
El niño que sufre no pide ayuda, te mira con desesperanza y proyecta en su mirada su mundo devastado por la tristeza.
El niño que sufre te pega, te dice palabras feas, te hiere y hiere a los que más amas. No comprende lo que sucede en su interior, no sabe cómo expresar que sufre pero de alguna manera libera sus emociones.
El niño que sufre, sueña y expresa el deseo de una vida distinta, vivir en la casa de sus tíos, de sus abuelos, en la casa del amigo, del vecino, solo con su madre, con sus hermanos, con su padre, cambiarse de colegio, de barrio, de ciudad, de país, de historia.
El niño que sufre huye. Huye de sus recuerdos, del hambre, del frío, de la pena, de la vergüenza, de la felicidad de otros, de sus agresores, de la desesperanza. Huye de todo.
El niño que sufre tiene padres que se enojan por que el niño tiene deseos de cambio, no comprenden tanto desagradecimiento, se sienten cuestionados, invalidados y amenazados y la rabia y desesperación los inunda, entonces le gritan, lo castigan y golpean.
El niño que sufre descubre un refugio y se pasa horas en él. Soñando con su otra vida, la buena. Preguntándose ¿por qué? Acumulando preguntas sin respuestas y rabia por su infortunio.
El niño que sufre se encierra en su refugio y no habla con nadie, se hace adicto fácilmente a aquello que apaga su recuerdo, su desesperanza, su rabia y su deseo de venganza.
El niño que sufre, en su refugio se convertirá en un estudioso, un buen lector, un escritor, un artista, un hacedor, un hombre exitoso, un ser iluminado o un comprador compulsivo, un obsesivo, un drogadicto, un alcohólico, un cobarde, un desventurado.
El niño que sufre, en su refugio se convertirá en un ermitaño que solo querrá dormir para no experimentar la vida y se encerrará cada vez más en el mundo de los sueños hasta que decida quedarse ahí, para siempre.
El niño que sufre, aparece sin previo aviso, hoy, mañana y siempre y te hace revivir el pasado, el dolor, la rabia y la desesperanza y despiertas por las noches casi sin aire por esa pesadilla maldita que quisieras algún día desaparezca.
El niño que sufre es imperecedero, sigue en mí, sigue en ti, sigue en cada uno de nosotros, aprendemos a vivir con él.
El niño que sufre, tal vez sea tu causa, tu motor, tu fuerza, tu aventura, tu karma, tu elección, tu vida y tu muerte.
El niño que sufre, incomprendido por siempre…, seguirá pidiendo ayuda.
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