
Tanto mar, por tantos días. Vagamente recordaban sus casas, para unos el verdor de los bosques, para otros el plateado desierto. Todo sea por una almibarada nueva vida.
Llegaron a destino, como otros antes, cuando el amarillo sol se disparaba hacia el cielo. Alguien numeraba cuántos, al bajar del cayuco, caminaban la playa, y cuántos flotaban arrastrados hacia ella por el vaivén del mar.
Los que por pura suerte tocaron la arena con sus pies desnudos se arrodillaron y abrazaron la prometida dulce nueva vida.
Los otros yacían sobre la playa. Sus ojos para siempre abiertos al cielo llevaban escrito el dolor de perder el futuro y morir en tierra extraña. La eternidad les esperaba, lejos de bosques y desiertos, para soñar una nueva vida sabor a agua salada.