Marga Clark, como destinataria de su propia voz. Pero ya sabemos que en esta operación poemática el “tú” desdoblado del autor remite, por extensión simbólica, a lector mismo. El “yo” que habla en los poemas dice, por ejemplo, en uno de los más estremecidos y logrados poemas del libro:
“He salido de mí.
He repudiado mi nombre
mi cuerpo mi dolor…
Ya no me recuerdo”.
Ya he apuntado que ese “tú” al que ese “yo” le habla tan estremecidamente es siempre, en primera instancia, el de Marga Gil Roësset, pero –añado ahora- el de una Marga Gil Roësset simbólica y claramente trascendida en una identificación o fusión post mortem de características abiertamente místicas.
Así, y como botón de muestra:
“He recorrido la línea que separa
la muerte y el destino.
He moldeado mi rostro con tu rostro
mi cuerpo con tu cuerpo
mi aliento con tu aliento. Ya nada se interpone
entre tu vientre
y mi anhelo.”
Se trata, creo, de un planteamiento poemático muy sugerente y bastante complejo, encerrado en una obra contenida, no demasiado extensa, y de lengua engañosamente clara. Porque la voz de Marga Clark no es seudónima ni mucho menos heterónima, ni tampoco –pese al sobrevenido apellido anglosajón que oculta su parentesco con Marga Gil Roësset- constituye máscara literaria alguna; y sin embargo ya he apuntado que se origina en el oscuro magma de una fascinación amorosa, en el más artístico sentido de la palabra fascinación y el más noble sentido de la palabra amor, por la figura y obra de su tía, Marga Gil Roësset, con la que Marga Clark se identifica.
Por José Luis Giménez-Frontín (Link al texto completo)
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