Por: Elvira González.
Samantha parecía estar presente en ese balcón, contorneándose con una de sus túnicas de tela tan delaga permitiendo ver su desnudez. Juguetona disfrutaba erizar la piel de su amado Ferguson, adoraba ponerlo nervioso, sobre todo si estaba al teléfono hablando con algún cliente. Se paraba frente a él mostrando sus atributos mientras los frotaba con las yemas de sus dedos. Él apretaba el cable del aparatdo, se contenía trataba de seguir hablando con coherencia. Entonces ella le acercaba sus bondades a la cara, con una mano la acariciaba un momento haciendo señas que le esperara. Eso la provocaba aún más, se acostaba a un lado de él en el sofá, apoyando la cabeza en su pierna, parecía que quizás se quedaría tranquila. Hasta que comenzaba a frotar con la mano la parte interna del muslo, subía encontrando su objetivo, sin piedad abría el pantalón. Exponiendo su pronunciada virilidad de la cual estaba prendada, su boca elogiaba tan feliz encuentro. Inevitable, en ese momento decía tener una emergencia que atender, Samantha lo volvía loco, después de estremecerse. Arremetía con toda su pasión estimulando hasta el cansancio a su ardiente mujer, ambos disfrutaban recorrer cada rincón del apartamento.
Todo eso pasaba por la mente de Ferguson mientras esperaba a Clifford quien había atenddo una llamada de negocios. Se sentó al lado del licenciado, llevaron dos vasos con té helado, siempre tan atento. Mencionaba el hombre que sudaba pensando como evadir preguntas sobre la muerte de su querida Samantha, el grave asunto del elevador. Pero para su fortuna en ese momento llegaba con el resto de la mudanza, esa tarde se estaba dejando su vida anterior detrás. Se acercó con el licenciado Ferguson, recibió el archivo con los documentos del ascensor.
Le ofreció hablar con la compañía que daba el mantenimiento si era necesario, conocía bien el funcionamiento del mismo. Como estaba tan atareado, aceptó su generosa oferta, (Ferguson se sintió aliviado.) Documentos en mano fue a ver al portero para preguntar por el ruido que tenía al subir parecía provenir de la cabina o del bastidor. Aclaró que si servía, pero el jefe había hecho incapié en tenerle extremo cuidado, previniendo cualquier descompostura. Solicitó le permitiese hacer una llamada, habló con una señorita que ya le conocía, coqueteó con ella. La había visto un par de veces, cuando fue a la compañía para el contrato, la joven se emocionaba al escuchar su voz, él lo sabía. Enviaron al técnico en poco tiempo. Al llegar el representante, era nuevo, detuvo el funcionamiento para accesar a revisar el chasis, revisó todo, era evidente el cambio de piezas. Al salir comentó que nunca había visto tal limpieza parecían haber borrado hasta las huellas del compañero que lo reparó. Por un instante el licenciado pasó saliva, el trabajador se reía de su broma, le siguió el juego. Preguntó por su antiguo compañero, apenas lo había tratado, el buen hombre se había jubilado antes, la herencia de un familiar le permitió retirarse a vivir en la playa. El asecensor estaba en perfectas condiciones, regresaría en tres meses para revisar el engrasado. Ferguson le acompañó a la puerta, además de pagar el servicio le estrechó la mano con una generosa propina, el amable técnico, dijo no ser necesario, agradeció.
Guardó los papeles dentro del sobre manila tamaño carta, lo cerró pidió al amable portero lo entregara al jefe, como solía llamar a Clifford.
Quien había llamado a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad, hasta arriba de una de las torres más altas de aquella época. Era un lujo hasta el ascensor, sería la primera cita con Sofía, deseaba causarle una buena impresión. Le gustaba demasiado, además de su figura y lo guapa que era, le parecía inteligente, simpática, decidida, emprendedora. Estaba libre, no tenia novio, él viudo sin hijos, bien podrían tratarse fuera de lo relacionado con los negocios. Cuando Clifford se proponía algo generalmente lo conseguía, pasaría por ella a su apartamento. Después de estar organizando la oficina, Tania aconsejaba a Sofía sobre el vestido que debía llevar en la noche. El atento caballero había mencionado que era un lugar formal, era la primera vez que salían. Tania sugirió ir a ver la nueva boutique que se encontraba justo cruzando el parque, todavía era temprano. Fueron caminando, en aparador un vestido negro largo con una abertura lateral, escote en «v» sin mangas, sencillo, elegante. Le gustó mucho a Sofía, quien decidió ver como le quedaba, al ver el precio se sorprendió, podría pagarlo sin problema. La señora de la tienda los confeccionaba, era viuda, acababa de abrir su negocio. Salió para verse en el espejo completo, Tania opinó que le sentaba estupendo, la dueña también. Sofía estaba encantada, pero sentía el escote muy pronunciado, solía mostrar menos. La gentil mujer le hizo ver que era para una cena elegante, la abertura era discreta, lucía despampanante, Tania sugirió se recogiese el cabello, su cuello se veía más estilizado. Tenía los accesorios adecuados, suspiró, la prenda le hizo sentir atractiva.
Sofía se fue a su casa, entró en la ducha, se sintió renovada, con una bata eligió los encajes que usaría debajo, sentada en la banca del tocador. Se maquilló, resaltó las pestañas, utilizó un labial color granate, el pelo recogido a la altura de la nuca, pendientes largos, un brazalete. Sacó un pequeño bolso más formal, labial, perfume, llaves, la linterna que solía llevar no entraba. Respiró profundo, pensó que no la necesitaría, eso era casi una prueba para ella, por el pavor que le tenía a la oscuridad. (Dentro de su casa no tenía problema, ya conocía el espacio, pero en lugares ajenos era algo muy difícil para ella.) Casi a la hora se puso el vestido, roció perfume, retocó el labial después de beber un poco de agua. Encendió la pequeña lámpara sobre la mesa al lado de la puerta, todo estaba en orden en su pequeño apartamento. Faltando dos minutos para la hora acordada el timbre anunciaba la llegada del varonil caballero.
Subió por la dama, al abrir la puerta él se quedó con la boca abierta, se veía preciosa, elegante, sensual, esas curvas se apreciaban más. Ella le invitó a pasar, con discreción observó el lugar muy arreglado, mencionó que lucía radiante mientras tomaba la mano y le besaba el dorso. Sus ojos hicieron un recorrido, el escote lo tenía bobo, no la había visto así, más atrevida. Le entrego una caja con una flor muy especial, blanca, podría usarla sobre la prenda o en el cabello. Una gran sonrisa le provocó, eligió colocarla a un lado del escote, no llevaba nada en el cuello. Clifford se ofreció a ayudarle al ver que no podía abrir el broche, esa cercanía a sus voluptuosos atributos lo hizo sentir nervioso. Ella pensaba en lo atractivo que se veía. Salieron dejando la luz sobre la mesa encendida, él observó el detalle, más no se atrevió a preguntar. Le abrió la puerta del lujoso automóvil, en el camino preguntaba por sus vecinos del frente del edificio, ella haciendo broma de tantas fiestas. Entonces, Clifford preguntó si no le daba miedo vivir justo al lado de un cementerio. Sofía entre risas dijo que eran los mejores vecinos que había tenido en su vida, jamás pedían taza con azúcar, o dejaban la basura fuera. Ambos soltaron la carcajada, ese era un buen argumento, cambió el tema radicalmente, hablaron de música, ella menciona le encantaba bailar. Después tocó el tema de la comida, en el restaurante preparaban una ensalada de cangrejo exquisita, medallones de carne con vino. Postre de chocolate, dijeron al mismo tiempo, algo más en común, asintió él.
Al llegar les recibieron el automóvil el lujo comenzaba desde ahí, él le dio la mano para ayudarle a bajar, ahí pudo apreciar hasta donde permitía ver la abertura. Del brazo de él entraron era uno de los hoteles más lujosos que había, ellos subirían directo a lo más alto, al restaurante. Se abre la puerta, tenía espejos, brillaba impecable, entran solos al ascensor. Clifford le dice que se veía muy hermosa, le encantaba su personalidad, Sofía se ruboriza, gracias a algo de maquillaje en polvo, era menos notorio, él le dice que eso que le pasa es maravilloso. Se sonríen el uno al otro, él toma la femenina mano pregunta si bailaría con él, cenarían con música en vivo. Debían practicar, entre risas acepta, entonces él rodea su cintura, ella el cuello. Se miran sumergiéndose en la profundidad de sus almas, sin decir nada él tararea una melodía romántica. Perciben perfume y loción, suspiros.
De repente, se escucha un ruido, se va la luz, el ascensor se detuvo casi para llegar al restaurante. Sofía sin soltarlo, comienza a respirar agitada como si sintiera falta de aire. Clifford, le pregunta que puede hacer por ella, desconcertado, pero imaginaba quizás era una fobia. Repetía con la voz quebrada que no la soltara, tenía mucho miedo, él la rodea con sus brazos, frotaba su espalda, prometía no dejarle. Con voz suave le decía que no tardarían, percibía su miedo no era un juego, algo grave le pasó. (, (Ella había recargado todo su cuerpo sobre él, aferrada, lo cual en otras circunstancias promovía besar sus carnososo labios, no era lo adecuado.) Comenzó a cantar (según él) una canción italiana muy romántica, (ella temblorosa,) «amore mío» era lo único que se entendía con claridad. Su voz muy desafinada pero con sentimiento, insistía, hasta que Sofía le dijo que así no era la letra. Logró que distraer su mente, la respiración de ella parecía menos agitada, no se soltaban. En un instante… Sentada en una banca, descalza, una taza de té negro con leche, toques de canela. He encendido velas blancas, a favor de un mundo sano, en paz, bañado de armonía, amor y empatía, donde la calma se respire y la felicidad se transpire. El ambiente huele a mantequilla, jengibre,azúcar, vainilla, rebanadas de pan sumergidas en una mezcla de huevo con leche, toque de queso crema. Después de danzar en la sartén llegan al plato con ese dorado dispuestas a recibir miel. Sobre la mesa el platón de fruta, ademas de café, infusiones, una jarra con agua y rodajas de limón. El cómodo sofá frente al jardín el sol baña los árboles y las flores, además los pájaros rondan la fuente, me parece una vista sencilla y relajante. Mientras escucho a Connie Evingson -Fever- (Peggy Lee Tribute) genial. Agradezco tu especial presencia al blog.
Respira amor. Inhala paz y exhala armonía…
Samantha parecía estar presente en ese balcón, contorneándose con una de sus túnicas de tela tan delaga permitiendo ver su desnudez. Juguetona disfrutaba erizar la piel de su amado Ferguson, adoraba ponerlo nervioso, sobre todo si estaba al teléfono hablando con algún cliente. Se paraba frente a él mostrando sus atributos mientras los frotaba con las yemas de sus dedos. Él apretaba el cable del aparatdo, se contenía trataba de seguir hablando con coherencia. Entonces ella le acercaba sus bondades a la cara, con una mano la acariciaba un momento haciendo señas que le esperara. Eso la provocaba aún más, se acostaba a un lado de él en el sofá, apoyando la cabeza en su pierna, parecía que quizás se quedaría tranquila. Hasta que comenzaba a frotar con la mano la parte interna del muslo, subía encontrando su objetivo, sin piedad abría el pantalón. Exponiendo su pronunciada virilidad de la cual estaba prendada, su boca elogiaba tan feliz encuentro. Inevitable, en ese momento decía tener una emergencia que atender, Samantha lo volvía loco, después de estremecerse. Arremetía con toda su pasión estimulando hasta el cansancio a su ardiente mujer, ambos disfrutaban recorrer cada rincón del apartamento.
Todo eso pasaba por la mente de Ferguson mientras esperaba a Clifford quien había atenddo una llamada de negocios. Se sentó al lado del licenciado, llevaron dos vasos con té helado, siempre tan atento. Mencionaba el hombre que sudaba pensando como evadir preguntas sobre la muerte de su querida Samantha, el grave asunto del elevador. Pero para su fortuna en ese momento llegaba con el resto de la mudanza, esa tarde se estaba dejando su vida anterior detrás. Se acercó con el licenciado Ferguson, recibió el archivo con los documentos del ascensor.
Le ofreció hablar con la compañía que daba el mantenimiento si era necesario, conocía bien el funcionamiento del mismo. Como estaba tan atareado, aceptó su generosa oferta, (Ferguson se sintió aliviado.) Documentos en mano fue a ver al portero para preguntar por el ruido que tenía al subir parecía provenir de la cabina o del bastidor. Aclaró que si servía, pero el jefe había hecho incapié en tenerle extremo cuidado, previniendo cualquier descompostura. Solicitó le permitiese hacer una llamada, habló con una señorita que ya le conocía, coqueteó con ella. La había visto un par de veces, cuando fue a la compañía para el contrato, la joven se emocionaba al escuchar su voz, él lo sabía. Enviaron al técnico en poco tiempo. Al llegar el representante, era nuevo, detuvo el funcionamiento para accesar a revisar el chasis, revisó todo, era evidente el cambio de piezas. Al salir comentó que nunca había visto tal limpieza parecían haber borrado hasta las huellas del compañero que lo reparó. Por un instante el licenciado pasó saliva, el trabajador se reía de su broma, le siguió el juego. Preguntó por su antiguo compañero, apenas lo había tratado, el buen hombre se había jubilado antes, la herencia de un familiar le permitió retirarse a vivir en la playa. El asecensor estaba en perfectas condiciones, regresaría en tres meses para revisar el engrasado. Ferguson le acompañó a la puerta, además de pagar el servicio le estrechó la mano con una generosa propina, el amable técnico, dijo no ser necesario, agradeció.
Guardó los papeles dentro del sobre manila tamaño carta, lo cerró pidió al amable portero lo entregara al jefe, como solía llamar a Clifford.
Quien había llamado a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad, hasta arriba de una de las torres más altas de aquella época. Era un lujo hasta el ascensor, sería la primera cita con Sofía, deseaba causarle una buena impresión. Le gustaba demasiado, además de su figura y lo guapa que era, le parecía inteligente, simpática, decidida, emprendedora. Estaba libre, no tenia novio, él viudo sin hijos, bien podrían tratarse fuera de lo relacionado con los negocios. Cuando Clifford se proponía algo generalmente lo conseguía, pasaría por ella a su apartamento. Después de estar organizando la oficina, Tania aconsejaba a Sofía sobre el vestido que debía llevar en la noche. El atento caballero había mencionado que era un lugar formal, era la primera vez que salían. Tania sugirió ir a ver la nueva boutique que se encontraba justo cruzando el parque, todavía era temprano. Fueron caminando, en aparador un vestido negro largo con una abertura lateral, escote en «v» sin mangas, sencillo, elegante. Le gustó mucho a Sofía, quien decidió ver como le quedaba, al ver el precio se sorprendió, podría pagarlo sin problema. La señora de la tienda los confeccionaba, era viuda, acababa de abrir su negocio. Salió para verse en el espejo completo, Tania opinó que le sentaba estupendo, la dueña también. Sofía estaba encantada, pero sentía el escote muy pronunciado, solía mostrar menos. La gentil mujer le hizo ver que era para una cena elegante, la abertura era discreta, lucía despampanante, Tania sugirió se recogiese el cabello, su cuello se veía más estilizado. Tenía los accesorios adecuados, suspiró, la prenda le hizo sentir atractiva.
Sofía se fue a su casa, entró en la ducha, se sintió renovada, con una bata eligió los encajes que usaría debajo, sentada en la banca del tocador. Se maquilló, resaltó las pestañas, utilizó un labial color granate, el pelo recogido a la altura de la nuca, pendientes largos, un brazalete. Sacó un pequeño bolso más formal, labial, perfume, llaves, la linterna que solía llevar no entraba. Respiró profundo, pensó que no la necesitaría, eso era casi una prueba para ella, por el pavor que le tenía a la oscuridad. (Dentro de su casa no tenía problema, ya conocía el espacio, pero en lugares ajenos era algo muy difícil para ella.) Casi a la hora se puso el vestido, roció perfume, retocó el labial después de beber un poco de agua. Encendió la pequeña lámpara sobre la mesa al lado de la puerta, todo estaba en orden en su pequeño apartamento. Faltando dos minutos para la hora acordada el timbre anunciaba la llegada del varonil caballero.
Subió por la dama, al abrir la puerta él se quedó con la boca abierta, se veía preciosa, elegante, sensual, esas curvas se apreciaban más. Ella le invitó a pasar, con discreción observó el lugar muy arreglado, mencionó que lucía radiante mientras tomaba la mano y le besaba el dorso. Sus ojos hicieron un recorrido, el escote lo tenía bobo, no la había visto así, más atrevida. Le entrego una caja con una flor muy especial, blanca, podría usarla sobre la prenda o en el cabello. Una gran sonrisa le provocó, eligió colocarla a un lado del escote, no llevaba nada en el cuello. Clifford se ofreció a ayudarle al ver que no podía abrir el broche, esa cercanía a sus voluptuosos atributos lo hizo sentir nervioso. Ella pensaba en lo atractivo que se veía. Salieron dejando la luz sobre la mesa encendida, él observó el detalle, más no se atrevió a preguntar. Le abrió la puerta del lujoso automóvil, en el camino preguntaba por sus vecinos del frente del edificio, ella haciendo broma de tantas fiestas. Entonces, Clifford preguntó si no le daba miedo vivir justo al lado de un cementerio. Sofía entre risas dijo que eran los mejores vecinos que había tenido en su vida, jamás pedían taza con azúcar, o dejaban la basura fuera. Ambos soltaron la carcajada, ese era un buen argumento, cambió el tema radicalmente, hablaron de música, ella menciona le encantaba bailar. Después tocó el tema de la comida, en el restaurante preparaban una ensalada de cangrejo exquisita, medallones de carne con vino. Postre de chocolate, dijeron al mismo tiempo, algo más en común, asintió él.
Al llegar les recibieron el automóvil el lujo comenzaba desde ahí, él le dio la mano para ayudarle a bajar, ahí pudo apreciar hasta donde permitía ver la abertura. Del brazo de él entraron era uno de los hoteles más lujosos que había, ellos subirían directo a lo más alto, al restaurante. Se abre la puerta, tenía espejos, brillaba impecable, entran solos al ascensor. Clifford le dice que se veía muy hermosa, le encantaba su personalidad, Sofía se ruboriza, gracias a algo de maquillaje en polvo, era menos notorio, él le dice que eso que le pasa es maravilloso. Se sonríen el uno al otro, él toma la femenina mano pregunta si bailaría con él, cenarían con música en vivo. Debían practicar, entre risas acepta, entonces él rodea su cintura, ella el cuello. Se miran sumergiéndose en la profundidad de sus almas, sin decir nada él tararea una melodía romántica. Perciben perfume y loción, suspiros.
De repente, se escucha un ruido, se va la luz, el ascensor se detuvo casi para llegar al restaurante. Sofía sin soltarlo, comienza a respirar agitada como si sintiera falta de aire. Clifford, le pregunta que puede hacer por ella, desconcertado, pero imaginaba quizás era una fobia. Repetía con la voz quebrada que no la soltara, tenía mucho miedo, él la rodea con sus brazos, frotaba su espalda, prometía no dejarle. Con voz suave le decía que no tardarían, percibía su miedo no era un juego, algo grave le pasó. (, (Ella había recargado todo su cuerpo sobre él, aferrada, lo cual en otras circunstancias promovía besar sus carnososo labios, no era lo adecuado.) Comenzó a cantar (según él) una canción italiana muy romántica, (ella temblorosa,) «amore mío» era lo único que se entendía con claridad. Su voz muy desafinada pero con sentimiento, insistía, hasta que Sofía le dijo que así no era la letra. Logró que distraer su mente, la respiración de ella parecía menos agitada, no se soltaban. En un instante… Sentada en una banca, descalza, una taza de té negro con leche, toques de canela. He encendido velas blancas, a favor de un mundo sano, en paz, bañado de armonía, amor y empatía, donde la calma se respire y la felicidad se transpire. El ambiente huele a mantequilla, jengibre,azúcar, vainilla, rebanadas de pan sumergidas en una mezcla de huevo con leche, toque de queso crema. Después de danzar en la sartén llegan al plato con ese dorado dispuestas a recibir miel. Sobre la mesa el platón de fruta, ademas de café, infusiones, una jarra con agua y rodajas de limón. El cómodo sofá frente al jardín el sol baña los árboles y las flores, además los pájaros rondan la fuente, me parece una vista sencilla y relajante. Mientras escucho a Connie Evingson -Fever- (Peggy Lee Tribute) genial. Agradezco tu especial presencia al blog.
Respira amor. Inhala paz y exhala armonía…