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Onthisday by j re crivello

Milton M vio ese cartelito en su Face, le recordaba que hace un año se agregó una rubia de níquel y le envió un mensaje: ¡Hi! Él le siguió el juego y quedaron en la Plaza Real de Barcelona. Siempre le gustaba ese sitio, alargado lleno de olor a yerba, con turistas despistados y quinquis con ganas de robar o pispar algún tonto. Ella se había definido como rubia, alta y con pechos hasta el cogote. Esa última expresión le pareció poco femenina.

¿No será un travolo? —Comento con su amigo Leonidas R., pero la risa de su colega y el ridículo le impedían conspirar en esa dirección. Se puso una camisa de estilo Indochina batik, de color marrón y flores que atraían a las moscas, las cuales parecían confundidas ante tanta alegría en el textil. Y decidió ir en bici eléctrica pero al llegar a la zona descubrió que su bici sería pasto de las llamas, aunque tenía un amigo que vivía en un pisito al lado de la plaza Real, hace mucho que no lo le visitaba, el tal Enric Zam, habían ido juntos a la secundaria. Subió los cuatro pisos con la bici, sin ascensor y de renta antigua, cada rellano era insoportable, multitud de guiris se movían en aquellas pateras para turistas que la nueva alcaldesa de Barcelona intentaba prohibir o al menos hacer que dominaba la situación. Toco el timbre, le atendió una rubia con cara de recién dormida, dijo el nombre de su amigo y ella repitió sin mucha gracia hasta que el colega, con un calzoncillo blanco arrugado y una mancha se sorprendió de su aparición.

—Vos –dijo en un argentino raro

—Si yo. Milton dijo algo así como: te vengo a ver pero me voy rápido pues he quedado con una mujer travolo y no tengo a donde poner mi bici eléctrica que vale un pastón. Dejala allí             —respondió el amigo ¿Quieres un café? –agrego. Lo hare rápido -insistió. ¿Cuánto hace que no nos vemos?

—Cinco, tal vez seis años.

—Mierda. ¿Sabías que estuve en argentina trabajando?, bueno… viviendo.

—Y, ¿por qué regresaste? Que iba a preguntar, se le ocurría un poco raro que su amigo se hubiera marchado y él no se hubiera enterado.

—Por amor. Una tipa que conocí en la Plaza Real me gusto, me enloqueció. Tenía unas nalgas ¡joder! Estaba como extraviado, menos mal que este piso se lo alquile a esta flaca, se refería a la rubia Terminator que le abrió la puerta. Y con este alquiler me mantuve allí.

—¿Y vos? He tenido de todo. Desde chicas a chicos.

— ¿Te has hecho puto?

—No joder, he descubierto que tengo temporadas en que me gustan unos u otros, pero al final si los quieres, ya pueden ser de sur o norte.

— ¿De sur o norte?

—Si —respondió con cierta desgana Milton M

—Claro -dijo mientras servía café y lo cortaba con leche como en los viejos tiempos y luego lo montaba con nata y ron. A mí no me pasa, pero aquella de Buenos aires…

—La de las nalgas

—Es que eran blancas, redondas y con un suave vello rosado –dijo su amigo mientras sorbía el café. Le recordaba a los años en que juntos anhelaban ver no digamos una nalga entera sino un trocito. ¿Te acuerdas cuando nos fuimos a Lloret y nos ligamos esa dos alemanas que aullaban como un gato?

—Si. Y, ¿aquellas dos que parecían muy guapas? –dijo Milton M-, en aquel bar decadente de la playa de Castelldefels y al ponerse de pie para irnos a tu departamento eran tan cojas que subían y bajaban. Vamos -en plena carcajada de los dos- ¡Nos parecía irreal!

—Y tu ideaste un camino por las vías para evitar ser vistos -agrego Enric Zam. Para ver como su amigo terminaba el café. ¿Por qué no te quedas a cenar cuando acabes con ese puto o lo que sea?

—Es buena idea –respondió Milton M. Al abrir la puerta y despedirse pudo ver como la rubia se vestía para salir. Como se llama pregunto en voz baja

—Carmen. ¡Ouaa! Exclamo ¿Y está contigo?

—No. Bajo las escaleras esquivando guiris y maletas con ruedas. Al llegar a la Plaza Real, como había quedado, al final en el centro de la plaza, una rubia de níquel, alta, de camiseta de flores y pantalón cortado con tijera se le acerco. Era joven, máximo 20 años. Hablaba con voz grave y sonreía con asiduidad. Convinieron en ir por la parte de atrás, por la calle que es el corazón del chino. La calle Escudillers, salvo que ahora muy cambiada, con paquistanies por todos lados y estudiantes de la Elite de los nacionalistas. Una mezcla muy rara, en la cual coincidió con su acompañante. Ella parecía mujer. ¡Era mujer! Hicieron tres calles y al detenerse en un bar, ella dijo:

Allí vivo yo.

No hubo truco subieron las escaleras rozando una miserable madera del siglo pasado. Ella abrió la puerta y la cama fue una grieta de sexo. Que aquí, que allá, que tu lengua pasea y moja, que mis manos juguetean antes de. Y luego un largo sueño. Despertaron cerca de las diez de la noche.

— ¿Tú no trabajas? –pregunto ella

—Soy autónomo –respondió Milton M ¿Y tú?

—Estoy estudiando y mis padres me mantienen.

— ¿Eres de la Elite? –pregunto Milton. Ella frunció el ceño como si aquello fuera una pregunta estúpida y lo era. El agrego: de los que cortan el pastel en Barcelona, los indepe, los nacionalistas, —dijo casi como si pidiera perdón por mencionarlos.

—Mi padre y mi madre son de convergencia. Les llegan encargos si te refieres a eso. Pero yo voy por libre, me han educado en sus coles, con los dueños del pastel como dices tú. Hablemos de algo más interesante y le paso la mano por la mejilla. De que podía hablar Milton con una casi 20 años más joven que él. Y dijo.

—¿Te gusta el sexo o el amor?

—El sexo respondió ella. Los compromisos no me van. Podemos vernos, pero, no me ataré. Milton M parecía que una bomba de relojería, ella le atrapaba, mientras más sentía la distancia, el no, el después, tal vez, la autonomía de la piba más le fascinaba.

— ¿Quieres venir a mi casa mañana por la noche?

— ¿Dónde vives?

—En la Floresta. Es muy lejos. “Me da palo” -dijo ella

—Pues ya me llamaras. Mientras bajaba la escalera sonó su móvil. Un mensaje de ella ponía: Iré a las 9. Prepara carne de reno al horno y grasa de cerdo fresca. Haremos algo que nunca has visto.

—¿Carne de reno ¿Dónde narices compro eso? —se interrogó él. En la rambla, ¿en el mercado de la Boqueria la venderían?. Decidió recoger su bici eléctrica y preparar la cita de la noche. ¿Y si tenía candidiasis? El miedo le asalto, usaría preservativo de 6 pulgadas y medio —pensó.

Nota

La mayoría de las mujeres tienen una candidiasis vaginal en algún momento. Candida albicans es un tipo común de hongo. Este a menudo se encuentra en pequeñas cantidades en la vagina, la boca, el tubo digestivo y en la piel. La mayoría de las veces, no ocasiona infección ni síntomas.

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