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Desde el balcón… —02 by Elvira González


Luna llena bañando con su luz el cautivador balcón de un edificio antiguo, se aprecia la silueta de una mujer sentada con un vaso. Piernas apoyadas sobre la silla de al lado, parece estar sola. De pronto, una figura varonil pasa lo que parece un cordón por detrás de su cuello, quizás ocurre cierto forcejeo entre ambos. Entre la oscuridad de la noche, desaparecen…

Tiempo después, anuncio el el periódico local. «Amplio apartamento, en un encantador edificio de estilo clásico, de líneas sencillas y formas proporcionadas. Un balcón de ensueño desde el cual se aprecian los árboles del parque, el atardecer, noches estrelladas, luz de luna. Tres habitaciones dos baños y medio, sala-comedor, cocina equipada. tranquilidad garantizada. Portero veinticuatro horas». La cantidad que pedían mensualmente era muy razonable tomando en cuenta el lujo de los acabados, las varias capas de cortinas nuevas y ubicación.

Una semana después, cuatro departamentos en el mismo edificio se rentaban, justo antes de terminar el mes, el edificio completo es vendido. Ya no aparecieron más anuncios al respecto. Se le dio mantenimiento al edificio desde la fachada, cada espacio del área común y el interior de los apartamentos. Se reparó y mejoró el funcionamiento del ascensor, dañado después de un incidente en el pozo del mismo. El nuevo dueño eligiría cuidadosamente a quien arrendaría los hermosos departamentos.

Se entrevistó con varias personas de inmobiliarias, hasta que encontró a una mujer de mediana edad, inteligente. Quien sabía perfectamente persuadir, enamoraba cuando mostraba un espacio, les hacía imaginar como sería su vida en ese lugar. Entonces el señor Clifford citó a la brillante acesora independiente en su edificio esa mañana soleada. Faltando cinco minutos, la elegante dama fue recibida por el portero, quien anunció su llegada al jefe. El gentil hombre le acompañó al ascensor le esperaban en el último piso, subió todo se veía impecable. Justo en frete al salir vio una lujora puerta de madera, antes de tocar el timbre uno de los asistentes abrió el batiente. Le saludo en forma cortés, la acompañó hasta el balcón, salieron por la sala, estaba amueblado con impecable buen gusto. Observaba a su paso el mobiliario, tapiz, jarrones.

Al lado de una mesa semicircular bien puesta, estaba parado un caballero vestido de traje, alto, pelo entrecano, ojos verde aceituna, nariz recta. Labio superior delgado, inferior grueso, barba partida, piel apiñonada. En sus cincuentas, bien conservado, muy atractivo, de mirada cautivante, olía a loción de maderas, fuerte, sin parecer un modelo. Era claro que sabía como tratar a las personas, sobre todo si alguna dama llamaba su atención, era viudo, libre, sin compromisos. Con una estabilidad envidiable, conocía gran parte del mundo, hombre de negocios, a quien le gustaba la buena vida. Al darse los buenos días, él besó el dorso de su mano derecha, le hizo saber lo elegante que lucía esa mañana. Sofía se sonrrojó un poco, era muy segura de si misma, aunque le veía por segunda vez, algo en él le intimidaba. Ella medía un metro con sesenta centímetros, su curvilínea figura como un reloj de arena, voluptuosos atributos, un poco de escote. Las faldas de gustaban entalladas a la altura del trasero, sin ser vulgar, buenas pantorrillas, resultado de subir escaleras, zapatillas medianas. Cabellera castaña hasta el cuello, ojos grandes color café, nariz pequeña, labios carnosos, tez clara, dientes blancos, manos arregladas. Algunos accesorios, bolso pequeño, una carpeta en mano, con documentos.

Él le ofreció desayunar primero para después mostrarle con calma cada habitación del apartamento, entonces hablar de los términos del contrato. Ella accedió, solamente había comido una roja manzana y bebió una infusión de manzanilla, había tardado mucho en elegir la ropa que usaría. Claro que esos detalles no los mencionó, movió la mano para que se acercara uno de sus colaboradores. De inmediato con un carro de servicio les ofrecieron jugo de naranja recién hecho, huevos escalfados sobre bollos dorados con jamón y pastrami. Bañados de una emulsión de mantequilla clarificada, limón, un toque de suero de leche, pimienta y sal. La presentación parecía obra del mejor cocinero. Además de café expreso, tostadas, mermeladas y miel de abeja. Cada bocado delicioso.

Dos huevos cada uno, tres tazas de café y algunas tostadas después, una conversación más enfocada a lo personal. Obtuvo la información que deseaba mientras le observaba con esos pequeños ojos aceituna, los cuales parecían escanear cada centímetro. Sofía era soltera, había estado comprometida, muy enamorada. Pero una semana antes de la boda, lo encontró en su propia cama sumergido entre las piernas de otra mujer, tan concentrado estaba que le escuchó entrar. Hasta que ella lo corrió. Lanzando sus cosas por la ventana, vendió los muebles y se cambió al apartamento donde vivía actualmente, a comenzar de nuevo.

Clifford tomaba nota de esos detalles, la hermosa acesora por lo visto era apasionada, también le gustaba la lealtad, parecía ser romántica además. Eso ocurrió tres años atrás, lo cual la impulsó a independizarse, llevaba años trabajando para una inmobiliaria. Donde aprendió mucho, además fue haciendo una cartera de clientes, mismos, que le recomendaban con otras personas. Su oficina estaba en su apartamento, hacía sola todo el papeleo, estaba por abrir una oficina y tener una asistente, había ahorrado lo suficiente. Al escuchar eso pensó en habilitar una parte techada justo frente a un patio a un lado del área de recepción del edificio.

Estaba encantado escuchando a la atractiva y emprendedora mujer. Se acercó para brindar apoyo con la silla, era caballeroso, primero hizo incapié en que el edificio tenía un hermoso parque en frente. Cuando ambos se recargaron en el barandal contemplando la vista, él mencionó que había un restaurante nuevo al otro lado del parque. No lograba ubicarlo, él se acercó le colocó unos binoculares (como los que se utilizan en el teatro), percibió de nuevo su perfume floral. Cerró lo ojos un instante, se sentía muy atraído por ella. Preguntó por el tipo de comida que le gustaba, básicamente comía de todo, pero la italiana era su fascinacón, disfrutaba cocinar. Entonces él menciona que lo que mejor preparaba eran las pastas, así había conquistado a su esposa. Se sonrrieron con cortesía. Cifford aclaró que era viudo hacía cinco años atrás, suspiró, se sintió aliviada por un instante pensó que estaba casado. Sofía tocó sutilmente su antebrazo, dijo lamentar escuchar eso. Él le ofrecía el brazo, al tiempo comentaba lo afortunada que era, gracias a aquella señora se libró de un patán quien no le habría permitido tener su propia inmobiliaria. Se ruborizó.

Al entrar a la sala el ventanal que daba al balcón fragmentaba la luz majestuosamente, el mobiliario elegante, telas y maderas finas. Papel tapiz con estampado entre hojas y flores que respiraba esa antgüedad clásica, algunas molduras y columnas, un lujo vivir ahí comentó ella. Clifford meditaba sobre mudarse a ese apartamento, deseaba vender la hermosa casa donde vivió con su esposa. Sofía le miró con cierto asombro seguramente tenía clientes interesados, pensó. Caminaban por el comedor, una mesa circular grande, con las sillas tapizadas en terciopelo entre ese ocre pálido, un jarrón de cristal al centro. Ella pasaba la mano acariciando los muebles, llegaron a la cocina bien equipada moderna, cualquiera disfrutaria cocinar ahí expresó. Le mostró la primera habitación estaba como sala para ver el televisor, la segunda contaba con dos camas individuales y la tercera era la principal. Una cama grande parecía nueva, él mencionó el colchón era lo más moderno, apenas lo habpian entregado en día anterior. La invitó a sentarse, levantó la colcha, no había sábanas y estaba envuelto todavía, ella se sentó, cruzó las piernas.

En ese momento por la mente de Clifford pasaron tantas cosas, se ajustó el cinturón, ella se asomó por la ventana recargada sobre una cajonera. Él no pudo evitar recorrer con la vista su silueta, no se acercó pero era realmente muy atractiva. Aclaró la garganta, pasaron a ver el cuarto de baño a un lado de la principal, era el más grande, con una bañera. Después fueron a ver otros apartamentos, estaba seguro, se mudaba ahí. Tendrían que hacer una cita para que conociera la casa y ponerle a la venta.

Se sentaron de nuevo a la mesa en el balcón, a firmar papeles, él le platicó que cuando compró el edificio. El antiguo portero contaba una historia al parecer en ese apartamento la dueña quien se sentaba ahí en la noche con una copa de licor y fumaba. Sufrió un ataque por uno de sus amantes, pues estaba celoso ella le había remplazado…

Sentada en una banca de madera, descalza, con un vaso de limonada fresca y hojas de menta. He encendido nuevas velas llenas de esperanza, como vienen los nuevos comienzos, por un mundo sano y en paz, bañado de amor mezclado con empatía. El ambiente huele mantequilla, tortitas dulces se deslizan por la sartén, listas para bañarles de miel, tiras de tocino crujiente, aromático café recién molido. La mesa al lado del cómodo sofá puesta para desayunar. A través de la ventana se ven los árboles bañados por el sol. Que tu día esté lleno de lo que te hace sonreír. Mientras escucho a -Connie Evingson – Nature Boy- excelente opción. Agradezco tu genial presencia al blog.

Respira hondo. Inhala con ilusión y exhala con amor…

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