jueves, abril 25 2024

El arte ¿está en la obligación de educar? by Rosa Boschetti

La obra del artista es el resultado de su conversación con los demás. Expresa un punto de vista, una perspectiva sobre el entorno y sobre sí mismo. Suele decirse que el artista habla para sí mismo, pero si fuese un soliloquio o un monólogo solo tendría sentido para sí mismo y sería imposible que llegase a otros. Serían solo dos rayas enmarcadas en la pared y aunque esté en una costosa galería, solo tendría significado para el artista (de allí los grandes textos explicando el significado de las dos rayas, que debían explicarse solas… pero eso del arte que necesita explicación es otro tema, que por ahora no se va a tocar).

Sin embargo, esa conversación no es la misma que se tiene como quien habla con un amigo, allí el artista expresa sus ideas a través del medio que domine o desee: la palabra escrita, el canto, la música, el baile, la pintura … y así, transformado en símbolos, queda plasmando su parte del diálogo.

La otra parte le toca al espectador, quien conecta con ese fragmento de la interpretación que da el artista sobre la realidad y que se ha congelado en forma de obra. Ese trozo de discurso detenido en el tiempo funciona a su vez como un espejo materializado en papel, decibelios, pixeles y datos para el progressive scan (barrido sucesivo de una línea después de otra para componer la imagen; para TV por ejemplo). El espectador ve reflejado parte de la propia imagen (sea idéntica, parcial o contraria) en la interpretación del artista. En cualquier caso, el artista se pone en frente de éste para devolverle su imagen en forma de símbolo y generar así nuevas interpretaciones que alimenten la propia, la cambie o la confronte.

Una propuesta artística que no te haga revisar las creencias (así sea para validarlas), pensar o reaccionar es mero entretenimiento vacío. Como una canción de ascensor que acompaña por un instante, es intrascendente, solo ruido de fondo.

El artista habla de una realidad que le preocupa, le afecta, le impacta o complace. De un modo abstracto congela ese fragmento y lo trasforma en un símbolo. Entonces, ¿es arte cualquier opinión expresada a través de algún medio artístico? Pongamos como ejemplo una la lista de la compra que esté encuadernada, bellamente editada, corregida, adornada con alguna retórica y a la venta en alguna gran plataforma literaria, pues no se puede (o no debería) ser considerada literatura, aunque comparta el hecho de estar escrita con palabras, con un propósito y hasta con criterios de universalidad. ¿Quién no apunta pan, sal y azúcar en una lista de la compra?, cualquier ser del plante pudiera hacerlo, en cualquier idioma y no por eso es literatura. Pues lo mismo ocurre con las demás formas de expresión artísticas.

Y como he dicho en otras oportunidades, el arte, desde sus inicios, es una expresión personal que advierte, transmite o refleja una parte de la realidad parcial que observa. El espectador la recibe como si fuera un espejo en el cual se puede o no reconocer y la interpretación que le da a la obra depende de ese reflejo que observa.

Cada lenguaje: el de la música, el del movimiento, la escena y lo gráfico… tienen sus propias normas y valen para trasmitir un asunto mejor que otro. Son un soporte para dar marco a la idea que se expresa y ese es uno de los puntos clave: la idea.

Y es que la pregunta sería: ¿el trabajo del artista refleja tu propia burbuja de creencias personales? Pudiera pensarse que, como el espejo de Alicia, el discurso devuelve una imagen con universos paralelos en donde estaríamos destinados a perdernos en ellos y así entretenernos, como sinónimo de evasión que nos sumerge y hunde en nuestras propias perspectivas, validando nuestras opiniones sin exponerlas a debate.

Entonces nos podríamos preguntar si el artista realiza su obra para complacer al público (le da lo que necesita, cuál producto que cubre una necesidad); pero un discurso artístico es un punto de vista que no pretende validar (o invalidar) tu opinión/interpretación sobre la realidad y sobre ti mismo.

Puede ser que ese enfoque toque alguna de tu fibra y te identifiques con ella, también es posible que la rechaces, que no genere interés o incluso que decidas ignorarla, pero es indudable que la reflexión está allí y salvo que el medio utilizado no sea una de las artes conceptuales (efímeras), permanecerá en el espejo para ser descubierta, o no, a o largo del tiempo.

Por otro lado, la intención del trabajo artístico no es la de crear seguidores (eso será luego, cuestión del marketing). No es ser el líder de una especie de secta que lo siga a muerte, tampoco ser el líder de su mercado cuál activo que sale en bolsa. El discurso del artista, repito, simplemente expresa, a través del símbolo y la metáfora, una interpretación sobre esa realidad parcial que de alguna manera le afecta.

Retrato de Mister James. (1937) René Magritte. Si se observa con detenimiento, vemos que el personaje no refleja su imagen en el espejo, pero el libro sí con total fidelidad. Podemos distinguir que se trata de un ejemplar, en francés, de la novela «La narración de Arthur Gordon Pym» de Edgar Alan Poe. Las historias que narraba este autor fueron de gran influencia entre los surrealistas.

También hay algunos creadores que hablan de la necesidad de educar al público a través de las expresiones artísticas, como si el arte se tratara de una escuela pública. Los trabajos de estos, están llenos de buenos consejos, mensajes positivos y cuantos clichés estén de moda. Aquí la pregunta sería sí el trabajo del artista es para complacer a la sociedad. Si trasmite los valores y el discurso imperante, sabiendo que serán aceptados por el público que acepta todo y patrocinado por los interesados de imponer dicha visión. Entonces es cuando el artista dicta qué es correcto y qué no, cuál policía de lo «políticamente correcto».

En otro extremo están los que pretenden adoctrinar bajo la excusa de la educación y hacen apología política, religiosa, ideológica y de toda índole. Obras con estos discursos se pueden apreciar en todas las expresiones del arte.

En cualquiera de estos casos la pregunta que surge es si el artista es responsable de la educación social, si es el llamado a trasmitir lo que se debe decidir, cómo hacerlo, qué valores hay que alimentar y cuáles desechar del lenguaje y cuáles son las formas correctas para comunicarse.

Mano con esfera reflectante, también conocida como Autorretrato en espejo esférico. Litografía del artista M. C. Escher (1935)

Entonces, ¿tiene el arte una labor educativa?, pues no. La educación es competencia de otros ámbitos de la sociedad. Incluso la educación sobre arte, su estudio, escudriña y disecciona las expresiones de los artistas una vez estas están plasmadas. Cuando digo que de ninguna manera un artista debe ser el encargado de discriminar qué se trasmite y qué no, qué se valora como lo aceptable y lo que no (como sí se debe establecer cuando se educa). Me refiero al artista en activo, en plena vida creativa (que por cierto también ha recibido educación por los que sí deben educar).

Otra cuestión es que se usen los códigos artísticos como armas poderosas para llegar a un público y «colar» un mensaje por allí con la intensión de educar o influir en el pensamiento o actitud de terceros. En estos casos no hay ideas del artista, no hay propuesta. Son artistas dispuestos a realizar lo que sea necesario a cambio de fama y fortuna o simplemente para que los dejen trabajar en su técnica, pero aun así éstos carecen de voz propia. Solo interpretan un papel, llevan el diseño de alguien más. Son autores materiales, pero no intelectuales del contenido. La idea no es suya, solo repiten una ya establecida. Son productos rápidamente desechados, cuando las tornas del que manda se mueven, cuando cambia el patrón ideológico o la creencia que los articula.

La obra del artista debería tener una propuesta que refleja una realidad con su punto de vista personal. Otra cuestión es que luego (subrayo luego) haya que distribuir el material, organizarlo y tratarlo como mercancía para que su exposición sea coherente y ¿por qué no?, rentable (después de todo el artista también come y paga facturas).

Un artista habla, deja su idea plasmada y es el reflejo de esta idea lo que permite el diálogo con el espectador/público que, aunque quiera, no es pasivo. Su responsabilidad no es educar, entretener y ni siquiera vender, su responsabilidad está en ser capaz de contarnos su punto de vista, que seguro que no es original ni exclusiva, los artistas no inventa el agua tibia. Aunque sí la presentan con un giro imprescindible para que podamos descubrir ese reflejo que nos sirve de retroalimentación y con ello alimentar nuestros propios puntos de vista, confrontando, aceptando y negando todo dentro de la dialéctica que cada quien lleva en su diálogo interior y que lo construye como persona.

Es responsabilidad del espectador/público seleccionar en qué espejo desea verse reflejado y el artista no es responsable de decirle al espectador en dónde debe o no debe identificarse o qué debe revisar/confrontar. Él simplemente expresa su opinión asumiendo la responsabilidad de su discurso, pero sin llevar de la mano a nadie.

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