. Pero esta relación con Dios, con el poder y este italianizado escritor eran como una novela, al verle, dije: —Día espasmódico ¿no? Mi nube descarga encima de Barcelona y los turistas ya no sacan sus tarjetas para comprar recuerdos, fiebres de diseño y algún que otro ruido lumbar que ellos le llaman sexo, es la Pandemia que los deja en sus casas —agregué. El me miro, y señalando al vaquero que aparece en la revista y su compañía dijo: —Estos dos me gustan porque hace 30 años en los colegios de curas, pasaban en un cine pequeño sus aventuras después del rezo. Y me causa mucha risa ver matar con balas de plata luego de cantar el Angelus cinco minutos antes. —Serian tiempos de sueños y abstinencia –dije —En el Cielo siempre nos abstenemos, pero los cómics de la tierra están saturados de golpes, canalladas y encuentros de serena elegancia —dijo Dios sin reprimirse
—De ¿serena qué? –pregunte, por aquella expresión tan fabulosa para un escritor o un moralista pero tan alejada de la vida terrenal. El abandono la revista del Llanero, y dijo: “el consumir atrevido, del poco tiempo de vida allí abajo, nos lleva hasta esa puerta doble, la del Cielo y el Infierno. Si practicaran la serena elegancia pasarían por esta sin ni siquiera hablar conmigo”.

— ¿Y porque lo hacemos? -pregunte
—El diablo, existe el diablo. Mientras meneaba la cabeza para agregar: un señor rabioso de ego, deseos envidia y saludable creatividad que nos aproxima a perder la elegancia. Estuve a punto de referir que no creía en ese tipo, ni le había visto, ni sabía si existía. El presencio mi desvelo, aunque bloquee mi pensamiento al estilo de los magos, pero fui lento y estaba en sus manos. Y repitió de manera pausada: “mira, allí está” No pensé que el Diablo caminara cerca del Cielo, pero pude ver un señor de gabardina gris, cara de resfrío de verano, jersey de mangas y sin pantalón, de tez color rojo anaranjado quien nos miraba. En un gesto rápido e inocente levante la mano y le salude. Desde aquella distancia él sonrió e inflamando los ojos pudo crear un pastel gigante del que escapaban jovencitas. Dios se abstuvo de decir algo, yo solo pude referir: “Mierda” y la nube del fenómeno estallo en un violento tifón.

¿El Diablo nos acompaña ante los deseos de sueños, de vicios, y de crestas brillantes?

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