
Esta semana festejamos el primer aniversario de MasticadoresEros y publicamos cada día un texto de un autor/ra que colabora allí.
«Mamá, esta noche, quiero leerte una historia antes de dormir», propuso Aya mientras se metía dentro de las sábanas. «¿Ah sí? A ver, ¿qué historia es?», preguntó Luisa, su madre. «Es la leyenda de los tagalog, ¿los conoces?» respondió, sacando una hoja debajo de la almohada. Luisa se sorprendió mucho, pero disimuló y dijo: «¡Interesante! Venga, empieza». «Vale, cuando el mundo era joven…
…el todopoderoso Bathala plantó bambúes, el primer bosque de bambú en la Tierra. Los sembró al lado de ríos y lagos para que conversen con las aguas, y así evitar las inundaciones. Día tras día regaba las plántulas y las protegía con cobertizos hechos de hojas de palma, para que ningún viento, ni ningún animal pudiera amenazar la supervivencia de los pequeños árboles. Pasadas muchas lunas, los bambúes crecieron altos y fuertes. Pero hubo un tallo que sobresalió y quedó más alto y más ancho que cualquier otro. Un tallo que causó mucha curiosidad entre los dioses. Pidieron ayuda a Mapulon, el dios de las estaciones. Él, por su parte, prometió que detrás de los monzones, llegarían las respuestas que tanto deseaban. Y así fue. Al marcharse las lluvias, llegó la estación de la cosecha y nada más asomarse el primer rayo del alba, se escuchó un sonido tan fuerte como un trueno, dejando una vibración que hizo temblar el suelo. Los dioses se bajaron del cielo y vieron cómo se había abierto el bambú gigantesco, revelando los primeros seres humanos. Llamaron Malakas al primer hombre, que significa “fuerte”. Y Maganda, a la primera mujer, que significa “hermosa”. Los dos procrearon, y llenaron el mundo de otras criaturas como ellos. Malakas, por su fuerza y astucia, se encargaba de proveer alimentos para su familia, y Maganda, por su entrega y amor incondicionales, fue la encargada de cuidar del hogar y de los hijos. Así vivieron durante cientos, hasta miles de años».
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