jueves, abril 25 2024

OPAL by Emma Terrero

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Y entonces llegas a unas oficinas impecables, con moqueta oscura y muebles de diseño. Hay hombres con gafas de pasta y camisas a cuadritos azules, y secretarias con moños al desdén y uñas carmín.

Te sientas en uno de los sillones a esperar. Y es incómodo. Pero carísimo. Justo al lado, sobre lo que parece un banquito de madera hecho a mano por alguien que necesitaba urgentemente una mesita estando en lo profundo del bosque, encuentras revistas que nunca comprarías, como pasa en las consultas médicas, ya que no te interesa en absoluto lo que han podido diseñar dos húngaros para beber agua más rápido.

Y llegan los otros. Queriendo ser interesantes. Se sientan dispersos, juegan con el móvil, uno hojea una revista, la vuelve a dejar sobre el banquito. Por alguna razón, que se te escapa, te llaman a ti de primera. Y todos te miran, preguntándose lo mismo que tú.

La chica es rubia, y lleva el pelo en una cola de caballo casi deshecha, con un vestido sedoso holgado y beis, pero no es la novia en ninguna boda. Entonces caes en la cuenta de que llevas las sandalias equivocadas. Ya es demasiado tarde para solventarlo.

La sala de reuniones es amplia y bien iluminada, te parece entrar en una nueva dimensión, ya que el aire acondicionado funciona mejor que en la sala de los banquitos de madera. Y la novia en beis sonríe, y hojea con las puntas de sus dedos de manicura opal, y te pregunta cosas que puede leer ella misma. Y te explica cual sería tu cometido. Y vuelve a sonreír, y tu no sabes qué se supone que tienes que decir justo en ese momento. Contestas “si, claro”. Y ella vuelve a sonreír.

Qué te ha llevado a ponerte en contacto con ellos, te pregunta, y alcanzas a responder que buscas trabajo y que encontraste su anuncio en algún lugar. Finges interés, en realidad no te acuerdas en concreto qué ponía el anuncio. Y ella sigue hojeando y te sonríe. Carraspea levemente, te mira alzando las cejas, y te parece estar en uno de esos concursos donde en ese momento vas a ganar el coche. Y se dirige a ti, por tu nombre,y te asegura que te llamará en las próximas semanas. Y vuelve a sonreír. Y se levanta .Y tu también te levantas. No sabes qué hacer con el bolso. Te ofrece la mano. Adiós.

Y abandonas las sala de otra dimensión, y cruzas la sala de banquitos de madera y sillones caros pero incómodos, ahora desierta. Te despides de la secretaria, que alza la mano sin mirarte. Y bajas en un ascensor sin música, que te va diciendo los pisos que vas dejando sobre ti.

Y sigue haciendo calor. No tienes ni idea de qué hacer en esa ciudad tan temprano. Perderte. Y te pierdes.

Al fin y al cabo. Ya lo estabas.

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